El 16
de agosto de 2003, a
raíz de una nota que publicáramos en el diario LA
REPUBLICA , dando cuenta de las alternativas de la
desaparición del portón de la Aduana
de Villa Soriano, el entrañable escritor Julio César Castro (Juceca) trató el
tema en tono de humor. Con su irrepetible estilo Juceca se refirió al tema en
una nota, en el mismo diario, que a continuación reproducimos textualmente.
¿Dónde
está el portón de la Aduana
de Soriano?
Juceca
No debe haber nada más feo que
a uno le afanen el portón. Uno está lo más tranquilo leyendo un libro sumamente
interesante referido a los distintos misterios que se albergan en el alma
humana, y sin que uno siquiera se lo imagine, en ese preciso momento, le están
llevando el portón. O póngale que está uno entusiasmado al estar comprobando
que tenía razón al apostar a la capacidad de Carrasco para conducir la Selección por el angosto
camino de los goles, porque en ese momento convirtieron el tercero y uno ya está
exigente y quiere el cuarto porque sabe que ahora es moda de la Selección llegar a
cuatro goles, y uno está distraído mirando el televisor y resulta que en ese
momento, sigilosa, descaradamente, alguien le está llevando el portón. “Portón”
es aumentativo de puerta, o sea una puerta muy grande que según su definición
sirve para entrar o para salir, quedando ambas cosas a criterio de usuario y de
acuerdo a sus necesidades del momento, ya que sería absurdo entrar cuando lo
que se quiere es salir, y salir cuando lo que se quiere es entrar. Es más, sería
muy difícil entrar estando dentro, así como salir estando fuera. Supongamos,
para poner un ejemplo práctico, saludable y definitivo, que uno está dentro
mirando el partido que terminó cinco a dos, uno quiera entonces salir a tomar
un café y comentar el hecho, y resulta que no puede salir porque no puede abrir
el portón porque no tiene, se lo llevaron, le afanaron el portón, señor. ¿Qué
hace? No puede llamar a “La casa de portón” para que venga a instalarle un portón
nuevo cosa de poder salir por el portón, así que lo único que le queda es
salir por el agujero, sí señor, por el buraco infame. Salir en esas
condiciones, como perro de la casilla, como chancho del chiquero, le arruina a
uno el placer del comentario que tenía preparado sobre la Selección de Carrasco,
así que vea usted lo que son los robos de portones. Portones famosos ha habido
siempre, siendo el más comentado el viejo portón celestial a cargo de San
Pedro, el santo de las grandes llaves, que según se sabe más de una vez se lo
han querido afanar, e incluso hay quien le cambió la cerradura y quien inventó
ganzúas apropiadas para entrar y salir a todo antojo. Pero no ha de haber afane
de portón más escandaloso e increíble que el de la Aduana de Villa Soriano,
aquí, en Uruguay viejo y peludo. Portón de dos hojas, de hierro forjado,
declarado en su momento Patrimonio Histórico de la Nación , el portón, sí señor,
de alto valor. Hace diez años, en 1993, alguien vio que necesitaba ser
reparado, y autoridades de la Dirección Nacional de Aduanas y de la Intendencia de
Soriano, lo hicieron sacar de sus goznes y llevarlo al taller de la municipal.
Y ahí, se esfumaron, volaron, desaparecieron las dos hojas del portón, voló el
portón, no se supo nada más del portón. Tres años más tarde, alguien, en un
ataque de practicidad y nervios, denunció el robo. Hoy, a siete años de la
denuncia, y a diez de desaparecido, el portón es declarado oficialmente
perdido. ¿Y los culpables, los responsables? Se diluyeron, al igual que el portón.
Caso cerrado. Ahora andá a reclamarle a Lissidini.
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