viernes, 17 de agosto de 2012

La muerte de Pi Hugarte le deja un enorme legado a la antropología





El científico viajó por el mundo y escribió sobre aspectos tan diversos como el aporte charrúa y los cultos afroamericanos





Valentín Trujillo



Un sentimiento de tristeza general invadió ayer el ambiente académico y universitario uruguayo al concoerse en horas de la mañana la muerte del antropólogo Renzo Pi Hugarte por una insuficiencia cardíaca. Tenía 78 años.
Varias personalidades de la cultura y del conocimiento, y que trataron a Pi a lo largo de su extensa carrera académica se refirieron a vida y a su legado como investigador, como escritor y como persona.
Su profesor y amigo, el (entre otras cosas) antropólogo Daniel Vidart resaltó a El Observador la gran inteligencia de Pi Hugarte como científico, aunque aclaró que la antropología “en muchos casos es más un oficio que una ciencia”.  “Era un amigo entre los amigos: nunca se apagó en él la llama de la amistad”, agregó Vidart.
“Era un ser de otro planeta. Con una vida tan complicada, con un exilio a cuestas, varios matrimonios, cuatro bypass cardíacos... Sin embargo siempre se dedicó a la antropología con gran pasión”, dijo el también antropólgo Germán Weinstein, compañero de generación de Pi y como él, alumno de Vidart del Instituto de Estudios Superiores en 1953. Los tres forjaron desde entonces una amistad que entrelazó lo académico con lo personal.
“Lo queríamos más por sus defectos que de pronto eran virtudes”, reconoció Vidart, muy emocionado.  
Por su parte, desde el ámbito político, el diputado del MPP, Sebastián Sabini, destacó el valor de la obra de Pi, un antropólogo “a quien da gusto leer”, según publicó en su cuenta de Twitter.

Hijo del Uruguay profundo
    Renzo Pi había nacido en Florida en 1934, hijo de descendientes de catalanes y vascos. “Pi significa ‘pino’ en catalán, y Hugarte es ‘isla’ en euskera”, acotó Vidart, con quien Pi publicó El legado de los inmigrantes.  
A partir de los 18 años, Pi formó con Vidart y Weinstein un “trevere”, un trío de intelectuales que se influía mutuamente. 
“Integramos las misiones sociopedagógicas de la Facultad de Derecho e hicimos una investigación sobre la vida en el rancherío de Cañas, en Tacuarembó. Fue nuestro primer trabajo serio y se publicó”, contó Weinstein. 
Unos años después, en 1957, Pi y Weinstein realizaron un viaje de cuatro meses por la Amazonia. “De locos que éramos, navegamos por el río Madeira, luego por el Amazonas y retornamos por el Atlántico”, narró el compañero de viaje, quien remarcó que la travesía tuvo algo del viaje iniciático de Ernesto Guevara. “Estábamos marcados por el espíritu latinoamericano”, agregó.
El ‘Mayo francés’ encontró a Pi en París, donde estudió con eminencias como André Leroi-Gourhan. Allí se recibió. Además viajó por buena parte de Europa.

Saltamontes
    Pi Hugarte se exilió durante la dictadura militar, básicamente en Ecuador. Vidart, que entonces trabajaba para Unesco en Colombia, le encargó una investigación en la región del Putumayo.
“Todos los que debimos exiliarnos tuvimos una producción académica a los saltos, como saltamontes”, dijo Weinstein.
Con la democracia regresó al país y dio clases en Facultad de Humanidades. Uno de sus principales temas fue analizar con ojo clínico el verdadero legado de los charrúas. Su libro Los indios del Uruguay es parte de este corpus. “Con Renzo combatimos desde la ciencia ese fundamentalismo que es la ‘charrulandia’, creer que los charrúas fueron más que una tribu de cazadores y recolectores”, explicó Vidart.
La muerte de Pi deja un vacío pero también un gran legado, que se completa con sus recientes investigaciones sobre temas de posesión, como las macumbas y el vudú.
Uno de sus hijos, Alejandro Pi, trabaja en cine y fue uno de los directores de la película uruguaya Reus.


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