AUGUSTE RODIN, Y LA ESCULTURA DESDE EL
CAOS AL DRAMATISMO
Auguste Rodin nació en París el 12 de
noviembre de 1840 y murió en Meudon, Francia, el 17 de noviembre de 1917. Fue
alumno de Jean-Baptiste Carpeaux en la Escuela de Artes Decorativas y de Antoine-Louis
Barye en el Museo de Historia Natural, dos escultores a los que admiró y en
quienes se inspiró en cierta medida. Por sus modestos orígenes, se vio obligado
a ganarse la vida como ayudante de decoración, compaginando el trabajo profesional
con su dedicación a la escultura.
Su primera obra, El hombre de la
nariz rota, tuvo muy malas críticas en el Salón de 1864, hasta el punto de
ser rechazada por considerarse inacabada e incompleta. Rodin incorporaba en
esta escultura el modelado espontáneo y expresivo que habría de caracterizar
toda su obra posterior. Tras unos años al servicio del empresario Albert
Carrier-Belleuse, para quien trabajó en la decoración de la fachada de la Bolsa de Bruselas, en 1875
emprendió un viaje a Italia para conocer la obra de Miguel Ángel.
El resultado de su contacto con el genio
del Renacimiento fue La edad del bronce, presentada en el Salón de
1877, que desagradó profundamente por su extraordinario realismo. La figura
muestra una época de dolor y sufrimiento y refleja la influencia del Davidde
Donatello y del Esclavo moribundo de Miguel Ángel, obras que
Rodin pudo apreciar su viaje a Italia. La edad de bronce despertó
una encendida polémica por su acentuado naturalismo, que hizo pensar a algunos
críticos que se trataba del vaciado de un modelo vivo. En esta obra se inicia
la importancia del gesto en la obra de Rodin, que comenzaba aquí a perfilarse
de forma discreta y crecería luego en firmeza y expresividad.
Rodin seguía sin triunfar como escultor,
lo que consiguió al fin en 1881, cuando presentó en el Salón su San
Juan Bautista predicando. Poco antes, en 1880, recibió el gran encargo de
su vida: las puertas monumentales del futuro Museo de Artes Decorativas de
París. El portal estaba inspirado en temas dantescos, de ahí que el propio
Rodin le diera el nombre de Puerta del Infierno, en la que trabajó
desde 1880 hasta su muerte en 1917. Rodin se inspiró en la Divina
Comedia de Dante y en la Puerta del Paraíso de
Ghiberti, por el que el escultor sentía una gran admiración.
Sin embargo, el edificio para el que
estaba destinada nunca llegó a construirse. A pesar de ello, los numerosos
motivos y figuras en los que trabajó el artista para esta obra marcarían las
directrices de la mayor parte de sus esculturas más famosas, como El
pensador (1880) o La bella esposa del fabricante de cascos (1880-1883),
que posteriormente se expondría con el nombre de La vieja cortesana y
que surgió de un pequeño fragmento de la parte inferior de las puertas. La obra
trata el tema, tan cultivado en el Barroco, de la perecedera y efímera belleza
física. La mujer, con la mano abierta y extendida hacia atrás, busca
desesperadamente lo que ya perdió para siempre.
Otra obra que deriva también del diseño
de las puertas es El beso (1886), inspirada, en un principio,
en el idilio entre Paolo Malatesta y Francesca de Rímini que Dante relató en
la Divina Comedia, aunque esta idea fuera finalmente rechazada y se
excluyó toda referencia a circunstancias concretas. El autor representa a los
amantes besándose en un conjunto escultórico en donde premeditadamente no se
marca con claridad el límite de las figuras con el fondo que las acompaña;
suaviza las gradaciones y crea la impresión de que todo está envuelto en un
ambiente etéreo en el que prevalece la belleza y la poesía. Como obra
independiente, se ha convertido en símbolo universal del deseo y la pasión.
Cuando todavía trabajaba en los modelos
de las puertas, Rodin aceptó el encargo de levantar el monumento de Los
burgueses de Ca
lais (1884-1888), una obra de dramatismo contenido. A pesar
de recibir, tras la exposición de 1889, el apoyo de la crítica de vanguardia y
de que su fama era ya notable a fines de siglo, vivió siempre envuelto en
grandes polémicas en torno a su obra. Los burgueses de Calais fue
mal vista por los concejales que la habían encargado, sintiéndose defraudados
por un monumento que no cumplía sus expectativas de exaltación patriótica. El
artista nos muestra seis reacciones complejas ante la tragedia, enfrentando el
drama de los personajes con el espectador; aunque en esta ocasión los
personajes no mantienen un contacto físico entre sí, la disposición de las
figuras, que parecen entrelazadas, ofrece una dimensión poco corriente del
espacio interpuesto.
Fueron éstos sus años de máxima
creatividad, con obras que han llevado a considerarlo el principal escultor
impresionista, junto con el italiano Medardo Rosso, por sus estudios texturales
y lumínicos. Con posterioridad, siguió creando obras de inspiración personal,
pero se centró en los retratos y en la realización de monumentos públicos,
tales como los dedicados a Victor Hugo y a Balzac, no siempre exentos de
polémicas. Es el caso de Balzac (1891-1898), obra que le
encargó Zola, presidente de la
Sociedad de Hombres de Letras, cuyos miembros consideraron
después que estaba inacabada; de hecho, el retrato de Rodin fue rechazado y se
pasó el encargo a Falguière. Rodin representó a un Balzac replegado en sí
mismo, erguido y orgulloso. La cabeza altiva, inclinada hacia atrás, destaca
sobre la túnica intemporal (el hábito de monje que solía utilizar en sus
sesiones nocturnas de trabajo), que otorga un aire espectral a la figura.
La audacia y el énfasis en la expresión,
así como su capacidad de innovación, asentarían el prestigio del escultor. Es
difícil hallar una visión tan descarnada y libre de prejuicios del cuerpo de
una mujer como la que ofrece Iris, la mensajera de los dioses (1890).
La cabeza fue arrancada y aprovechada en otra escultura, centrando así la
atención en el movimiento de la bailarina y en su sexo.
En 1900, una gran exposición de su obra
en el Salón de la
Sociedad Nacional consagró la fama del escultor. La serie de
retratos se enriqueció en los últimos tiempos con las cabezas de Bernard Shaw
(1906), la Duquesa
de Choiseul (1908), Gustavo Mahler (1909) y los bustos de Clemenceau (1911) y
Benedicto XV (1915). Entregado a su actividad hasta el fin de sus días, Rodin
falleció casi al mismo tiempo que su esposa, fiel compañera suya durante más de
cincuenta años. En 1911 Paul Gsell había reunido en un tomo de conversaciones
con el maestro sus ideas artísticas. Por otra parte el escultor ya había
escrito y publicado un volumen titulado Les cathédrales de France.
Indudablemente no puede considerarse el
arte de Rodin al margen del arte de Degas. Ambos supieron persistir en el
realismo otorgándole una nueva dimensión escultórica, en un intento por
descubrir nuevas posibilidades en la estructura de la figura. La obra madura
del escultor está, evidentemente, vinculada a los principios fundamentales del impresionismo,
pues ambos tienden a representar el poder de los elementos naturales. Tanto los
impresionistas como el propio escultor emplearon la luz en sus obras. Las
alusiones literarias, así como el desacuerdo y la despreocupación en el arte de
Rodin están también relacionados con el impresionismo.
Su obra marca la cima del movimiento
romántico y abarca toda la gama de posibilidades plásticas, desde la
espontaneidad de los movimientos hasta el patetismo heroico. Rodin evidenció la
creación de la forma partiendo del caos como proceso dramático prometeico,
influencia que recibió de Medardo Rosso. La obra de Rodin fue el inicio y el
final de la escultura impresionista, pero sobre todo marcó un principio
escultórico y revolucionario que ejercería una influencia determinante en los
escultores posteriores y en numerosos artistas modernos.
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