Cuando al éxito o al
fracaso lo determina el rating
Aldo Roque Difilippo
¿La prensa termina siendo lo que la gente quiere, o la
gente quiere que la prensa sea como es? Muchas veces los periodistas cargamos
nuestras culpas o errores a terceros, sin reconocer que nuestras acciones
inciden en uno u otro sentido.
La publicación de fotos de la modelo Jazmín De Grazia en
el piso del baño donde encontró la muerte por sobredosis, puso a la Policía Técnica
Argentina en el centro de la investigación
por eventual corrupción.
Más allá de la discusión en torno a si es de buen o mal
gusto publicar fotos de alguien semidesnudo, muerto en esas
circunstancias, el centro del debate debería ubicarse en otro tema: la
hipocresía que somos capaces de desplegar para no reconocer nuestros errores.
En torno a este caso se alzaron muchas voces -incluso de
colegas- criticando el mal gusto de esa publicación, y no faltaron quienes
opinaron que “acá eso afortunadamente no sucede, porque los medios uruguayos
son distintos”. Pero olvidaron que meses atrás los canales de televisión
uruguayos repitieron hasta el hartazgo las imágenes de un par de jóvenes que
mataban a palos a una perra.
Entonces la muerte expuesta con todo detalle se justificó
sobre la base de informar y sensibilizar al espectador. Pero también nos
olvidamos de todos los seres humanos muertos que a diario nos muestra la
pantalla; en accidentes de tránsito, rapiñas, y otros casos delictivos.
Olvidamos el énfasis que ponen algunos
informativos televisivos en mostrar la tragedia por la tragedia misma, sin
siquiera hacer el intento de aproximarse a desentrañar las causas que la
desencadenaron. Como si mostrar la sangre en el pavimento, el cuerpo de un
infortunado tapado con diarios, o ponerle el micrófono al padre de una joven
violada, aportara algo para mitigar el drama. ¿Qué puede decir alguien que
recientemente perdió un ser querido más que repetir el discurso de justicia por
mano propia?
¿Somos los periodistas culpables de esta situación? ¿Somos
culpables que estos hechos de violencia se sucedan? Claramente no.
Nada tiene que ver, o mejor dicho, no hay relación matemáticamente directa
entre un hecho violento y su repetición con que sea o no
difundido. Pero sí somos responsables de poner contenido a esa información.
Tanto de exaltar el morbo por el morbo mismo,
o de contribuir al debate de las causas que generaron ese hecho -y que
en definitiva- llevará a comprender
colectivamente qué nos está pasando, y nos oriente a encontrar una solución.
Sin embargo repetimos
con liviandad e hipocresía que los uruguayos somos diferentes
a los argentinos, que tenemos otros códigos, otra forma de pensar y decir;
pero, recorra usted la oferta televisiva de los canales montevideanos,
especialmente en la tarde. Lea en lo que se han convertido las
otrora sustanciosas páginas de espectáculos de los diarios capitalinos:
banalidad, decadencia intelectual y la imagen de la mujer exhibida como simple
objeto expuesto en actitudes que décadas
atrás no habría cabido dudas en catalogar de
pornográficas. Y no es éste un discurso moralista o retrógrado,
porque sin duda todo hombre disfruta viendo un buen cuerpo femenino, pero
cuando es simplemente expuesto como una mercancía, quizá se aproxime demasiado
a la prostitución.
Quienes hacemos esta publicación decidimos qué contenidos
darle; qué enfoque tendrán sus temas, y cuáles desestimamos. En
definitiva, decidimos qué recibiría el lector.
Esto es aplicable a quienes dirigen un canal de
televisión, una radio, o un diario, y no
aceptamos el pretexto de que “el contenido se rige por
las pautas del mercado”.
No consideramos válido aquello de que “somos lo que
la gente quiere”, porque esa masa indefinida y sin nombre, nunca decide sobre
los contenidos artísticos o periodísticos de ningún medio de comunicación.
En conclusión, la prensa no apunta a lo que la gente
quiere, sino que la gente termina viendo lo que la prensa quiere. En muchos
casos, la gente es lo que la prensa le dice que debe ser. Esta es la triste
realidad, porque la sociedad es la destinataria de esos “valores” de fantasía y
banalidad que inciden en muchos lectores, televidentes, o espectadores,
convencidos que “eso” es el éxito y el objetivo fundamental de las relaciones
humanas.
2 comentarios:
Muy buena entrada!!
Gracias por compartir y obligar a la reflexión!!
Estimado Aldo, coincido con tu enfoque que por extension es el enfoque de Hum Bral. Hoy por hoy, en practicacamente todo el mundo, las publicaciones como asi los medios audiovisuales han caido en una especie de "porno-morbo-difusion" que solo apunta a captar "publico" para su medio. Desafortunadamente, mucho de ese publico es avido consumidor de ese tipo de "menu".
Asi se explica la proliferacion del amarillismo y los tabloides que desde la cubierta, en el caso de las publicaciones, y desde los spots televisivos "in advance" botan sangre y muestran violencia y sexo como si tal cosa fuera lo habitual y cotidiano.
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