La muerte de Pi Hugarte le deja un
enorme legado a la antropología
El
científico viajó por el mundo y escribió sobre aspectos tan diversos como el
aporte charrúa y los cultos afroamericanos
Valentín Trujillo
Un
sentimiento de tristeza general invadió ayer el ambiente académico y
universitario uruguayo al concoerse en horas de la mañana la muerte del
antropólogo Renzo Pi Hugarte por una insuficiencia cardíaca. Tenía 78 años.
Varias personalidades de la cultura y del
conocimiento, y que trataron a Pi a lo largo de su extensa carrera académica se
refirieron a vida y a su legado como investigador, como escritor y como
persona.
Su
profesor y amigo, el (entre otras cosas) antropólogo Daniel Vidart resaltó a El
Observador la gran inteligencia de Pi Hugarte como científico, aunque aclaró
que la antropología “en muchos casos es más un oficio que una ciencia”. “Era un amigo entre los amigos: nunca se
apagó en él la llama de la amistad”, agregó Vidart.
“Era un
ser de otro planeta. Con una vida tan complicada, con un exilio a cuestas,
varios matrimonios, cuatro bypass cardíacos... Sin embargo siempre se dedicó a
la antropología con gran pasión”, dijo el también antropólgo Germán Weinstein,
compañero de generación de Pi y como él, alumno de Vidart del Instituto de
Estudios Superiores en 1953. Los tres forjaron desde entonces una amistad que
entrelazó lo académico con lo personal.
“Lo
queríamos más por sus defectos que de pronto eran virtudes”, reconoció Vidart,
muy emocionado.
Por su
parte, desde el ámbito político, el diputado del MPP, Sebastián Sabini, destacó
el valor de la obra de Pi, un antropólogo “a quien da gusto leer”, según
publicó en su cuenta de Twitter.
Hijo del Uruguay profundo
Renzo Pi
había nacido en Florida en 1934, hijo de descendientes de catalanes y vascos.
“Pi significa ‘pino’ en catalán, y Hugarte es ‘isla’ en euskera”, acotó Vidart,
con quien Pi publicó El legado de los inmigrantes.
A partir
de los 18 años, Pi formó con Vidart y Weinstein un “trevere”, un trío de
intelectuales que se influía mutuamente.
“Integramos
las misiones sociopedagógicas de la
Facultad de Derecho e hicimos una investigación sobre la vida
en el rancherío de Cañas, en Tacuarembó. Fue nuestro primer trabajo serio y se
publicó”, contó Weinstein.
Unos años
después, en 1957, Pi y Weinstein realizaron un viaje de cuatro meses por la Amazonia. “De locos que
éramos, navegamos por el río Madeira, luego por el Amazonas y retornamos por el
Atlántico”, narró el compañero de viaje, quien remarcó que la travesía tuvo
algo del viaje iniciático de Ernesto Guevara. “Estábamos marcados por el
espíritu latinoamericano”, agregó.
El ‘Mayo
francés’ encontró a Pi en París, donde estudió con eminencias como André
Leroi-Gourhan. Allí se recibió. Además viajó por buena parte de Europa.
Saltamontes
Pi
Hugarte se exilió durante la dictadura militar, básicamente en Ecuador. Vidart,
que entonces trabajaba para Unesco en Colombia, le encargó una investigación en
la región del Putumayo.
“Todos
los que debimos exiliarnos tuvimos una producción académica a los saltos, como
saltamontes”, dijo Weinstein.
Con la
democracia regresó al país y dio clases en Facultad de Humanidades. Uno de sus
principales temas fue analizar con ojo clínico el verdadero legado de los
charrúas. Su libro Los indios del Uruguay es parte de este corpus. “Con Renzo
combatimos desde la ciencia ese fundamentalismo que es la ‘charrulandia’, creer
que los charrúas fueron más que una tribu de cazadores y recolectores”, explicó
Vidart.
La muerte
de Pi deja un vacío pero también un gran legado, que se completa con sus
recientes investigaciones sobre temas de posesión, como las macumbas y el vudú.
Uno de
sus hijos, Alejandro Pi, trabaja en cine y fue uno de los directores de la
película uruguaya Reus.
Extraído
de: http://www.elobservador.com.uy
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