Los días en que empezaba todo
Hundida durante tantos
años en un pantano de censuras, listas negras, hogueras y prohibiciones, la
imagen de Cortázar reconocido y abrazado por una muchedumbre en diciembre de
1983, resume de algún modo el triunfo de la libertad y de la memoria sobre la
torpeza de una dictadura ignorante.

Si me piden una escena
que transmita el clima de efervescencia que se vivía hace exactamente tres
décadas a partir de la recuperación de la democracia, me quedo con ésta. Hay
muchísimas otras, por supuesto. Pero en el plano de la cultura, hundida durante
tantos años en un pantano de censuras, listas negras, hogueras y prohibiciones,
la imagen de Cortázar reconocido y abrazado por una muchedumbre, resume de
algún modo el triunfo de la libertad y de la memoria sobre la torpeza de una
dictadura ignorante (cómo olvidar aquella anécdota que cuenta que un
funcionario de la Aduana confiscó un ejemplar titulado Manual de cubismo, por
considerarlo una guía doctrinaria de la Cuba de Fidel Castro. La historia,
aunque no sea cierta, se antoja absolutamente verosímil).
Hubo muchos días así,
en los que empezaba a recuperarse todo. Días valientes que ya asomaban desde
las páginas de la revista Humor o en los escenarios de Teatro Abierto; y
después, días para empalagarse haciendo colas interminables para ver, escuchar
o leer a muchos de los que los militares habían callado o habían expulsado;
días más tristes, como aquel en que la intolerancia de algunos retrógrados fue
a tirar piedras en la puerta del Teatro San Martín donde Darío Fo (que años más
tarde recibiría el Premio Nobel de Literatura) representaba Misterio Bufo. Días
en los que se cruzaban debates sobre los que se quedaron y los que se habían
ido. Días para reacomodar los sentidos a ese relámpago de voces e ideas sin
mordazas, después de tanto oscurantismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario