El
autor español abogó por una toma de posición del escritor ante “los presuntos
desvíos y abusos del poder”, no sólo por su obra sino también a través de sus
“reacciones personales y de su conducta cívica”.
El
poeta y narrador José Manuel Caballero Bonald aseguró este 28 de febrero, tras
ser investido doctor honoris causa por la Universidad Nacional
de Educación a Distancia (Uned), que el escritor “debe ser un vigilante del
poder, de cualquier poder”, y ha de colaborar en “la regeneración moral y
cultural de la sociedad”.
El
escritor debe ser “un testigo de cargo de los presuntos desvíos y abusos del
poder, no necesariamente a través de su obra sino por medio de sus reacciones
personales, de su conducta cívica”, afirmaba Caballero Bonald, ataviado ya con
el birrete y la toga azul claro, característicos de los doctores de la Facultad de Humanidades
de la Uned.
Esta
distinción se suma a la larga lista de reconocimientos que posee Caballero
Bonald, cuya carrera se ha visto coronada por el Premio Cervantes 2012, que el
escritor recogerá el próximo 23 de abril.
Su
amplia trayectoria fue elogiada por Francisco Gutiérrez Carbajo, catedrático de
literatura española de la Uned ,
para quien el autor de Manual de infractores es un escritor “de máxima
excelencia ética y estética de la literatura contemporánea”. Detrás de su obra
“está el alma de Caballero Bonald, un espíritu que nunca se ha dejado vencer ni
convencer, ni manipular”.
El
compromiso del escritor con la sociedad fue el eje central del discurso de
agradecimiento de Caballero Bonald, para quien este doctorado “tiene mucho de
premio a la constancia”. Lleva ya 65 años como escritor, “y esos son muchos
años”.
“Siempre
he pensado que la literatura es el trabajo que mejor me justifica y, en cierto
modo, el que me permite un más perseverante ejercicio de la libertad”, decía
Caballero Bonald en presencia de su mujer, Pepa Ramis; del secretario de Estado
de Cultura, José María Lassalle; de escritores como Luis García Montero y Clara
Sánchez, del cantante Joaquín Sabina y del editor Chus Visor.
El
autor de Entreguerras, ese poemario —el último hasta ahora— del que se siente
especialmente orgulloso, trató de explicar en su discurso cómo entiende él la
función de escritor “en la forja de una sociedad donde la cultura no se quede
en un mero enunciado teórico, sino que consista en la práctica consecuencia de
una moral colectiva, en la búsqueda de un bien común”.
Caballero
Bonald pertenece a una generación, la del cincuenta, que vivió “el infortunio
histórico del franquismo”, y para la gente de su edad el compromiso del
escritor debía anteponerse a su trabajo como creador. El escritor tenía que
“poner al descubierto, sacar a la luz las injusticias y carencias que se
producían a su alrededor”.
Pero,
desde que España recuperó la democracia, no hace falta que el escritor condene
en su obra “las averías sociales” que ve en su entorno, sino que “puede ejercer
una concreta actividad política o social, y elegir que su obra circule
libremente por unos derroteros estrictamente literarios, sin ninguna
dependencia de esas actitudes acusadoras”.
La
voz del escritor, prosiguió, puede alcanzar “un eco que lo sobrepasa”. “No sin
optimismo”, podría afirmarse que lo que dice “es escuchado, y lo que calla
también es tenido en cuenta. Poner el dedo en la llaga supone una dignificación
moral, y guardar silencio una perfidia”.
Aunque
suene a “juicio algo trasnochado”, Caballero Bonald cree que lo único que puede
hacer el escritor “para corregir las erratas de la vida” es intervenir en la
realidad con los medios a su alcance, esto es, “enriqueciendo con su escritura
la sensibilidad ajena”. Su ideología quedará reflejada en su obra, aun sin
proponérselo.
Pero
hay épocas, y la actual es una de ellas, en que “ningún artista puede
sustraerse al papel de testigo, de crítico de la sociedad en que vive y del
poder que la representa”, y más cuando esa función crítica “siempre será
tildada de prescindible por parte de quienes disponen del poder”, señaló
Caballero Bonald.
Algunos
opinan que, en plena democracia, ya no es necesario el compromiso social del
escritor, que puede tener ya algo “de trasnochado, de anacrónico”.
Extraído
de: www.letralia.com
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