domingo, 12 de septiembre de 2010

Con el escultor Hugo Rey
Escultura viva

Aldo Roque Difilippo

 

La obra de Hugo Rey es conocida en el departamento, y también fuera de frontera, ya que desde hace varios años viene exponiendo sus tallas en madera en diferentes lugares. Pero su escultura sobre “El Dios Verde”, ha concitado el interés, primero por el personaje perpetuado, y también porque Rey realizó esta talla directamente en un eucalipto de la rambla costanera, lo que la convertiría en la primera “escultura viva”.
Rey dialogó con HUM BRAL sobre las inquietudes que lo movieron a emprender esta escultura, en el lugar mismo donde vivió gran parte de su vida “El Dios Verde” este personaje que recorría las calles mercedarias y del país descalzo, vistiendo una indumentaria similar a la de Jesucristo y predicando a su modo los preceptos bíblicos. Un personaje que a más de 30 años desaparecido continúa vivo en la memoria y el cariño de muchos mercedarios, al punto que mientras Rey avanzaba en el tallado de la obra, casi a diario se encontraba flores y ofrendas junto al eucalipto, dejada seguramente por los fieles.

¿Qué lo llevó a tallar una figura conocida como el Dios Verde, porque Ud. siempre trabaja con personajes ficticios y no con personajes reales?
-Si. Copiar me cuesta muchísimo. Yo veo la forma y ahí me manejo. Veo el tronco y no sé cómo explicar, me parece que lo viera ahí adentro, y voy hasta ahí. Como que el tronco ya tiene una forma pre determinada. Como que me dice vení hasta acá y no te pases. Yo he tallado de noche, obras chicas, y al otro día parece que no fuera yo. Cuando empecé con el Dios Verde marqué para tener una referencia, y lo busqué. Fue una cosa tan imponente que ni yo pensaba, cuando la arranqué, iba a tener tanta notoriedad. Me acompañó tanta gente que hasta me hizo apretarme. Llegó un momento que la obra ya no era mía, era de la gente.

Quizá porque se metió con un personaje demasiado popular.
-Claro, o sea afectó a mucha gente. Gente que iba todos los días, y me decía que le falta aquí, le falta allá, que parece que está muy alto o muy bajo; entonces el problema de la madera es que a veces lo veo y las transformaciones las tengo en la cabeza.

Y lo que Ud. se imagina no es lo mismo que se imagina el espectador.
-Claro. Cuando empecé a tallar iba a las reuniones que me invitaban los expositores. Yo lo hacía como algo mío, como hobbie, entonces me decían vos tenés la técnica de Rodin, o aquí o allá. ¿Quién es? decía yo. Porque si me hablaban de mecánica, de quien era Fangio, Berta, tá la agarraba. Pero de esto nada. Entonces tuve que comprar libros y empezar a leer quien era uno y otro, cómo era la técnica, cómo era esto y aquello, que es lo que te va puliendo más allá el trabajo.

Pero yo insisto en lo mismo: ¿por qué se metió con el Dios Verde que es una figura conocida y la gente le podía decir se parece o no se parece?
-Ahí está el problema. No sé lo que me empujó. Fui agarré ese árbol, y muchos me decían por qué no lo hiciste mirando para el río, pero cuando yo lo miraba de la cerealera, donde yo trabajaba, y siempre estaba mirando para ese lado. Parecía que miraba a Mercedes.

¿Por qué hizo una obra en un árbol?
-Porque yo quería que viviera con el árbol.

Porque pienso que no hay prácticamente esculturas hechas en un ser vivo.
-Yo quería que viviera con el árbol, porque el árbol lo va a transformar, lo va a empezar a cubrir.

La obra suya en cierta medida se va a perder.
-No, puede ganar. La vida lo dirá. Lo puede dejar gris, lo puede partir, puede hacer tantas cosas el árbol que yo no lo voy a ver. La tierra y la arena lo va a ir puliendo. La idea era que el tiempo lo transforme. Además yo que he estado trabajando con él, vivo, y cuando hay viento lo mueve. Como nadie lo había hecho para que me dijera pasale esto o aquello, al principio le pasé yeso, y en vez de curarlo me lo secó porque tomó la humedad del árbol. Entonces le pasé cera de abeja que lo empezó a cerrar. De un día para el otro la cera penetraba tres o cuatro milímetros.
Hay muchos que me dicen que lo tengo que cubrir o ponerle una valla, y no. El Dios Verde siempre vivió solo y (la obra) antes era un árbol. Yo quería ponerle un letrerito: “yo bastante lo destruí, vos no lo rompas más”.
Si me preguntás por qué lo hice en ese árbol no sé. Como que estaba ahí. Me estaba esperando.

Aparte de eso asumió otro riesgo porque no se podía arrepentir. Porque si se equivoca en un tronco cualquiera lo tira en el fondo o la deja un tiempo hasta que encuentra el camino para retomar el trabajo.
-Y lo más grande es que los gurises que fueron todos los días a visitarme vieron la transformación. ¡Y las preguntas que me hacían! Uno me preguntó si cuando terminara la obra me iba a llevar el árbol para mi casa, y cosas así. Fue un gran estallido. La gente que me acompañó, iba todos los días. Pasaba gente y todos tenían algo que decir.
Me supongo que dificulta mucho el trabajo porque no es lo mismo trabajar solo, donde hay un proceso interior, pero haciéndolo en público todo el que viene le dice algo diferente. Es como un trabajo doble, tratar de hacer el trabajo y conformar al espectador.
-Eso es lo más difícil porque a veces estaba medio complicado y llegaba gente.
Y con esta obra (la virgen, otra de sus esculturas de grandes dimensiones) más. Porque venía una señora y le rezaba. No me pedía permiso, le dejaba plata, y un día la llevé a una exposición y se me enojó porque la había sacado.
Junto al Dios Verde yo iba a trabajar y había flores y tenía que sacarlas para el costado, trabajar y ponerlas de vuelta.

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“Pa´Dios está verde”

El anecdotario popular cuenta que don José Salles llegó a la zona de Mercedes en las primeras décadas del Siglo XX, estableciéndose en diferentes puntos. Su barba y cabellos largos, su túnica y sus pies descalzos lo emparentaban con la imagen de Jesucristo. Predicaba a su manera las enseñanzas bíblicas, y solía vérselo recorrer las calles y caminos a pie y descalzo. Alguien comentó “Pa´Dios está verde” y ahí le quedó el apodo de “El Dios Verde”. Hasta sus últimos años vivió a la intemperie, junto al río Negro. Dicen que todos los días, fuera invierno o verano, se bañaba en el río y recorría la ciudad repartiendo enseñanzas y bendiciones, aunque tampoco escatimaba insultos para quienes se burlaban de él. En sus últimos años se lo veía encorvado y ayudándose en un palo a modo de báculo.
En el lugar donde vivió sus fieles levantaron una construcción de material y una cruz que el gobierno militar mandó derribar.
Desde el 2001 el Ejecutivo comunal tiene a estudio la propuesta realizada por los ediles para designar un tramo de la calle Espinosa con el nombre de José Salles (El Dios Verde). La iniciativa aprobada por los ediles expresa “solicitamos que el tramo inicial de calle Espinosa desde el río a la rambla, llamarlo con el nombre del ilustre personaje maestro Don José Salles (el Dios Verde) y colocar una placa alusiva y la venia para el emplazamiento de la cruz original del maestro en el predio del cementerio local en el cantero frente a su tumba, como merecido homenaje a quien ha trascendido hasta nuestros días y cuya memoria amerita un espacio permanente de recordación”.


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