El bicho, reflejo del Siglo XX
Aldo Roque Difilippo
"Gregorio Samsa despertó una mañana dándose cuenta de que era un
bicho, un insecto... Pues
esto es el siglo XX", comentaba el escritor mexicano Carlos Fuentes. Hace
129 años, en el centro mismo de la ciudad de Praga, nacía Frank Kafka, autor
que a su pesar ganó popularidad mundial por su obra, sobre todo por "La
metamorfosis", y que como pocos, sintetizó y expuso los dobleces más
intrincados del alma humana. Su apellido convertido en adjetivo se utiliza para
sintetizar los tortuosos laberintos del poder, o como sinónimo de
absurdo-siniestro. Un escritor que despreciaba las ediciones de sus textos, al
punto que destruyó mucho de sus manuscritos, y que encontraba placer en el
solitario y simple hecho de crear.
"Muchas veces he pensado que la mejor forma de vida, para mi,
consistiría en recluirme en lo más hondo
de un sótano espacioso y cerrado, con una lámpara y todo lo necesario para
escribir. Me traerían la comida y me la dejarían siempre lejos de donde yo
estuviera, tras la puerta más exterior del sótano. Ir a buscarla, en camisón a
través de todas las bóvedas del sótano, sería mi único paseo. Luego regresaría
a mi mesa, comería lenta y concienzudamente, y me pondría otra vez a escribir",
confesó Kafka a Felice Bauer en 1913.
Afortunadamente la sensibilidad de Max Brod, fue más
fuerte que su lealtad de amigo, desconociendo las instrucciones dejadas Kafka
quien pretendía que sus manuscritos fueran destruidos.
Esa necesidad de
destrucción, seguramente surge de una autocrítica despiadada, ya que Kafka
concebía la experiencia transformadora del libro: "Si el libro que leemos
no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?... Un libro
tiene que ser le hacha que rompa la mar congelada en nosotros".
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