viernes, 15 de julio de 2011

De cómo una extraña enfermedad asoló la pequeña comarca, haciendo que sus habitantes olvidaran rápidamente las cosas que tiempo atrás los habían molestado



Ángel Juárez Masares


Había una vez en una pequeña y lejana comarca un Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde un coqueto y antiguo palacio.
Muchas son las historias de esa época que se han conocido, tanto a través de los juglares, como de viejos pergaminos guardados celosamente por los historiadores.
Sin embargo, algunos cuentan que una característica de los habitantes de la aldea era la mala memoria. Nunca se supo el motivo de esa amnesia colectiva. Unos cargábanle las culpas a una suerte de pócima que solía beber el vulgo; otros aseguraban que no era más que una actitud displicente adoptada para “evitar problemas” con los poderosos.
Uno de los casos de olvido más evidentes, tuvo que ver con un ejecutor de laúd que el Señor feudal trajo de la comarca de “La Colina Larga”, para que se ocupara, mediante el pago de 31.404 monedas de oro (más la residencia y otras pequeñeces), de gestionar los asuntos culturales de la comarca. Sabido es que ella era muy prolífica en artistas de gran talento, pero como andaban desperdigados por ahí, se convocó al Maestro Monco del Aquila para que organizara las actividades de los ciudadanos mencionados.
Si bien la noticia causó gran revuelo entre las gentes, que hicieron oír su voz de protesta alegando que en la comarca había Maestros que podían desempeñar ese cargo a satisfacción, pronto la amnesia colectiva hizo su trabajo, y nunca más nadie dijo nada.
Fue así entonces que los meses pasaron y nada se supo de las actividades de Monco del Aquila, quien -seguramente- no fue afectado por la extraña enfermedad popular y pasó periódicamente a levantar sus monedas por las arcas de Palacio.
Tampoco la gente advirtió que los músicos y juglares que solían reunirse todos los años para cantar y bailar en un lugar llamado “La fruta Vigésima”, fueron poco a poco formando parte de las huestes de palacio (y no precisamente de manera honoraria).
Naturalmente no faltaron los suspicaces de siempre, que aseguraban que la llegada a la comarca del Maestro aludido había formado parte de una estrategia para aniquilar la escuelita donde los infantes concurrían para aprender a tañer los instrumentos, y transformar la enseñanza en un lucrativo negocio de la mano del hombre de “La Colina Larga”.
El silencio cubrió con manto cómplice estos asuntos, y todo continuó como si nada.
La comarca estaba en paz, y pronto la amnesia se extendería sobre otros asuntos, como la llegada a Palacio de un nuevo Señor feudal que sería propuesto entre los ya conocidos y al que el amnésico pueblo aplaudiría entusiasmado. Claro…así debía ser para que se repitiera la historia. Pero ésa…es otra (historia).


Moraleja:
              Pueblo que olvida los males que há sufrir, a repetirlos condenado está -y ya lo han dicho- pero el de nuestras mentas perdonado sea…porque no tiene mucho que elegir en tanto bicho.


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