ENRIQUE AMORIM POR SANTIAGO RONCAGLIOLO
La memoria traicionada
Alfredo
Alzugarat
En
2010, Alcalá Grupo Editorial, de Jaén (España), titular de los derechos
universales de propiedad intelectual de la obra de Enrique Amorim, encargó al
narrador peruano Santiago Roncagliolo la realización de una "historia
real" que diera cuenta de la vida del escritor uruguayo como primer paso
para una posterior publicación de sus libros. El desafío presentaba aristas
difíciles de salvar. Había que difundir a Amorim cincuenta años después de su
muerte y en España, un país donde casi nadie sabía de su obra.
Según
declaraciones del propio Roncagliolo (11/03/2012), la editorial contaba con un
"gancho perfecto" para hacer compatibles ambos extremos: Amorim
habría trasladado los tan buscados restos mortales de Federico García Lorca y
los habría enterrado bajo un monumento que construyera en su honor en Salto,
Uruguay, a siete mil kilómetros de distancia. Era algo insospechado aún para el
mayor biógrafo del poeta, el irlandés Ian Gibson, con sus más de cuarenta años
investigando el tema. Existían además, celosamente custodiadas por los
descendientes, las memorias inéditas Por orden alfabético, que el escritor
guardó "con la esperanza de que alguien viniese después a recuperar su
historia", donde "dejó constancia de toda la gente que había
conocido, de sus anécdotas con ellos, de su admiración por los artistas",
memorias que por supuesto incluían a Federico y en las que se daba a entender que
"hay cosas de las que no puede hablar".
De
acuerdo con estos elementos, en la "historia real" Amorim, que ya
contaba en su haber con el vínculo demasiado amistoso del dramaturgo Jacinto
Benavente, se enamora perdidamente de García Lorca a su llegada a Montevideo en
1934. Se instala junto a él en el Hotel Carrasco y le sigue a todas partes. El
romance llegó a ser tan entrañable que Federico, durante un crepúsculo en
Atlántida, le recitó al uruguayo su "Oda a Walt Whitman". No se sabe
bien hasta dónde alcanzó la relación entre ambos, pero como en toda historia de
amor surgió un rival: Pablo Neruda. Fue Federico quien tuvo la iniciativa y, si
bien el chileno se sintió tentado, triunfó su condición de mujeriego
empedernido. Triste y frustrado, Amorim se hizo amigo de su primo Jorge Luis
Borges, cuyo ánimo era el mismo tras su fracaso con Norah Lange.
"Compartían duelo por los amores perdidos", dice el narrador. Tras la
muerte de Federico, Amorim se volvió comunista para poder luchar contra los que
habían asesinado a su enamorado. Cuando se encontraba con Neruda ambos parecían
"viudas de un mismo mártir". Además el comunismo le servía para
promocionarse. En ese tiempo trató de acercarse al también español Pablo
Picasso, otra obsesión "muy similar a la que había desarrollado años antes
con García Lorca" según esta "historia real".
EXPERTO
EN DISFRACES. Aunque el asunto es largo, lo que más importa en el relato de
Roncagliolo son las primeras cien páginas. Desde el primer momento hay que
grabar a fuego las dos únicas características que definen para siempre la
personalidad de Amorim: la homosexualidad y el ser acomodaticio por interés
propio, es decir, un "camaleón". No importa si las dos ideas nacen de
una deducción conjetural, una vez dichas se las maneja como verdades y se las
reafirma con todo cuanto acontece, machaconamente, sin piedad. Tampoco importa
que el uruguayo tenga fama de lo contrario, de mujeriego y de hombre generoso.
También es un experto en disfraces. Así, las contradicciones se resuelven con
facilidad: todo lo aparente es una simulación, lo presuntamente simulado es la
única verdad. Una vez impresas esas ideas sobre el personaje en la mente del
lector, puede ampliarse la historia: incorporar su obra escrita, sus proyectos
en el cine, su esposa y su hija adoptiva, sus días en Salto, el chalet Las
Nubes, el tejido de relaciones sociales. Pero entonces ya todo está
condicionado, todo deriva o tiene que ver con aquellas dos ideas.
También
se puede dar paso a los antecedentes de los que se vinculan a él y a los sucesos
históricos que los acompañaron. Se puede contar la trayectoria de García Lorca
y además la de Neruda, la de Borges, Horacio Quiroga, Picasso, Salvador Dalí,
Charles Chaplin, Louis Aragon, la guerra civil española, la muerte de Stalin.
Armar un gigantesco friso y hacerlo converger, natural o forzadamente, en
Amorim o en Lorca. De las 328 páginas del relato, solo 175, poco más de la
mitad, refieren directamente al escritor uruguayo. El resto es una amplia
colcha de retazos, un patchwork donde se reescriben fragmentos de las memorias
de Neruda o de biografías de las "estrellas" antes citadas.
En
este contar de la vida de Amorim entran en escena solo cuatro escritores
uruguayos: el ya mencionado Quiroga, un casual Alfredo Mario Ferreiro, Ricardo
Paseyro (más por ser chofer de Picasso que por poeta) y Alfredo Gravina. Poca
cabida tienen figuras locales. Ni siquiera merece tal distinción Paco Espínola,
que en 1948 viajó junto a Amorim a un Congreso de Escritores por la Paz , en Cracovia. No existe la AIAPE (Alianza de
Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores), de la que Amorim fue activo
miembro. Tampoco la imagen tutelar del argentino Baldomero Fernández Moreno. Lo
que importa son las estrellas del "glamur", como dice el autor:
realzan al personaje y le otorgan dimensión mundial a la historia. En otras
palabras, proveen de "marketing", algo que Amorim persiguió toda la
vida, según se dice, aunque es seguro que no debió conocer ni la palabra.
La
misma parquedad hay con respecto a su obra. Si creó narrativa gauchesca fue
porque era la única donde encontraba cierto éxito. "El universo rural que
alimentaba sus novelas le resultaba ajeno", se puntualiza, porque
"solo conocía el campo de los ricos propietarios, no el de los
vaqueros" (sic). En la amañada bibliografía de este libro, donde las obras
son mencionadas por orden alfabético de los títulos y no por sus autores, no
figura un clásico uruguayo como Narradores de esta América, de Emir Rodríguez
Monegal, ni la edición crítica de La
Carreta que Fernando Aínsa coordinó con el patrocinio de la Unesco en 1988.
Es que
en la narración Amorim importa solo por homosexual y por "talentoso
camaleón social", admirador de artistas, desesperado por trepar al
"glamur". Así planteado, sin complejidad humana, sin hondura espiritual,
sin una literatura auténtica, el Amorim de Roncagliolo responde con exactitud a
lo que el escritor E. M. Forster, en su ensayo Aspectos de la novela,
presentaba como un "personaje plano" o chato. Es decir, alguien
definido por uno o dos rasgos siempre inalterables, alguien sin evolución,
suceda lo que suceda. No otra cosa experimenta el lector con Federico García
Lorca más allá de su "gracia gitana" y de que "siempre estaba de
fiesta". Lejos de una pretendida escritura biográfica esta es una mala
novela de personajes planos que deambulan entre luminarias en un mundo de odios
y resentimientos.
CANCHA
EMBARRADA. Se señala con especial énfasis, entre otras razones, la obra
Federico García Lorca. L`homme. L`uvre (1956), ensayo en el que Jean Louis Schonberg
buscó obsesivamente, por más de trescientas páginas, en la trayectoria del
poeta y en todos sus versos y metáforas, indicios que demostraran su
homosexualidad en tiempos en que esta era solo un secreto a voces. El mismo
proceder parece repetirse aquí con Amorim. Al menos la intención es la misma.
Sobre Schonberg en particular se expidió Carlos Blanco Aguinaga afirmando que
"lo único que logra partiendo de un hecho quizá cierto es reducir toda la
psicología del poeta a uno de sus elementos y entender de la manera más
superficial la relación entre la personalidad de Lorca y su obra; con lo cual,
de paso, no solo no añade su libro nada esencial, sino que todo él termina por
convertirse en un desmesurado y torpísimo engaño." La crítica de Blanco Aguinaga
vale de igual modo para este volumen.
Con
todo, no es posible discutir las afirmaciones de El amante uruguayo. No es
posible a pesar de que sobran los "probablemente", los
"quizá", los "tal vez", las constantes conjeturas, rumores
y sugerencias. El autor nos recuerda, una y otra vez, las memorias inéditas que
sólo él habría logrado ver. Uno puede preguntarse por qué no se publican
directamente esos escritos, por qué no se dan a conocer esos textos si son tan
reveladores. Lejos de eso, todas las veces se los cita parcialmente. Más aún,
luego se explica lo que se citó, procurando eliminar todo otro margen de
interpretación y conducir de la nariz al lector hacia una sola versión de los
hechos.
La
referencia a otros documentos, como las cartas dirigidas a Amorim conservadas
en el Archivo Literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay, da la pauta de
que esas memorias inéditas resultan, a pesar de todo, insuficientes para la
hipótesis que guía a la "historia real". Al menos en un caso, la
transcripción de esos papeles, en su mayoría manuscritos, no es confiable: la
carta de Rafael Alberti invitándolo a su casa de Punta del Este aparece
sutilmente alterada y no figura en los créditos. Para "embarrar aún más la
cancha" o "para abrir el paraguas", hacia el final del libro se
pueden encontrar citas como esta: Amorim "dejó para la posteridad multitud
de pistas engañosas y mensajes confusos". Y refiriéndose al monumento o
tumba de García Lorca, se añade: "En lo relativo a este episodio, él
(Amorim) trató de que creyésemos -y quizá creyó el mismo, y quizá tuvo razones
para creer- que lo que estaba haciendo no era un monumento, sino un
sepulcro", etc. "Sus falsedades podrían haber sido anzuelos para
alguien como yo", confiesa el autor en otra parte, por las dudas. Aunque no
falta cierto cinismo: "Sería hermoso que la historia fuese siempre como
queremos", dice.
Al ser
presentado como historia real, este libro resulta una total irresponsabilidad.
Es una bufonada cruel y un melodrama de cuarta. La burla y la banalización campean
en sus páginas. Borges no es Borges sino "Georgie", como lo llamaba
su madre cuando era chico, a Picasso solo le importan sus amantes, Salvador
Dalí se desvive por el tamaño de su pene. Los mundos del arte y de la política
son infiernos de celos, rivalidades, envidias, traiciones, donde nada vale la
pena o, en todo caso, lo único que importa es el sexo y el apetito de éxito.
Así también es el libro: vale lo mismo un chimento o un rumor que tal vez unas
pocas certezas.
Al fin
del relato la noche es absoluta. Amorim muere cansado y decepcionado. Hasta
Borges lo olvida y todos lo traicionan. Lo expulsan de Buenos Aires y de París,
lo traiciona la gente en la que confía y lo traicionan los comunistas locales y
los "jefazos" internacionales, Neruda, Picasso, Aragon. Lo único
cierto, sin embargo, es que ahora, con esta publicación, se ha traicionado su
memoria.
EL
AMANTE URUGUAYO. Una historia real, de Santiago Roncagliolo. Alcalá Grupo
Editorial, 2011. Jaén (España), 362 págs. Distribuye Océano.
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Muy
uruguayo
En
virtud del contrato realizado con sus herederos, la obra literaria de Enrique
Amorim está en manos de la pequeña editorial andaluza Alcalá. El 13 de junio,
en el marco de una semana de homenaje a García Lorca, El amante uruguayo fue
presentado en Nueva York con el auspicio del Instituto Cervantes. En España,
mientras tanto, se han reeditado La carreta y El paisano Aguilar.
La
globalización del autor ha generado cierta expectativa con sus libros. La
acción lleva implícita una irresoluble contradicción: por más que
artificialmente se lo quiera vincular a tierras ibéricas, Amorim es un escritor
con un fuerte anclaje en lo uruguayo y en lo rioplatense, en sus ambientes, en
sus personajes, en su expresión. Sólo un público muy especial podría disfrutar y
asimilar cabalmente sus obras en España.
Extraído
de: http://www.elpais.com.uy
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