viernes, 25 de enero de 2013

Hablando de bueyes perdidos


Cuando de escribir se trata




Ángel Juárez Masares


Actualizar esta publicación todas las semanas conlleva el riesgo de caer en la repetición de temas -asunto que uno trata de evitar- además de darle a lo que se escribe un tono demasiado personal, que también procuramos evitar. El carácter universal que ha cobrado Hum Bral impone que lo escrito sea de fácil comprensión para quienes nos leen en las antípodas. Sin embargo la búsqueda de ese equilibrio también trae riesgos, como quitarle esa frescura cuasi doméstica que quizá fue el componente que nos diferenció de otras publicaciones. Por esas y otras razones, cada vez que nos disponemos a hacerlo surgen las dudas acerca de la validez de lo que escribimos.
Quizá un camino para evitar esas dudas sea no pensar demasiado y dejar que los dedos se deslicen sobre el teclado movidos mas por las emociones que por el raciocinio. Pero ocurre que cuando eso acontece inevitablemente volvemos sobre los recuerdos. Tornan a nuestra mente las noches de pescado asado y vino con aquel Amigo que estuvo 12 años preso solo por leer a Marx, allá en el fondo de su carpintería donde hacíamos un fueguito con recortes de madera. Lo vemos con la mirada puesta en aquel sábalo que traía Ramírez de Villa Soriano, abierto como una luna llena puesta sobre las brasas, con un palito “atizador” en una mano y el vaso de vino en la otra.
Entonces hoy, cuando la edad y las decepciones nos quitaron las ganas de “arreglar el mundo”, nos quedamos pensando en las cosas “pequeñas” de la vida. Un fuego reunidor una noche de sábado, una charla entre Amigos, una tarde a la orilla del río con el pretexto de pescar, o andar descalzo en el jardín poniendo una nueva planta.
Y pensamos cuánto mas fácil sería todo si el hombre tomara conciencia que es finito, que –como dijo Calderón- la vida es sueño, y que nada mas torpe existe que actuar como si todo nos perteneciera, cuando en realidad todo es prestado, y apenas por un rato.
Esta mañana estuvimos bromeando con Álvaro Parés. El envió un video de su perra, corriendo feliz en la nieve parisina. Yo le envié fotos de la mía, que ahora duerme a mis pies y gruñe moviendo sus patas, quizá soñando con un hueso de sabroso “caracú”. Cada uno adujo que su perra es mas linda que la otra, pero los dos sabemos que eso no es importante. Lo importante es estirar la mano y pasarle los dedos por el pelo, detenerse un instante, dejar de escribir, dejar que el alma te baje por el brazo hasta tocar el animal. “Pequeñas” cosas de la vida.
Pero qué cosas tontas que tu escribes, quizá diga alguien… qué se yo, allá por Venezuela, o leyendo Hum Bral en Indonesia. Cuando el mundo se agita en Wall Street, Obama asegura que se acabó la guerra, los chinos elaboran estrategias para llenar el mundo con sus autos, y algunos gobernantes planean “eternizarse” en el Poder.
Todos alguna vez quisimos escribir como Galeano, lanzando la palabra hacia la diana con destino certero, o como García Márquez, fundiendo, borrando, desmintiendo, esa frontera entre realidad y fantasía, o como Borges, encapsulando un mundo en un átomo.
Y nos esforzamos elucubrando ideas y teorías sobre la vida y sus razones, leímos los clásicos buscando saber más, y escuchamos la mas excelsa música procurando enriquecernos, y al final, concluimos que estirar los dedos hasta tocar el perro que duerme a nuestros pies es por un segundo lo que mas importa, o que recordar aquel sábalo-luna abierto sobre la parrilla aún hoy es importante, y también qué importante es “pelearme” un rato con Álvaro Parés por saber cual perra es la mas linda, o en lugar de poner Bach escuchar la lluvia que cae sobre los techos.
Las “pequeñas” cosas de la vida también se pueden transformar en maravillas…si señor… y si no lo cree vea lo que dice Circe Maia:
En un gesto trivial, en un saludo,
en la simple mirada, dirigida
en vuelo, hacia otros ojos,
un áureo, un frágil puente se construye.
Baste eso sólo.
Aunque sea un instante, existe, existe.

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