A 233 AÑOS DE LA REBELIÓN DE TUPAC
AMARU II CONTRA LOS ESPAÑOLES
José Gabriel Condorcanqui o Quivicanqui,
revolucionario peruano, descendiente de los incas nació en Surimaná el 19 de
marzo de 1741 y murió en Cuzco el 18 de mayo de 1781. Cacique de Surimaná,
Tungasuca y Pampamarca, era bisnieto de Juana Pilco-Huaco, la hija del último
soberano inca, Túpac Amaru I (ejecutado por los españoles en 1572).
Se educó con los jesuitas de Cuzco e
hizo fortuna en negocios de transporte, minería y tierras. Su prestigio entre
los indios y mestizos le permitió encabezar una rebelión contra las autoridades
españolas del Perú en 1780; dicha rebelión (precedida por otras similares)
estalló por el descontento de la población contra los tributos y prestaciones
obligatorias de trabajo que imponían los españoles (mitas, obrajes,
repartimientos, servicios…) y contra los abusos de los corregidores. Comenzó
con la ejecución del corregidor de Tinta, sin que al parecer existiera un plan
premeditado de insurrección.
Condorcanqui adoptó el nombre de su
ancestro (Túpac Amaru, por lo que sería conocido como Túpac Amaru II) como
símbolo de rebeldía contra los colonizadores. Se presentó como restaurador y
legítimo heredero de la dinastía inca y envió emisarios para extender la rebelión
por todo el Perú. No obstante, su rebeldía se dirigía contra las autoridades
españolas locales, manteniendo la ficción de lealtad al rey Carlos III.
El primer destacamento enviado a
reprimir la rebelión fue derrotado por Túpac Amaru en 1780. Se dirigió entonces
hacia Cuzco, pero fue rechazado por los españoles en las inmediaciones de la
antigua capital
Entretanto, el virrey Agustín de
Jáuregui mandó contra él un ejército de 17.000 hombres, al tiempo que
desalentaba la rebeldía haciendo concesiones a los indios (como crear en la Audiencia una sala
especial para atender sus quejas o limitar los poderes de los corregidores).
Túpac Amaru fue vencido en la batalla de Checacupe (1781), entregado por
algunos de los suyos a los españoles, y trasladado por éstos a Cuzco, donde le
juzgaron y ejecutaron.
La gravedad de la amenaza que esta
rebelión había representado para el imperio español en América se tradujo en la
crueldad del virrey, que descuartizó a Túpac Amaru y envió cada parte de su
cuerpo a un pueblo de la zona rebelde para dar a la ejecución un valor
ejemplarizante y sofocar la rebelión (que continuó algún tiempo más, encabezada
por un primo y un sobrino de Túpac Amaru).
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