“Pero más sabe por
viejo”
G Lagos
Aunque faltaban algunos años para la Revolución Cubana ,
la Guerra Fría
fue causa de varios episodios conflictivos en nuestro país durante la década
del 50. Uno de ellos tuvo lugar el 19 de abril de 1955, cuando un grupo de
jóvenes secuestró y quemó todos los ejemplares en venta de "Tata
Vizcacha", recién publicado por el entonces veinteañero Washington Benavides.
Cincuenta y siete años después, el viernes, el autor fue testigo de la
reedición de aquella boicoteada opera prima.
La ceremonia, que tuvo mucho de
desagravio, comenzó en la misma plaza principal de Tacuarembó en la que hace
casi 60 años se prendió fuego la totalidad de los ejemplares de "Tata
Vizcacha" disponibles en las cuatro librerías de la ciudad.
Espontáneamente, dos mujeres se separaron de la pequeña multitud para
entregarle jazmines del país al poeta, que procedió a arrojar las flores en el
sitio exacto donde décadas atrás se produjo la quema. Luego, recitó a José
Martí: “Cultivo una rosa blanca/ en junio como enero/ para el amigo sincero/
que me da su mano franca./ Y para el cruel que me arranca/ el corazón con que
vivo,/ cardo ni ortiga cultivo;/ cultivo la rosa blanca”.
Después, homenajeado y
homenajeadores (entre ellos, el editor Gustavo Maca Wojciechowski y los poetas
Elder Silva y Agamenón Castrillón, la profesora María Estela Olivera Prieto,
los músicos Eduardo Larbanois y Enrique Viera) cruzaron la calle hasta la Casa Universitaria
que la Universidad
de la República
tiene en Tacuarembó. “Esa casa era de Celiar Ortiz, político colorado que fue
ministro de Defensa de Martínez Trueba”, aclara ahora Benavides, acentuando el
vaivén entre política y literatura que domina todos sus recuerdos del episodio.
Para él, "Tata Vizcacha"
fue quemado por sus ataques a la moral pueblerina, pero sobre todo por las
denuncias que suponía para el statu quo local. El escritor cree firmemente que
los jóvenes que llevaron a cabo la acción son los que el 14 de julio de 1955
constituyeron el Movimiento de Acción Democrática (MAD), un grupo cuyo
manifiesto fundacional destaca como objetivo el combate a los “rusófilos” que
pretendían “deslizar en el seno del estudiantado y la sociedad toda” la semilla
del “desapego a las instituciones y la infiltración de normas e ideologías
foráneas”.
En esto, el MAD (Benavides recalca
el significado en inglés de la sigla -loco-, como si fuera un retroacrónimo) no
era un caso aislado. Por esos años se formaban, en Montevideo, agrupaciones
similares, como el Movimiento Antitotalitario del Uruguay, la Liga Oriental
Anticomunista, el Movimiento Nacional para la Defensa de la Libertad y más tarde
-tras el triunfo de la
Revolución Cubana- la Asociación para la Lucha Ejecutiva y
Repudio de los Totalitarismos de América (cuyo acrónimo, ALERTA, sí era
buscado), entre otras organizaciones.
Benavides también vincula la
creación del MAD con el ambiente que propiciaba Benito Nardone, el líder
ruralista que le dio el triunfo al Partido Nacional en las elecciones de 1958,
al romper su alianza con los colorados y acordar con el herrerismo. Tras la
consecución del gobierno, la
Liga Federal de Acción Ruralista acentuó su cariz
nacionalista y anticomunista. “Mucha gente del movimiento Nuevas Bases, como
Methol Ferré, Washington Reyes Abadie y Real de Azúa, creyó que el ruralismo
podía ser una tercera posición respecto de los partidos tradicionales, pero
luego comprendieron su error; el tercerismo recién llegaría con la Unión Popular y
luego con el Frente Amplio”, afirma Benavides, en una especie de resumen de la
genealogía del tercerismo en nuestro país (que Aldo Solari historió y analizó
con énfasis en la bipolaridad mundial y no en nuestro sistema partidario).
“Nunca le llevés la contra”
¿Qué molestó tanto de "Tata
Vizcacha"? Aunque Benavides alteró la mayoría de los nombres, su
descripción de tipos humanos estaba demasiado cerca de algunos personajes
locales. Según él, lo que intentó fue hacer un catálogo de las desigualdades de
clase y de las miserias de la sociedad tacuaremboense.
El libro contenía 29 poemas, cada
uno precedido (y en algunos casos también cerrado) por una cita de los
“Consejos del Viejo Vizcacha” que José Hernández incluyó en la segunda parte de
su "Martín Fierro". Por si hiciera falta, Benavides alerta sobre las
malas lecturas que se han hecho de este personaje literario: “No es el gaucho,
es el antigaucho. Vizcacha es acomodaticio, sumiso, ladino”. El poema
introductorio constata el triunfo de su moral: “Tata Vizcacha, estamos en tu
tiempo:/ todo te pertenece: tierra y árbol;/ la hacienda, el hombre precavido,/
a lo manso, camina en tus consejos”.
Son consejos que el poeta desoye:
los poemas siguientes son biografías someras de patrones prepotentes,
solteronas chismosas, intermediarios aprovechadores, jueces indolentes y
escritores serviles. Pero también hay empatía: hacia una joven embarazada,
hacia un poeta mutilado, hacia un sindicalista asesinado, hacia un veterano de
guerra engañado. En el medio, se cuelan algunas consignas de la época, como la
de reforma agraria, y la denuncia al clientelismo de los partidos
tradicionales.
Tras las guiñadas telúricas, el
poemario esconde inspiración y pretensiones universales: el modelo admitido
-ahora abiertamente- por Benavides fue la "Spoon River Anthology"
publicada en 1915 por el estadounidense Edgar Lee Masters. En sus versos
-epitafios escritos por los propios muertos, que suman más de 200- ya está la
fórmula de pueblo ficticio más colección de personajes singulares que
fascinaría, vía William Faulkner, a escritores como Onetti y García Márquez.
La lectura precoz de Lee Masters
-“era un erudito desde niño; no lo digo como una virtud”, aclara Benavides- fue
el disparador de "Tata Vizcacha": “Se me ocurrió hacer un poema
dividido en cantigas, cada una iba a ser un personaje, un detentador del poder
en Tacuarembó, sus seguidores o alcahuetes, y las víctimas”.
“Lo que es yo nunca me aflijo”
La reedición que acaba de lanzar
Yaugurú, coordinada por el poeta Agamenón Castrillón -discípulo, como muchos
tacuaremboenses, de Washington Benavides, verdadero faro para varias
generaciones de artistas norteños-, contiene varios plus. Además de notas de
Castrillón, se reproduce la entrevista que Elder Silva le realizó a Benavides
en 1986 (para el periódico La
Hora ), en la que el poeta documentaba por primera vez el
episodio de la quema de su libro junto con una carta en la que Benavides le
refiere el asunto al intelectual argentino Saúl Sosnowski. Por otra parte, se
incluyen reproducciones facsimilares del acta fundacional del MAD y de algunas
referencias en prensa a "Tata Vizcacha".
Todo esto, más el habitual cuidado
de las ediciones Yaugurú, hace que la reedición sea “excepcional”, según el
autor. El contraste con la original es grande: tenía la mitad de páginas y su
edición fue demorada (en la tapa se fecha 1954-1955) porque la imprenta
tacuaremboense Coitinho & Cía. no tenía tipos suficientes para componer el
libro; cuando finalmente arribó una remesa de tipos desde Montevideo, resultó
que eran distintos y la diferencia quedó reflejada en la letra despareja de la
edición.
El retraso, además, habría
supuesto una desventaja histórica para Benavides, quien considera que los de
"Tata Vizcacha" son antipoemas similares a los que por entonces
estaba dando a conocer el chileno Nicanor Parra. Entre los pocos críticos que
tuvo el poemario de Parra, estuvo Mario Benedetti, quien en su artículo
“Canjeables e inadaptados” (publicado en Marcha en 1958) reconocía la
originalidad de "Tata Vizcacha" (aunque lo consideraba “vulnerable en
lo específicamente literario”). Benavides cree que Benedetti utilizó algunos de
los recursos de "Tata Vizcacha" (y de Neruda) en sus Poemas de la
oficina, de 1956. Ambos, Benedetti y Benavides, habrían entrado en una alianza
tácita contra la poesía anterior, que consideraban, por atildada o por
metafísica, estérilmente alejada de las circunstancias del presente.
Dúctil, prolífico, lúdico
generador de heterónimos -por su variedad de registros Luis Bravo lo llama “el
poeta constelado”-, Benavides siguió publicando asiduamente luego de aquel
episodio de 1955, y tendría experiencias más duras durante la dictadura
militar: fue apresado y torturado en 1973, según él por su colaboración
artística y cercanía personal con Alfredo Zitarrosa (Darnauchans es el otro
gran nombre asociado a este creador fuertemente vinculado a la música). Pero
ahora, a sus 81 años, el todavía docente universitario confiesa que le duele
que aquel episodio de tiempos en que era un joven profesor de literatura haya
ocurrido en plena democracia, a metros de la intendencia y de la Jefatura de Policía de
Tacuarembó, sin que mediara denuncia o acción judicial alguna.
Extraído de: http://ladiaria.com.uy
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