El secreto mejor guardado de China
Las excavaciones en el yacimiento de los guerreros
de terracota continúan deparando sorpresas, pero nadie se atreve a abrir la
tumba del emperador. Podría ser mortal
Zigor Aldama
Arqueólogos chinos en los
trabajos de restauración
de los famosos guerreros de Terracota, en una imagen
de 2007.
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Shanghai:- En Xi’an necesitan a Indiana Jones. Porque nadie quiere ser el primero en cruzar la puerta del palacio subterráneo que guarda la tumba del emperador Qin Shihuang (259 -
Los científicos, que este
mes han dado con un conjunto de diez edificios que abarcan 690 metros de largo y 250 metros de ancho, no
se pronuncian al respecto, pero hay indicios que podrían confirmar el mito. Se
ha encontrado gran cantidad de mercurio que podría ser utilizado como veneno
contra saqueadores, y los planos que han dibujado los arqueólogos chinos
utilizando avanzadas técnicas de volumetría subterránea hacen pensar que el
complejo funerario, cuya distribución tampoco está clara, guarda todo tipo de
sorpresas desagradables, incluidas flechas que se dispararían solas.
A juzgar por el
revestimiento de cromo encontrado en algunas de las esculturas descubiertas
hasta ahora, las armas podrían ser todavía totalmente funcionales. Además, su
sarcófago permanece cerrado en el interior de una pirámide de 76 metros de altura,
cubierta de tierra y preservada por un complejo sistema de drenaje, que no va a
ser fácil abrir. De hecho, el Gobierno se niega a conceder todavía los permisos
para intentarlo, porque considera que no existe tecnología suficientemente
avanzada como para asegurar que el interior no se vea afectado con la apertura.
Donde sí que continúan las
excavaciones es en las cuatro gigantescas naves habitadas por miles de figuras
ancestrales. Allí, cada poco tiempo los arqueólogos desentierran, con el mimo
propio de una madre y la precisión de un cirujano, nuevas esculturas que todavía
se esconden en el subsuelo. Sucedió en junio, cuando desenterraron 120 figuras
de soldados, acróbatas y trovadores, que acompañan a Qin en un mausoleo que
parece no tener fin.
Un campesino dio por
casualidad con el primero de los yacimientos en 1974 y, desde entonces, los
arqueólogos han dejado al descubierto más de 6.000 figuras, todas ellas
diferentes, de un total estimado en unas 8.000. Pero el ejército de terracota
es solo la punta del iceberg de uno de los mayores descubrimientos de la era
moderna, y continúa el debate sobre lo que realmente se oculta bajo el suelo.
Incluso hay quien duda que
las figuras representen a hombres de guerra. Jiu Jiusheng, historiador y
estudioso del conjunto, aseguró en un informe que se trata de sirvientes,
guardaespaldas, y parte de la corte del sanguinario emperador. Teorías, sin
duda, no faltan. De momento, según los expertos, lo único seguro es que Qin
mandó construir su tumba poco después de hacerse con la corona del país, y en
ella pretendía continuar disfrutando de los privilegios del emperador incluso
en el más allá.
Y vaya si lo ha
conseguido. A pesar de que el tiempo es un enemigo formidable, como atestiguan
las heridas que han sufrido muchos de los soldados y de los caballos que ya han
visto la luz decapitados o tullidos, sorprende el buen estado en el que se han
conservado las figuras. En las últimas que han sido desenterradas incluso se ha
salvado gran parte del color original, un hecho que otorga aún mayor realismo a
un ejército que, 2.200 años después de haber recibido tal misión, continúa
guardando los restos del padre de China. Y aportando una fuente sin fin de
ingresos.
Porque no importa cuántas
veces se hayan visto en fotografías. Al natural, los guerreros de terracota de
Xi’an ponen la piel de gallina y bien valen los casi 20 euros de la entrada. No
impresiona solamente la magnitud del conjunto, capaz de rivalizar con la
megalomanía de los faraones egipcios. Asombra también el detalle con el que
están esculpidas estas figuras, retratos exactos realizados a una escala mayor
que la natural. Son arqueros y ballesteros, miembros de la caballería con sus
animales, infantería armada con todo tipo de artilugios de la época, e incluso
35 carros tirados por caballos, de los que solo quedan las efigies de los animales.
Pero lo que más impacta es la sensación de presenciar un yacimiento
arqueológico que está vivo, y que posiblemente no revele todos sus secretos
jamás. Definitivamente, hace falta que vaya Harrison Ford.
Extraído de: www.noticiasliterarias.com
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