Un
holocausto infame

Aldo Roque Difilippo
La
guerra es un buen negocio, es una frase hecha y vieja, que ha perdido fuerza de
tanto repetirla, pero a la luz de los acontecimientos actuales resulta cada vez
más vigente. El pretexto a veces importa. Otras veces ni se sabe, lo que se
sabe, o por lo menos se intuye es que más allá del sufrimiento y la destrucción
siempre hay alguien que sale ganando, y no solamente en el campo de batalla,
sino en el campo de las especulaciones financieras. Ése podría ser uno de los
posibles resúmenes de la guerra que entre
1864 y 1870 Argentina, Brasil y Uruguay
se empeñaron en aniquilar al
Paraguay. “Una guerra de bosta… guerra
de porquería” como la definió Alberdi.
Donde del millón trescientos mil habitantes que tenía Paraguay antes de
comenzar, se redujo a apenas 200 mil, “y entre ellos, pocos adultos
aptos”, según comenta Efraim Cardozo.
La excusa
Juan
Carlos di Nicola (Cardona, 1945) presenta en su trabajo “La guerra del
Paraguay. Un holocausto infame”, libro que ya
va por su segunda edición,y que significa un repaso de la peor historia de
esta parte de América Latina.
Los
hechos descontextualizados resultan incomprensibles. Parece como si la
casualidad rigiera los destinos de los gobernantes y las naciones. Cuando no es
así. Por eso este trabajo de Juan Carlos di Nicola resulta de especial valor
para entender por qué ocurrió todo aquello, qué hubo detrás de aquel conflicto,
y quiénes urdieron aquella trama que tuvo como centro de operaciones no solamente el territorio
paraguayo, donde se libraron los combates, sino
en Argentina, Brasil, y Uruguay donde se libraron los otros combates
políticos y diplomáticos que tuvieron a
Inglaterra como quinto protagonista jugando en la oscuridad.
El
pretexto para unirse para combatir
contra Paraguay parece extraído de un
hecho actual: “Entre los motivos esgrimidos frecuentemente en los medios
aliados para justificar la guerra, se habla del armamentismo o militarización
del “Atila de América” como se lo
ridiculiza a Solano López” comenta di Nicola. Agregando más adelante, “el tema
del armamentismo del Paraguay fue otra
de las excusas entonces, que sirvió para justificar la intervención armada de
las fuerzas aliadas”. Poniendo como ejemplo: para “la fabricación de
fulminantes, se extraía salitre …de la sal de la orina del personal de la tropa
que orinaba en grandes tachos que permanecían al sol para que se evaporara el
líquido”.
Guerra de
exterminio

Juan
Carlos di Nicola agrega un dato clarificador: “En el desarrollo de las
operaciones llevadas adelante por las fuerzas aliadas de Brasil, Argentina y
Uruguay, se movilizaron 90 mil efectivos (43 mil soldados argentinos, otros tantos del Brasil
y 5 mil soldados uruguayos, aproximadamente). De los 5 mil orientales que fueron a la guerra
vuelven sólo cerca de 500.
Mitre
consigue juntar 25.000 soldados, a los que promete la segura victoria en tres
meses, duraría 5 años”.
Pero
en medio de todo eso también estaba el
imperio y su voracidad de dinero. Al
culminar la guerra obligaron a Paraguay
“a pagar una indemnización a los países de la triple alianza, 900 millones a
Brasil, 400 millones a la Argentina y 90 millones a Uruguay, por los gastos de
guerra”. Arrasaron con todo lo que tuviera utilidad. Con el dramático
aditivo de la masacre. “Los aliados
pensaron que el ejército guaraní iba a ser fácil de vencer, y creían además que
el pueblo paraguayo se iba a levantar contra el Presidente López, y las tropas
invasoras iban a ser saludadas como libertadoras”, comenta di Nicola. “Por el
contrario se encontraron con escenas de bravura y resistencia del ejército
paraguayo, obligando a los agresores, convertir una guerra ordinaria, en una
guerra de exterminio”.
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