viernes, 30 de noviembre de 2012

Apuntes de poesía
Una mirada a la poesía inglesa




Ángel Juárez Masares


En alguna oportunidad hemos hecho referencia a los nuevos poetas que intentan versificar por estos días, señalando una suerte de descuido por las reglas que se deben respetar para evitar que la comunicación de una idea a través de la combinación de palabras se transforme en algo incomprensible. Revertir esto dependerá de la autocrítica de quien lo hace, pero insistiremos en la necesidad de revisar con objetividad –y rigor-  lo escrito, para que la “poesía” no se pierda en una serie de palabras sin sentido.


Como aporte a tales asuntos, proponemos hoy lanzar una breve mirada sobre la poesía inglesa del siglo pasado -que no es precisamente “moderna”- como una manera de  contribuir al conocimiento de tan difícil rama de la literatura.
Los poetas contemporáneos del Rey Jorge V solían reunir sus producciones mas significativas en antologías, pero las generaciones posteriores consideraron aquella poesía como una derivación del decadente romanticismo.
Hacia 1930 se acusaba de “escapista” a la poesía victoriana, e incluso a la inmediatamente posterior. Según los nuevos críticos, la poesía ha de reflejar la realidad del mundo contemporáneo; no debe rehuir los acuciantes problemas del presente para refugiarse en una esfera de impávida belleza o delicada fantasía. Uno de los pocos poetas respetados por entonces, era Walter de la Mare; pero si reconocían el innegable valor de la técnica con que impone su mundo, al par amable e inquietante, no olvidaban que es una poesía de “evasión”, que busca un refugio en la infancia y en las inmemoriales sugerencias del folk-lore.




There is a wind where the rose was;                         
Cold rain where sweet grass was;                              
And clouds like sheep                                                   
Stream o´er the steep                                                  
Grey skies where the lar kwas.                                    







Hay viento donde estuvo antes la rosa;
en vez de dulce hierba hay lluvia fría;
y nubes como ovejas
se esparcen por los grises
Y abruptos cielos donde la alondra se cernía.


Un refugio aún mas cerrado era la poesía del irlandés William Butler Yeats, reconocido como el poeta inglés mas grande de todos los tiempos. Nacido en el mórbido y fino ambiente de la estética prerrafaelista, se formó bajo el influjo de Rossetti y Walter Pater. “En lo íntimo del corazón –escribió- pensaba que solo debe pintarse lo bello, y que solo son bellas las cosas antiguas y la substancia de los sueños”. El mundo brumoso y policromo de la mitología celta revivió maravillosamente en la primera fase poética de Yeats. Acaso ningún otro lírico contemporáneo ha realizado tan plenamente la poesía como hechizo, como charme, pero de todos modos los poetas jóvenes comenzaron a admirar su obra cuando dejó esas rutas de la mitología y el sueño.

A rivery field spread out below,                                
An odour of de the new-mown hay                          
In his nostrils, the great lord of Chou                      
Cried, casting off the mountain snow,                
“lets all things pass away”                                     



Un campo junto al río se extendía debajo,
el gran señor de Chu, percibiendo el efluvio
de los henos recién segados, exclamaba,
mientras de si apartaba la nieve de las cumbres:
“dejad que todo pase”.


Finalmente es oportuno señalar que en Norteamérica se ha producido durante se período, mayor número de movimientos poéticos que en Inglaterra. Han coexistido las obras de tipo tradicional con los mas osados experimentos; poetas derivados de la época victoriana y líricos sobre-realistas; plácidos cantores de los Lagos, y evocadores del monstruoso y frenético dinamismo del Mid-West.
Han surgido allí; Robert Frost, Carl Sandburg, Elinor Wylie, Archibald Mc Leish, Robinson Jeffers… También en la poesía norteamericana aparece –una y otra vez- la obsesión de la muerte, conviviendo extrañamente con un pujante orgullo vital del hombre por “sobrevivirla”.

Al car las ciudades en ruinas, hay manchas
de herrumbres en piedras costeras, ilegibles
monedas, y se recuerda un poema, de cisnes acaso,
de pájaros, o de hojas de árbol, de caballos,
o de fabulosas formas
de toro…

Estas sombrías meditaciones surgen claramente de una civilización potente, pero junto a ellas persiste en los poetas el plácido sentimiento del campo. El árbol se acurruca en la colina “como un Santo dormido que se ha tornado pardo bajo la lluvia”.
En conclusión, creemos que el abordaje de cualquiera de las disciplinas del arte debería sostenerse sobre los pilares del estudio, o por lo menos de la información existente en tono a ellas.
Creemos en el interés –en este caso de los noveles poetas- por perfeccionar el manejo de la palabra, sobre todo teniendo a mano una herramienta tan maravillosa como el idioma español, y si alguien lo duda, veamos cómo en medio de los horrores de la guerra, Miguel Hernández evoca la esperanza en solo quince palabras perfectamente “acomodadas”:

El odio se amortigua
Detrás de la ventana.
Será la garra suave,
dejadme la esperanza. 

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