Matías Rótulo
El “contrapasso”, que suena mucho a “contra peso”, pues de eso se
trata, es una palabra que generalmente se utiliza para explicar el fenómeno del
castigo en “La Divina Comedia ”
(“La Commedia ”)
de Dante, así como en otras obras literarias.
El encadenamiento de Prometeo, por Dirck van Baburen. |
Las cárceles actuales castigan, muchas veces como si fuera un
infierno para quienes son condenados. Uruguay se plantea un debate donde la
sociedad pide más castigo, a más delitos. Conociendo la realidad de las
cárceles de nuestro país, pedir cárcel es pedir una condena que todos los
ciudadanos sabemos que el contrapeso queda desbalanceado. ¿Por qué pedimos
cárcel y no educación, formación de ciudadanía, atención, todos estos, preceptos
claramente establecidos en la
Declaración de los Derechos Humanos? Tal vez, la literatura
misma (no intento culpar a la literatura de nada sino mostrar una larga
historia de penas y castigos dejando muchos ejemplos fuera del listado) fue la
que generó una idea colectiva al respecto.
El castigo divino
Celda de castigo de la Cárcel de Mercedes. |
A cada pecado que alguien cometiera en vida, le correspondería un
castigo eterno en el Infierno. Este castigo sería de similares características.
Por ejemplo, los indiferentes son castigados por Dios (según La Divina Comedia ), a
perseguir eternamente una bandera sin consigna alguna, pues en la vida del
indiferente no hubo consignas por qué pelear. El castigo va más allá de seguir
eternamente la bandera. Pero no me detendré en este aspecto. Vale recordar
películas tales como “Siete pecados capitales”, donde un asesino somete a sus
víctimas a muertes relacionadas a sus “pecados” o sus vicios.
Los sistemas legales, también han intentado establecer penas de
acuerdo a los crímenes cometidos. En algunos países, el provocar muerte se
castiga con muerte, y en otros con penas perpetuas, como si fuera un eterno
castigo, un castigo dantesco. La cuestión radica en que algunos sistemas de
privación de libertad, puedan estar ejerciendo un castigo simbólico e ilegal,
desoyendo los tratados internacionales firmados por las naciones que así lo
hacen.
De Prometeo a Ensayo sobre
la ceguera
El tormento de Prometeo, por Paul Rubens. |
La obra del griego Esquilo (525 a .C. – 546 a .C.) cuenta cómo
Prometeo, un titán, le entrega el fuego a los humanos, engañando a los dioses y
ocultándole información sobre su propio destino a Zeus. El Dios Zeus castiga a
Prometeo eternamente, siendo encadenado a una roca por Fuerza, Violencia y
Hefesto. El tormento de Prometeo, título dado a la pintura del alemán Rubens
(1577 – 1640), fue que su hígado era comido cada noche por un águila.
Desde allí, nuevamente un castigo divino se interpone entre los
dioses y los humanos, quienes se vieron favorecidos por la acción del titán. Al
igual que en la Biblia ,
el fruto prohibido provocó la condena al Hombre por su desobediencia. Un
castigo eterno.
Viniendo más cerca en el tiempo, la literatura nos deja otros
castigos. La culpa del ver, de no apreciar lo visto, fue parte del castigo de
los ciegos de la obra de José Saramago “Ensayo sobre la ceguera”. Una vida de
sentidos, de pronto se volvió en un calvario donde los ciegos, presos todos en
un ex manicomio previniendo una posible epidemia (que de hecho lo fue), descubren
su lado salvaje, su lado oscuro.
El Quijote tuvo su castigo: leer tantas novelas de caballería lo
volvió loco y se hizo caballero andante. Don Juan tuvo su castigo de burlador
de mujeres y fue convidado por una estatua a la muerte; fue finalmente burlado
por la muerte. Y así tenemos cientos de ejemplos más, no sólo en la literatura.
Dante terminó de definir en la literatura lo que estaba establecido
en los textos bíblicos. El castigo divino por las culpas terrenales. Edipo Rey
de Sófocles, obra antigua, también marcó la historia literaria (definió la Historia en sí, pues hoy
seguimos hablando del drama universal de Edipo), con un castigo auto infligido
por no haber visto la realidad: se quitó los ojos.
Entonces, cuando pensamos en castigo, pensamos también en
literatura, o la literatura pensó en los castigos, o mejor dicho, pensó en los
hombres y su forma de castigar.
Es así que en el mundo existe hoy
la pena de muerte para quienes cometan el delito de dar muerte a otro hombre o
mujer. Víctor Hugo (1802 – 1885), en uno de sus discursos más famosos
en la Cámara
de los Pares dijo “¿Qué dice la
sociedad? "No me matarás". ¿Cómo lo dice? ¡Matando!”
Cárcel de Mercedes: Mirada hacia el exterior. |
Juguemos a ser Dios
Hace pocos días, un diario local preguntaba en su cuenta de
Facebook: (parafraseo) “¿Qué castigos pondría usted a los menores que cometan
delitos de asesinato en el Código Penal?” Es decir, el periódico nos obligó a
“jugar” por un momento a ser Dante, a ser Dios, a ser legisladores, a ser
jueces (Dante, según sus creencias, considera que su vida y su obra fue
mandatada por Dios).
Nuestra Constitución de la República explica
claramente en su artículo 25 estos dos puntos fundamentales: “A nadie se le aplicará la pena de muerte” y “en ningún caso se permitirá que las cárceles
sirvan para mortificar, y sí sólo para asegurar a los procesados y penados,
persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del
delito”.
El Comisionado Parlamentario para
el Sistema Carcelario de Uruguay, Álvaro Garcé dijo hace dos meses en una entrevista
realizada por el periodista del diario La República Mauricio
Pérez, que “Las cárceles están enloqueciendo a muchas personas” (La República
– 8 de enero de 2012).
Lo que dice Garcé ya fue anunciado tanto por el recorrido histórico
(en el cuál no ahondaremos), como desde la propia literatura. El debate
estético y crítico sobre la literatura incluye posturas (como las marxistas),
que opinan que la literatura debe reflejar lo que ocurre en la sociedad para
crear una consciencia colectiva, o las realistas que muestran la realidad como
un reflejo en la obra, y demás. La coincidencia en las teorías radica en que la
literatura muchas veces se adelanta a los hechos sociales, tal es el caso del
futurismo, donde en muchos casos la coincidencia con el ayer de estas
propuestas se asemejan anticipadamente al hoy del mundo tecnológico en varios
aspectos.
Prometeos encadenados y
muertos
Este año varios centenares de hombre fallecieron en una cárcel
centroamericana. El fuego nos hizo acordar al Infierno de Dante. Los guardias
prohibieron la salida de los reclusos para que no escaparan. Es decir, se puso
por encima del valor “libertad” el valor “vida”.
Las cárceles en el mundo entero están sufriendo un desequilibrio en
el “contrapasso”. Los reclusos que matan no mueren (no lo estamos pidiendo, al
contrario, sólo marcamos la cuestión), y los reclusos que roban, corren riesgo
de morir o mueren quemados en una gran hoguera (vale recordar los distintos casos
de muertes en incendio que ocurrieron en nuestro país en los últimos tres años
en las cárceles uruguayas).
Caronte, el barquero del infierno, en una de las tantas versiones pintadas por Ángel Juárez. |
En Uruguay, las situaciones de hacinamiento, conflictos internos,
mala alimentación, imposibilidades de superación, son una constante, tanto (lo
pude comprobar yo mismo), en cárceles de adultos, como en centro de privación
de libertad de adolescentes infractores.
Pero esta no es una cuestión nueva en nuestro país. José Pedro
Varela ya lo remarcaba en su “Educación del Pueblo” texto madre de la reforma
escolar que hasta hoy sigue rigiendo en el destino de nuestro quehacer
pedagógico. Varela demostraba con datos empíricos (digno del positivismo), que
en los lugares donde más se castigaba, encerraba y fusilaba a los delincuentes,
menos bajaba la delincuencia. Para Varela, la salida era la educación.
Fiodor Dostoievski, trazó en dos de sus libros una ejemplar muestra
del contrapasso y anuncio a la situación actual. En “Crimen y Castigo” el
delito cometido por el protagonista Razkolnicov atormenta a tal punto al
personaje que su alivio parece llegar una vez que es por fin descubierto como
culpable.
En “Memoria de la casa muerta (o de los muertos)” el mismo autor
muestra que en el penal de Siberia la tortura de los presos que resistían
sesiones de 2000 palazos en la espalda, no hacía un contra peso con el delito
cometido. Dostoievski escribía su obra a mediados del siglo XIX. Eso fue en
Rusia, pero en Uruguay alguien ya criticaba al sistema carcelario. El joven
Adolfo Berro, fallecido prematuramente, escribía: un poema llamado “La cárcel y
los detenidos”. En el epígrafe de la edición póstuma de la colección de poemas
de Berro (1819,1841), se lee “la cárcel no debe acarrear sufrimiento, ni
privación que no sea indispensable y mucho menos influir moralmente”.
El poema está dedicado a los presos de la cárcel de la Plaza Matriz. El
poema en algunos de sus versos dice; “ríe, ¡oh pueblo! tus placeres / No perturban esos seres
/ que el delitó avasalló; / Si entre muros y prisiones / Los sugetas a
montones/ Qué te importa su rencor?” (Transcripción exacta). Más abajo reclama
que “las moradas solo llenan de miseria eterna están, donde el único alimento
que se ofrece al pensamiento, un veneno es infernal”. El poema fue escrito en
octubre de 1840.
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