viernes, 23 de diciembre de 2011

EL CUENTITO MEDIEVAL

De cuando el gran Alex promocionó la región del zor-hete con un flaco diafrazado de gordo y con traje de coca cola, al que se le perdió el trineo y se le escaparon los rumiantes

        Ángel Juárez Masares

Había una vez en una pequeña y lejana comarca, un Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde un coqueto y antiguo palacio. Mucho  hemos fablado acerca de los desvelos de este gobernante para que sus súbditos fueran felices y comieran perdices, pero esta vez os relataré la brillante idea (otra) surgida de la mente de Alex Unvago.
Tiene el honor en alto este humilde e ignorado escriba, al poner en letras para la posteridad  las genialidades devenidas de ese cerebro, con el cual el gran Leonardo se hubiera hecho un festín de conocimientos (y Hannibal Lécter un festín gastronómico).
Antes dentrar en estos asuntos os recordaré que corría el duodécimo mes del año del Señor de 1511, y que el Papa Julio II  agradecía a Fernando el Católico la ayuda prestada para fortalecer el cristianismo en las regiones hasta hace poco dominadas por los moros.
¿Por qué acudo en busca de esta referencia?
Porque si bien la dominación dejaría su marca en la cultura de los  pueblos castellanos por los siglos de los siglos, la Iglesia iba ganando terreno y para eso promovía las celebraciones de sus principales acontecimientos históricos.
Fue entonces que el Señor Guillerme Del Campo Vessozo de Arroz Cena de los Small Horses, Amo de la región de la insignia del Zor-Hete, aprobó la teatralización de un evento que identificara la Comarca con las fiestas cristianas.
Como no podía ser de otra manera (y sobre todo al no existir otra posibilidad) la idea provino de Alex Unvago, hijo dilecto de Sir S. Spilberg, y sobrino del Conde Bertolucci, quien –como se recordará- tiempo atrás teatralizara la sublevación de los Caballeros a orillas del Haz- cencio River.
Todo comienza en un camino de esos que se dibujan en medio de la campiña, por donde viene circulando un carruaje de palacio. De pronto…el cochero advierte que a la vera de la senda hay un hombre pidiendo ayuda, y  baja presto a brindársela. Pero ¡Oh!...!Sorpresa!... ¡Es Papá Noel!  (¿Quieren decirme que hacía este viejo  vestido de Coca-Cola en una comarca con casi 30 grados de temperatura?)
El pobre y desdichado viajero se muestra  desconsolado porque se le fueron los renos y no tiene como repartir los regalos.
-¡Oh my good! –dice Papá Noel llorando en el hombro mugroso del cochero-  ¡qué será de mí ahora!... ¡cómo cumpliré con el mandato de mi Amo Ob- Ama, que a los niños tanto ama!...(menos a los de Persia, obvio)
Mirad cochero a tu alrededor, estamos en  tierras tan…!pero tan fértiles!  que los renos se escaparon y andarán pastando por ahí en las praderas-
- Dont worry –le tranquiliza el cochero, que además fablaba latín y ruso- no se haga problema Don Papá Noel, somos de Palacio, y estamos para ayudarlo.
Y ocurre entonces que cargan las cajas en el carruaje (no mas de cinco;  mal envueltas y más vacías que el cerebro del autor de la obra) y parten raudos impulsados por un montón de HP (no es lo que piensan, sino  Horce Pogüer, que así se les llamaba a los caballos de tiro por entonces) y se van alejando por el camino polvoriento.
A la derecha del escenario aparece de pronto un trineo abandonado (nada más representativo de la región del Zor-Hete), o mejor dicho  un pellejo pintado, porque el presupuesto asignado para la obra no alcanzó para construir algo parecido a un trineo.
Por último, Papá Noel saca la cabeza por la ventanilla del carruaje y ríe de la manera más ridícula que alguien pueda imaginar…
También se conoce que el presupuesto tampoco alcanzó para contratar un gordo, y el Papá Noel comarcano era un flaco narigón al que ni siquiera le rellenaron el traje para que aparentara ser gordo (se ve que no arreglaron con el Caballerango Emman Borg´s, payaso por beneficio de la naturaleza)
La obra finaliza con Ferdinand De Vor´s cruzando el escenario en una réplica del nuevo carruaje del Señor feudal, una hermosa calesa 4x4 (cuatro caballos y cuatro yeguas) bautizada como “Zor-Hento” en honor al estandarte del “Zor-hete”, y portando un cartel donde reza:
                     ¡Oh comarca de mi ensueño!
                      El Señor te lleva a hombros
                      Hemos puesto grande empeño
                      Para dejarte en escombros…

Moraleja:
                 En esto de tomar la historia y transformarla en sainete, nadie como los iluminados de la región del Zor-Hete.

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