sábado, 30 de junio de 2012


¡Dale Vincent!...vení a pintar conmigo



Damián Ibarguren Gauthier

El día que se me vino a la mente la posibilidad de pasar por Arles y estar en Place du Forum, en el café de la noche, se me hizo un nudo en el estómago, y creo que no dormí bien. Me imaginé que el lugar iba a estar lleno de pintores con sus caballetes copiando la impresión que Van Gogh tuvo sobre la noche.
 Dos meses después: Googelmap y GPS de por medio nos perdimos entre las calles medievales de Arles.
Deja pasar el camión de los moros…
¡Uy! esa familia bajando las cosas de la playa, bueno esperemos…
¡Cuidado la bicicleta! ¡Qué calor!
Todo entre paredes centenarias, la caliza a centímetros del esmalte de la camioneta…
Al fin un estacionamiento.
Arles es mas grande de lo que imaginé, grande en tamaño y en historia. Plazas, iglesias, ruinas romanas, medievales, renacentistas, además de la parte industrial, los hoteles, los comercios. Todo lleno de turistas chinos sacando fotos, un tejano de cowboy blanco. Luego de pasar varias plaza y recodos, iglesias, un ayuntamientos de cientos de años, reliquias históricas  donde un borracho le da de comer a unos gatos.
El Forum, está ahí, lleno de sombrillas, mesitas, turistas y más turistas. Van Gogh y su mundo, mi mundo, parecen bien lejanos, ajenos a los demás. Ni un solo pintor, ni un dibujante… yo con toda la plaza para mí. Nos sentamos en una mesita, casi, casi, en el punto exacto desde donde mi amigo Vincent en el 1898 pintó la noche. Café de por medio, (acá es café a au crem no Au laite) ablandando la mano dibujo lo que yo veo en  “la esquina” esa, e imagino al pintor de la noche, como yo,  igualmente anónimo y ninguneado por los visitantes al cafés.
Entonces el héroe de todos los tiempos estaba sentado a mi lado, éramos dos pintores mirando esa esquina. De alguna manera somos más amigos ahora. Me hubiera animado a criticarle o sugerirle modificaciones en su pintura. ¿No pintaste los restos romanos incrustados en la esquina? ¿Por qué? ¿Eran poco modernos? En fin.
 Al otro día fuimos al puente de los ingleses. Bastante modificado está el puente en si, uno lo reconoce por la estructura móvil, pero estas ahí, tocas la madera.
Llueve.
Tengo que dibujarlo desde la camioneta.
Me gusta ver entre los árboles, adivinar a Vincent caminando por ahí con el caballete a cuesta. El con sus “rayes”, yo con los míos.
Dibujo y seguimos adelante.
El sur nos espera, uvas, naranjas y vinos. Listo, ojalá que haya buen clima para la playa. No puedo dejar de imaginarme a Vincent temblando solo de short colorido, su piel blanca, antes de meterse al agua.
 “…!Dale no seas maricón...!”

 ¡Splash…!

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