Este 18 de mayo se cumplen
232 de la muerte de Túpac Amaru II, José Gabriel Condorcanqui, líder e ícono de
la insurrección americana, compartimos un par de artículos como una suerte de
aproximación a su figura.
Edicto de Túpac Amaru II
manifestando su determinación de sacudir el yugo español
El 4 de noviembre de 1780,
tuvo comienzo una de las rebeliones más grandes en la historia colonial del
continente americano. José Gabriel Condorcanqui, mejor conocido como Túpac
Amaru II, apresó al odiado corregidor (gobernador) de la región de Tinta,
Antonio de Arriaga, le hizo solicitar armas y dinero a sus funcionarios y
convocar a todo el pueblo a la plaza de Tungasuca, al sur del Cuzco. Allí, el
10 de noviembre, bajo un especial marco ceremonial, fue ajusticiado. Entonces,
el huracán de la rebelión andina se había desatado. Pero, ¿quién era este
rebelde?
José Gabriel había nacido
el 24 de marzo de 1740 1, en Surimana, un pueblo ubicado a cuatro mil metros de
altura, en la provincia de Tinta, cercano a la antigua capital incaica.
Huérfano de niño, asistió a un colegio para caciques con derecho a sucesión,
donde aprendió a leer, a escribir y se instruyó en la doctrina cristiana. A los
26 años, Condorcanqui logró ser reconocido como legítimo cacique de los pueblos
de Surimana, Pampamarca y Tungasuca, con la particularidad de que le era
aceptada la genealogía que lo ligaba por vía materna al último inca don Felipe
Túpac Amaru, ajusticiado por el Virrey Toledo en 1572. Este hecho le otorgaría
un casi automático ascendente sobre la población local. Desde entonces, durante
diez años, se encargó de los preparativos para la gran rebelión, formando
núcleos de adherentes a lo largo del antiguo imperio incaico.
Durante mucho tiempo,
Condorcanqui se había presentado ante las autoridades de Lima como
representante de todos los pobladores de los altos y valles de Tinta,
reclamando el fin de obrajes, impuestos y trabajos forzosos. Sus reclamos
fueron rechazados. Estas experiencias y las inspiraciones que encontraba en los
Comentarios Reales del inca Garcilaso de la Vega -mestizo cusqueño del siglo XVI,
descendiente de los incas- le inspiraron la vocación por la defensa por la
igualdad de sus pares, el odio contra los corregidores, la exaltación de la fe
católica y el enaltecimiento de su condición de inca.
Túpac Amaru declaró una
guerra sin cuartel a los españoles europeos, aunque se abstuvo de atacar a los
eclesiásticos peninsulares y buscó la adhesión de los españoles americanos y
los criollos. En pocos meses, la rebelión se extendió en una amplia geografía,
que abarcaba el actual altiplano boliviano, norte argentino y todo el sur
peruano. A fin de 1780, luego de decisivos triunfos, el ejército tupacamarista
estuvo pronto a conquistar Cuzco, lo que hubiese dado un impulso inestimable a
la causa rebelde. Sin embargo, el ejército realista arrojó toda su fuerza y
provocó su retirada. Cuatro meses más tarde, el 6 de abril de 1781, fue
derrotado y la traición de un colaborador suyo permitió su captura y la de su
esposa e hijo mayor. El 14 de mayo las autoridades condenaron a Túpac Amaru y
el 18, en la plaza principal de Cuzco, fue descuartizado por la fuerza de
cuatro caballos. Su esposa e hijo sufrieron crueles tormentos, antes de ser
también asesinados. La rebelión tupacamarista dio un fuerte impulso a las
luchas independentistas posteriores.
Reproducimos en esta
oportunidad el edicto de Túpac Amaru para la provincia de Chichas publicado en
diciembre de 1780, donde manifiesta su firme propósito “sacar a todos los
paisanos españoles y naturales de la injusta servidumbre que han padecido”.
Fuente: Relación histórica
de los sucesos de la rebelión de José Gabriel Túpac Amaru, en las provincias
del Perú, el año de 1780, Buenos Aires, Imprenta del Estado, 1836.
D. José Gabriel Túpac Amaru, Indio
de la sangre real, y tronco principal:
Hago saber a los paisanos
criollos, moradores de la provincia de Chichas y sus inmediaciones, que viendo
el yugo fuerte que nos oprime con tanto pecho, y la tiranía de los que corren
con este cargo, sin tener consideración de nuestras desdichas, y exasperado de
ellas y de su impiedad, he determinado sacudir este yugo insoportable, y
contener el mal gobierno que experimentamos de los jefes que componen estos
cuerpos: por cuyo motivo murió en público cadalso el corregidor de esta
provincia de Tinta, a cuya defensa vinieron a ella de la ciudad del Cuzco, una
porción de chapetones, arrastrando a mis amados criollos, quienes pagaron con
sus vidas su audacia y atrevimiento. Sólo siento de los paisanos criollos, a
quienes ha sido mi ánimo no se les siga algún perjuicio, sino que vivamos como
hermanos, y congregados en un cuerpo, destruyendo a los europeos. Todo lo cual,
mirado con el más maduro acuerdo, y que esta pretensión no se opone en lo más
leve a nuestra sagrada religión católica, sino sólo a suprimir tanto desorden,
después de haber tomado por acá aquellas medidas que han sido conducentes para
el amparo, protección y conservación de los españoles criollos, de los
mestizos, zambos e indios, y su tranquilidad, por ser todos paisanos y
compatriotas, como nacidos en nuestras tierras, y de un mismo origen de los
naturales, y haber padecido todos igualmente dichas opresiones y tiranías de
los europeos.
He tenido por conveniente
hacerles saber a dichos paisanos criollos que, si eligen este dictamen, no se
les seguirá perjuicio ni en vidas ni en haciendas; pero si despreciando esta mi
advertencia hicieren lo contrario, experimentarán su ruina, convirtiendo mi
mansedumbre en saña y furia, reduciendo esta provincia en cenizas; y como sé
decirlo, tengo fuerzas, pesos, y a mi disposición todas estas provincias
comarcanas, en unión entre criollos y naturales, fuera de las demás provincias
que igualmente están a mis órdenes, y así no estimen en poco esta mi
advertencia, que es nacida de mi amor y clemencia, que propende al bien común
de nuestro reino, pues se termina a sacar a todos los paisanos españoles y
naturales de la injusta servidumbre que han padecido.
Mirando al mismo tiempo
como por principal objeto el que cesen las ofensas a Dios Nuestro Señor, cuyos
ministros, los señores sacerdotes, tendrán el debido aprecio y veneración a sus
estados, y del mismo modo las religiones y monasterios, por cuya piadosa y
recta intención con que procedo, espero de la divina clemencia, como destinado
por ella, para el efecto me alumbrara y gobernara para un negocio en que
necesito toda su asistencia para su feliz éxito.
Y para que así tengan
entendido, se fijaran ejemplares de este edicto, en los lugares que se tengan
por conveniente, en dicha provincia, en donde sabré quiénes siguen este
dictamen, premiando a los leales, y castigando a los rebeldes, que conoceréis
vuestro beneficio, y después no alegaréis ignorancia. Es cuanto puedo deciros.
Lampa, y diciembre 23 de 1780.
D. José Gabriel Túpac
Amaru, Inca.
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Túpac Amaru y la
lucha por la independencia
.
El
Inca José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru fue ejecutado en
Cuzco, Perú, por orden de las autoridades hispanas. Se había rebelado contra el
rey de España e intentado recobrar la independencia del Perú. En su lucha
obtuvo el apoyo de indígenas y españoles criollos tanto en el Virreinato del
Perú como en el del Río de la
Plata. Logró convulsionar a doce provincias del primero y a
ocho del segundo, pero la rebelión fue totalmente sofocada y el 18 de mayo de
1781 Túpac Amaru fue asesinado y descuartizado en la plaza de Cuzco.
Túpac
Amaru nació el 19 de marzo del año 1740 en el pueblo de Surimaná, provincia de
Tinta (actual Perú). Heredó los cacicazgos de Pampamarca, Tungasuca Y Surimaná
y una importante cantidad de mulas, que lo
convirtieron en un cacique de buena posición dedicado al transporte de
mercaderías.
Pero
la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 perjudicó seriamente al Virreinato
del Perú. El cierre de los obrajes, la paralización de las minas y la crisis
del algodón y el azúcar provocaron el incremento de la desocupación y la
pérdida para miles de indígenas de sus míseros ingresos. Ante esta situación
Túpac presentó una petición formal para que los indios fueran liberados del
trabajo obligatorio en las minas. Allí decía: “Entonces morían los indios y
desertaban pero los pueblos eran numerosos y se hacía menos sensible; hoy, en
la extrema decadencia en que se hallan, llega a ser imposible el cumplimiento
de la mita porque no hay indios que las sirvan y deben volver los mismos que ya
la hicieron...".
Denunciaba
los esfuerzos inhumanos a que eran sometidos, los largos y peligrosos caminos
que debían andar para llegar hasta allí "más de doscientas jornadas de ida
y otras tantas de vuelta”. Pedía también el fin de los obrajes, verdaderos
campos de concentración donde se obligaba a hombres y mujeres, ancianos y niños
a trabajar sin descanso. Denunciaba particularmente al sistema de repartimientos,
antecedente del bochornoso pago en especie. La soberbia Audiencia de Lima,
compuesta mayoritariamente por encomenderos y mineros explotadores, ni siquiera
se dignó a escuchar sus reclamos.
Túpac
fue entendiendo que debía tomar medidas más radicales y comenzó a preparar la insurrección más
extraordinaria de la que tenga memoria esta parte del continente. La primera
tarea fue el acopio de armas de fuego, vedadas a los indígenas. Abuelos y
nietos se dedicaban a las armas blancas, pelando cañas, preparando flechas
vengadoras. Las mujeres tejían maravillosas mantas con los colores prohibidos
por los españoles. Una de ellas será adoptada como bandera por el ejército
libertador. Tiene los colores del arco iris y aún flamea en los Andes peruanos.
La
independencia propuesta por Túpac no era sólo un cambio político, implicaba
modificar el esquema social vigente en la América española. Su movimiento produjo una
profunda conmoción en el Perú, grandes transformaciones internas y amplias
resonancias americanas, "muera el mal gobierno; mueran los ministros
falsos, y viva siempre la plata…. Y mueran como merecen los que a la justicia
faltan y los que insaciable roban con la capa de aduana".
Los
elevados impuestos y los nuevos repartimientos realizados a la llegada del
virrey Agustín de Jáuregui provocaron que Condorcanqui se decidiera a comenzar la rebelión. La
ocasión se presentó cuando el obispo criollo Moscoso excomulgó al corregidor de
Tinta, Antonio de Arriaga, individuo particularmente odiado por los indios. El
4 de noviembre de 1780, Túpac Amaru, con su autoridad de cacique de tres
pueblos, mandó detener a Arriaga, y lo obligó a firmar una carta donde pedía a
las autoridades dinero y armas y llamaba a todos los pueblos de la provincia a
juntarse en Tungasuca, donde estaba prisionero. Le fueron enviados 22000 pesos,
algunas barras de oro, 75 mosquetes, mulas, etcétera. Tras un juicio sumario,
Arriaga fue ajusticiado en la plaza Tungasuca el 9 de noviembre.
Emitió
un bando reivindicando para sí la soberanía sobre estos reinos que decía: “los
Reyes de Castilla me han tenido usurpada la corona y dominio de mis gentes,
cerca de tres siglos, pensionándome los vasallos con insoportables gabelas,
tributos, piezas, lanzas, aduanas, alcabalas, estancos, catastros, diezmos,
quintos, virreyes, audiencias, corregidores, y demás ministros: todos iguales
en la tiranía, vendiendo la justicia en almoneda con los escribanos de esta fe,
a quien más puja y a quien más da, entrando en esto los empleos eclesiásticos y
seculares, sin temor de Dios; estropeando como a bestias a los naturales del
reino; quitando las vidas a todos los que no supieren robar, todo digno del más
severo reparo. Por eso, y por los clamores que con generalidad han llegado al
Cielo, en el nombre de Dios Todopoderoso, ordenamos y mandamos, que ninguna de
las personas dichas, pague ni obedezca en cosa alguna a los ministros europeos
intrusos”.
Por
donde pasaba el ejército libertador se acababa la esclavitud, la mita y la
explotación de los seres humanos. El 18 de noviembre de 1780 se produjo la
batalla de Sangarará. En este primer combate, las fuerzas rebeldes derrotaron
al ejército realista. A partir de entonces, la rebelión tomó un carácter más
radical con un líder a la altura de las circunstancias que proponía: "Vivamos
como hermanos y congregados en solo cuerpo. Cuidemos de la protección y
conservación de los españoles; criollos, mestizos, zambos e indios por ser
todos compatriotas, como nacidos en estas tierras y de un mismo origen".
Unos 100.000 indios en una extensión de 1500 kilómetros , de
Salta al Cuzco, se dispusieron a seguir al rebelde. En uno de sus manifiestos
decía Túpac:
“Un
humilde joven con el palo y la honda y un pastor rústico libertaron al infeliz
pueblo de Israel del poder de Goliat y faraón: fue la razón porque las lágrimas
de estos pobres cautivos dieron tales voces de compasión, pidiendo justicia al
cielo, que en cortos años salieron de su martirio y tormento para la tierra de
promisión. Mas al fin lograron su deseo, aunque con tanto llanto y lágrimas.
Mas nosotros, infelices indios, con más suspiros y lágrimas que ellos, en
tantos siglos no hemos podido conseguir algún alivio(...) El faraón que nos
persigue, maltrata y hostiliza no es uno solo, sino muchos, tan inicuos y de
corazones tan depravados como son todos los corregidores, sus tenientes,
cobradores y demás corchetes: hombres por cierto diabólicos y perversos [...]
que dar principio a sus actos infernales seria santificar... a los Nerones y
Atilas de quienes la historia refiere sus iniquidades... En éstos hay disculpas
porque, al fin, fueron infieles; pero los corregidores, siendo bautizados,
desdicen del cristianismo con sus obras y más parecen ateos, calvinistas,
luteranos, porque son enemigos de Dios y de los hombres, idólatras del oro y de
la plata. No hallo más razón para tan inicuo proceder que ser los más de ellos
pobres y de cunas muy bajas”.
La
gravedad de la situación llevó a los virreyes de Lima y Buenos Aires a unir sus
fuerzas. Vértiz y su colaborador, el inefable Marqués de Sobremonte le
escribían en estos términos al virrey del Perú:“el buen orden y estado
pacífico, consistiría en extirpar el ambicioso origen de todos los males que
padecen los pueblos, segando la cabeza del rebelde José…”.
Con
la llegada al Cuzco del visitador Areche y el inspector general José del Valle
la situación se desequilibró en perjuicio de los rebeldes. Túpac intentó
todavía dar un golpe de mano atacando primero, pero el ejército realista fue
advertido por un prisionero escapado y el golpe fracasó. La noche del 5 al 6 de
abril se libró la desigual batalla entre los dos ejércitos. Según un parte
militar “fueron pasados a cuchillo más de mil y derrotado el resto
enteramente”. Al verse perdido Túpac Amaru intentó la fuga, pero fue hecho
prisionero y trasladado al Cuzco. El visitador Areche entró intempestivamente
en su calabozo para exigirle, a cambio de promesas, los nombres de los
cómplices de la rebelión. Túpac Amaru le contestó con desprecio:
“Nosotros
dos somos los únicos conspiradores; Vuestra merced por haber agobiado al país
con exacciones insoportables y yo por haber querido libertar al pueblo de
semejante tiranía. Aquí estoy para que
me castiguen solo, al fin de que otros queden con vida y yo solo en el
castigo.”
Túpac
fue sometido a las más horribles torturas durante varios días. Se le ataron las
muñecas a los pies. En la atadura que cruzaba los ligamentos de manos y pies
fue colgada una barra de hierro de 100 libras e izado su cuerpo a 2 metros del suelo
causándole el dislocamiento de uno de sus brazos. Túpac no delató a nadie. Se
guardó para él y la historia el nombre y la ubicación de sus compañeros. El
siniestro visitador Areche debió reconocer el coraje y la resistencia de aquel
hombre extraordinario en un informe al virrey donde dejaba constancia que a
pesar de los días continuados de tortura, “el inca Tupac Amaru es un espíritu y
naturaleza muy robusta y de una serenidad imponderable”.
El
17 de mayo de 1781 Túpac Amaru fue condenado a muerte. La condena alcanzó a
toda su familia ya que recomendaba que fuera exterminada toda su descendencia,
hasta el cuarto grado de parentesco. La condena redactada por el Visitador
Areche, era todo un manifiesto ideológico y llegaba a prohibir todo vestigio de
la cultura incaica: “…se prohíben y quitan las trompetas o clarines que usan
los indios en sus funciones, y son unos caracoles marinos de un sonido extraño
y lúgubre, y lamentable memoria que hacen de su antigüedad; y también el que
usen y traigan vestidos negros en señal de luto, que arrastran en algunas
provincias, como recuerdos de sus difuntos monarcas, y del día o tiempo de la
conquista, que ellos tienen por fatal, y nosotros por feliz, pues se unieron al
gremio de la Iglesia
católica, y a la amabilísima y dulcísima dominación de nuestros reyes.Y para
que estos indios se despeguen del odio que han concebido contra los españoles,
y sigan los trajes que les señalan las leyes, se vistan de nuestras costumbres
españolas, y hablen la lengua castellana.”
Túpac
Amaru y los suyos quedaron expuestos a las fieras. A continuación transcribimos
textualmente el relato de la muerte de la familia Túpac Amaru ocurrida el 18 de
mayo de 1781 contada por sus asesinos:
“El
viernes 18 de mayo de 1781, después de haber cercado la plaza con las milicias
de esta ciudad del Cuzco... salieron de la Compañía nueve sujetos que fueron: José Verdejo,
Andrés Castelo, un zambo, Antonio Oblitas (el que ahorcó al general Arriaga),
Antonio Bastidas, Francisco Túpac Amaru; Tomasa Condemaita, cacica de Arcos;
Hipólito Túpac Amaru, hijo del traidor; Micaela Bastidas, su mujer, yel
insurgente, José Gabriel. Todos salieron a un tiempo, uno tras otro. Venían con
grillos y esposas, metidos en unos zurrones, de estos en que se trae la yerba
del Paraguay, y arrastrados a la cola de un caballo aparejado. Acompañados de
los sacerdotes que los auxiliaban, y custodiados de la correspondiente guardia,
llegaron al pie de la horca, y se les dieron por medio de dos verdugos, las
siguientes muertes.
”A
Verdejo, Castelo, al zambo y a Bastidas se les ahorcó llanamente. A Francisco
Túpac Amaru, tío del insurgente, y a su hijo Hipólito, se les cortó la lengua
antes de arrojarlos de la escalera de la horca. A la india Condemaita se le dio
garrote en un tabladillo con un torno de fierro... habiendo el indio y su mujer
visto con sus ojos ejecutar estos suplicios hasta en su hijo Hipólito, que fue
el último que subió a la horca. Luego subió la india Micaela al tablado, donde
asimismo en presencia del marido se le cortó la lengua y se le dio garrote, en
que padeció infinito, porque, teniendo el pescuezo muy delgado, no podía el
torno ahogarla, y fue menester que los verdugos, echándole lazos al cuello,
tirando de una a otra parte, y dándole patadas en el estómago y pechos, la
acabasen de matar. Cerró la función el rebelde José Gabriel, a quien se le sacó
a media plaza: allí le cortó la lengua el verdugo, y despojado de los grillos y
esposas, lo pusieron en el suelo. Le ataron las manos y pies a cuatro lazos, y
asidos éstos a las cinchas de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro
distintas partes: espectáculo que jamás se ha visto en esta ciudad. No sé si
porque los caballos no fuesen muy fuertes, o porque el indio en realidad fuese
de hierro, no pudieron absolutamente dividirlo después que por un largo rato lo
estuvieron tironeando, de modo que lo tenían en el aire en un estado que
parecía una araña. Tanto que el Visitador, para que no padeciese más aquel
infeliz, despachó de la
Compañía una orden mandando le cortase el verdugo la cabeza,
como se ejecutó. Después se condujo el cuerpo debajo de la horca, donde se le
sacaron los brazos y pies. Esto mismo se ejecutó con las mujeres, y a los demás
les sacaron las cabezas para dirigirlas a diversos pueblos. Los cuerpos del
indio y su mujer se llevaron a Picchu, donde estaba formada una hoguera, en la
que fueron arrojados y reducidos a cenizas que se arrojaron al aire y al
riachuelo que allí corre. De este modo acabaron con José Gabriel Túpac Amaru y
Micaela Bastidas, cuya soberbia y arrogancia llegó a tanto que se nominaron
reyes del Perú, Quito, Tucumán y otras partes...”
Fuente:
Felipe Pigna, Adaptación del libro Los
mitos de la historia argentina 1, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2004
Extraído
de http://www.elhistoriador.com.ar/
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