viernes, 9 de noviembre de 2012


Cuentito medieval

De como el hombre suele ver, antes que la flor del cáctus, sus espinas…                                                                                                                            

                                                                                                                                Escriba Medieval


Amados Cofrades que tienen la bondad de leer estas historias: esta semana mi desvencijado esqueleto se negó a subir a lo alto de las estanterías del scriptorium; allí donde las arañas conviven con los pergaminos y papiros mas antiguos que el humilde ha sabido atesorar.
Sin embargo estos inconvenientes físicos obligáronme a recurrir al seso en busca de reflexiones para compartir con vosotros, asunto en que debí ser muy cuidadoso para estar a la altura de la inteligencia de quienes me siguen cada semana.
Tras algunos días de pasear por el jardín en busca de un tema que esté en consonancia con vuestra erudición, concluí en hablaros de lo relativo de las cosas del hombre. Quizá siglos mas tarde alguien hablará a la humanidad destos menesteres, elaborando quizá hasta una teoría de la relatividad…no se.
En realidad todo comenzó cuando uno de los aldeanos desta pequeña y lejana comarca vio mis cactus florecidos, allá, en un rincón del jardín rodeado de piedras de colores, y aludió a las espinas que rodeaban las flores antes que a las flores mismas. Eso llevóme a pensar que hay gentes que tienen algunas dificultades para ver la belleza; que ven el polvo acumulado en las viejas escrituras en lugar de las escrituras mismas, y las aves como alimento de los gatos, en lugar de ver en ellas una orquesta de maravillas.
Esas gentes también suelen ver en el prójimo lo malo que el individuo trae desde su condición humana, sin advertir que en este mundo se puede ser bueno o malo, pero se necesitan mas condiciones para ser malo que para ser buenos. De todas maneras, el malo que da la cara merece –cuando menos- el honor de ser combatido, mientras el artero solo merece ser aplastado.
Otra de las actitudes que suele tener el hombre es intentar reducir el talento de quienes lo poseen, pues cuando piensa que el otro “está demasiado alto” tiende a “bajarlo”, la mayoría de las veces, sin causa alguna. Diríase entonces que es relativa la importancia que un sujeto talentoso tiene para su comunidad, aunque ese hombre talentoso no caiga en la cuenta que en realidad lo envidian. De ahí que termine encerrado ejerciendo la vida a su manera, o en todo caso rodeado de cuatro o cinco locos como él, desos que están convencidos que el mundo es tan relativo que hasta se puede dudar de su existencia.
El hombre que ve las espinas de las tunas antes que sus flores, cuando vea pasar al comerciante “acomodado”, dirá también: “Yo lo he conocido cuando no tenía un maravedí. Iba de tarde en tarde a esperar que un monje  le alcanzara un cazo de sopa de legumbres en la puerta del Monasterio”-
-¡No es por envidia que os lo digo!- argumentarán de inmediato y alarmados.
Entonces uno seguirá su camino arrastrando las sandalias en el polvo, y pensando que a estas gentes les resulta mas fácil rebajar a los que “están arriba”, que hacer un esfuerzo por elevarse y alcanzarlos. Claro que en este caso también “estar arriba” es relativo, pero no abundaré en detalles, Amados Cofrades, pues hacerlo sería menospreciar vuestra inteligencia.
Solo agregaré que al hombre “de las espinas” no se le ocurrirá jamás que el otro debió poseer alguna condición extraordinaria para elevarse sobre la senda que él mismo sigue.
Y el hombre sigue criticando en los demás las cosas que él mismo hace; no tolera a los demás las cosas que pretende que el mundo le tolere, y la lista podría ser interminable, además de inútil, simplemente, honorables integrantes desta Cofradía…porque todo es relativo…



Moraleja:
                 Quizá pueda asegurarse que verdad absoluta no exista, mas allá que el hombre dance con la mona, y que de sedas del oriente a ella vista.


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