viernes, 21 de diciembre de 2012

Editorial




De como el hombre teme la llegada del “fin de los tiempos”, sin advertir que Zeus está demasiado ocupado en líos de mujeres como para lanzarnos un rayo destructivo
   


                                                                                                                         

Escriba Medieval



Amados Cofrades: días atrás en esta pequeña y lejana comarca bañada por el Gran Lago Negro, los aldeanos anduvieron preocupados y angustiosos. No fue por el bajo precio que los acopiadores ofreciéronles por el trigo; tampoco porque la lluvia está dejando las praderas llenas de agua y barro acotando las parcelas donde el ganado se alimenta. Tampoco porque el Abad Charles volvió a repetir el mismo discurso que dice cada vez que se aproxima el fin de un año. Nada de eso. Los aldeanos han estado alterados porque desde regiones remotas anunciado que han el fin de los tiempos.
Naturalmente questa noticia no puede conmover en nada a este humilde Escriba, quien hace rato cumplió su función en este mundo, y que por lo tanto cada día que amanece le viene por añadidura.
Mas, en la soledad de mi scriptorium, no pude dejar de pensar en la vida y en la muerte. Sobre la vida ya conocen todos mi impresión, y por lo tanto no os aburriré con moralinas inoportunas. Solo recordaros quiero, que mucho se ha profetizado a lo largo de la historia del hombre sobre cuáles serán los cataclismos que destruirán el mundo. Cientos de sabios quemaron sus barbas en candelas estudiando antiguos documentos para saber algo desta industria. Decenas de oráculos leyeron intestinos de cientos de carneros procurando lo mismo. Cientos de niños fueron sacrificados para aplacar la ira de los dioses, e innúmeras hecatombes ficieron correr por la tierra la sangre de los bueyes inmolados.
Nada ocurrió, por lo menos como los hombres esperaban que ocurriera. Empero todos los días en todo el mundo hay hombres a los que les llega “el fin de los tiempos”, pues -Amados Cofrades- que éste no solamente llega bajo lava volcánica; a través de portentosa inundación, bajo la sombra de la peste, o por la estupidez de las guerras.  El fin de los tiempos tiene formas mas sutiles de llegar, de las cuales solo os mencionaré algunas (para no aburriros, o simplemente ante la posibilidad que tales asuntos no os interesen).
Quizá la peor de las formas sea cuando el hombre pierde la capacidad de relacionarse con sus semejantes, y se queda solo. Cuando pierde al último amigo que tenía porque no supo ver las diferencias naturales que componen el humano carácter; cuando pretendió que ese amigo pensara como él y actuara como él. O como cuando fizo que su mujer no fuera Ella sino su sombra. O cuando pensó que sus hijos eran de su propiedad, sin advertir que él solo es un instrumento que la naturaleza posee para perpetuar la especie. Para ese hombre llegó el fin de los tiempos, porque verdad es que desde la caverna el hombre necesita de sus congéneres, pero también debe saber dónde están las señales de peligro para no quedarse solo, es decir, para que no le llegue “el fin de los tiempos”.
De manera que, Nobles contertulios, disfrutad de la vida sin esperar la muerte, que habrá de llegar sin que la llamen, pero también cuidad de cuanto existe en este mundo, pues su fin es mas probable que cuando llegue sea por nuestras propias acciones, y no por un rayo que Zeus nos lance desde el Olimpo, que demasiado ocupado está  el dios de dioses en sus líos de mujeres para ocuparse de asunto tan insignificante como destruir un mundo como éste.

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