De cuando el gran
Alex promocionó la región del zor-hete con un flaco diafrazado de gordo y con
traje de coca cola, al que se le perdió el trineo y se le escaparon los
rumiantes
Ángel Juárez Masares
Había una vez en
una pequeña y lejana comarca, un Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde
un coqueto y antiguo palacio. Mucho
hemos fablado acerca de los desvelos de este gobernante para que sus
súbditos fueran felices y comieran perdices, pero esta vez os relataré la
brillante idea (otra) surgida de la mente de Alex Unvago.
Tiene el honor en alto este humilde e
ignorado escriba, al poner en letras para la posteridad las genialidades devenidas de ese cerebro,
con el cual el gran Leonardo se hubiera hecho un festín de conocimientos (y
Hannibal Lécter un festín gastronómico).
Antes dentrar en estos asuntos os
recordaré que corría el duodécimo mes del año del Señor de 1511, y que el Papa
Julio II agradecía a Fernando el Católico la ayuda
prestada para fortalecer el cristianismo en las regiones hasta hace poco
dominadas por los moros.
¿Por qué acudo en busca de esta
referencia?
Porque si bien la dominación dejaría su
marca en la cultura de los pueblos
castellanos por los siglos de los siglos, la Iglesia iba ganando terreno y para eso promovía
las celebraciones de sus principales acontecimientos históricos.
Fue entonces que el Señor Guillerme Del
Campo Vessozo de Arroz Cena de los Small Horses, Amo de la región de la
insignia del Zor-Hete, aprobó la teatralización de un evento que identificara la Comarca con las fiestas
cristianas.
Como no podía ser de otra manera (y
sobre todo al no existir otra posibilidad) la idea provino de Alex Unvago, hijo
dilecto de Sir S. Spilberg, y sobrino del Conde Bertolucci, quien –como se
recordará- tiempo atrás teatralizara la sublevación de los Caballeros a orillas
del Haz- cencio River.
Todo comienza en un camino de esos que
se dibujan en medio de la campiña, por donde viene circulando un carruaje de
palacio. De pronto…el cochero advierte que a la vera de la senda hay un hombre
pidiendo ayuda, y baja presto a
brindársela. Pero ¡Oh!...!Sorpresa!... ¡Es Papá Noel! (¿Quieren
decirme que hacía este viejo vestido de
Coca-Cola en una comarca con casi 30 grados de temperatura?)
El pobre y desdichado viajero se
muestra desconsolado porque se le fueron
los renos y no tiene como repartir los regalos.
-¡Oh my good! –dice Papá Noel llorando
en el hombro mugroso del cochero- ¡qué
será de mí ahora!... ¡cómo cumpliré con el mandato de mi Amo Ob- Ama, que a los
niños tanto ama!...(menos a los de Persia, obvio)
Mirad cochero a tu alrededor, estamos
en tierras tan…!pero tan fértiles! que los renos se escaparon y andarán pastando
por ahí en las praderas-
- Dont worry –le tranquiliza el cochero,
que además fablaba latín y ruso- no se haga problema Don Papá Noel, somos de
Palacio, y estamos para ayudarlo.
Y ocurre entonces que cargan las cajas
en el carruaje (no mas de cinco; mal
envueltas y más vacías que el cerebro del autor de la obra) y parten raudos
impulsados por un montón de HP (no es lo que piensan, sino Horce Pogüer, que así se les llamaba a los
caballos de tiro por entonces) y se van alejando por el camino polvoriento.
A la derecha del escenario aparece de
pronto un trineo abandonado (nada más representativo de la región del
Zor-Hete), o mejor dicho un pellejo
pintado, porque el presupuesto asignado para la obra no alcanzó para construir
algo parecido a un trineo.
Por último, Papá Noel saca la cabeza por
la ventanilla del carruaje y ríe de la manera más ridícula que alguien pueda
imaginar…
También se conoce que el presupuesto
tampoco alcanzó para contratar un gordo, y el Papá Noel comarcano era un flaco
narigón al que ni siquiera le rellenaron el traje para que aparentara ser gordo
(se ve que no arreglaron con el Caballerango Emman Borg´s, payaso por beneficio
de la naturaleza)
La obra finaliza con Ferdinand De Vor´s
cruzando el escenario en una réplica del nuevo carruaje del Señor feudal, una
hermosa calesa 4x4 (cuatro caballos y cuatro yeguas) bautizada como “Zor-Hento”
en honor al estandarte del “Zor-hete”, y portando un cartel donde reza:
¡Oh comarca de mi ensueño!
El Señor te lleva a
hombros
Hemos puesto grande
empeño
Para dejarte en
escombros…
Moraleja:
En esto de tomar la historia y transformarla
en sainete, nadie como los iluminados de la región del Zor-Hete.
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