FILIPPO LIPPI, DE MONJE
ESCANDALOSO A GENIO DE LA PINTURA RELIGIOSA

Cinco años más joven que
Masaccio y probablemente su alumno, Filippo Lippi fue un monje carmelita que
inicialmente siguió con absoluta fidelidad las fórmulas del maestro para
después, en el período central de su vida artística, acercarse al estilo
coloreado de Fra Angelico, aunque buscando siempre en su pintura soluciones
originales. De aquella primera época masacciesca son, entre otras obras, los
frescos de la iglesia del Carmine de Florencia realizados en torno a 1432 y
la Virgen de la Humildad (1430-1432, castillo de los Sforza,
Milán).
No obstante, su primera
obra fechada en 1437 es la Madonna Tarquinia (Museo del palacio
Barberini, Roma), en la que conjuga la influencia de Masaccio con la de
Donatello y los artistas flamencos. En el retablo Barbadori (1437-1438,
Museo del Louvre, París), inmediatamente posterior, Lippi aborda de nuevo el
esquema compositivo de la sacra conversazione, superando la
fragmentación en tablas separadas que caracterizaba hasta entonces a los
trípticos con el propósito de obtener una composición unificada: las antiguas
figuras laterales arrodilladas se integran en un todo de forma piramidal.
Este procedimiento hace
que sus pinturas tiendan a presentar un espacio discontinuo, excesivamente
lleno de objetos, formas y motivos secundarios. Sin embargo, Lippi acierta a
contener esta densidad y transformarla con una gran habilidad por medio de la
gran variedad cromática de su paleta y con la sutileza de sus difuminados, como
es patente en la célebre Coronación de la Virgen (Galería de los
Uffizi, Florencia) obra que realizó entre los años 1441 y 1447.
Fruto de la dulcificación
de su inicial plasticismo, debida a la búsqueda de una mayor elegancia de
líneas y a la necesidad de profundizar en las delicadas transparencias
cromáticas, son dos anunciaciones (Galería Nacional de Roma y Alte Pinakothek,
Munich), una Virgen con el Niño (Museo Mediceo, Florencia),
la Adoración de los Magos (National Gallery of Art, Washington) y
la Visión de San Bernardo (National Gallery, Londres), todas
ellas fechadas entre 1441 y 1447.
La influencia de Fra Angelico
se acentúa desde 1452 hasta 1464 en la más vasta empresa de la pintura de
Lippi: la realización de los frescos para el coro de la catedral de Prato,
donde será auxiliado por su discípulo y colaborador, Fra Diamante de Terranova.
Allí pinta la Vida de San Esteban y San Juan desplegando una
capacidad narrativa viva y eficaz, al mismo tiempo teñida de una vibrante
poesía, que por su extraordinario equilibrio compositivo marca la cumbre de su
madurez artística.
De entre estas escenas,
ambientadas tanto en fantásticos paisajes rupestres como en ornamentados
escenarios arquitectónicos que siguen rotundas perspectivas, quizás la más
famosa sea la del Festín de Herodes, que anticipa el arte de
Boticelli. Del año 1452 es también el tondo Virgen con el Niño y
las escenas de la vida de María (Palacio Pitti, Florencia), una de las obras
más bellas sobre este tema que el pintor realizará a lo largo de su vida,
tratado en esta ocasión con sutiles gamas cromáticas basadas en ocres, verdes y
dorados.
Poco amigo de la vida
claustral, Lippi era en 1456 capellán del convento de Santa Margarita, en
Prato, cuando se fugó con una de las monjas, Lucrezia Buti, unión de la que
nacería el también pintor Filippino Lippi. Felizmente fue absuelto por el papa
Pío II, pudo casarse con la madre de su hijo y continuar su carrera, lo que nos
permite gozar de sus últimos trabajos: tres espléndidas tablas con La
Virgen adorando al Niño (dos en la Galería de los Uffizi, Florencia y
otra en la Gemäl de galerie, Berlín), realizadas entre 1458 y 1463, y por
último la extraordinaria Virgen y el Niño con dos ángeles (Galería
de los Uffizi, Florencia), de 1465, que cierra el ciclo de sus delicadas
vírgenes con niño en las que supo siempre fundir la seriedad moral del arte de
Masaccio con la inspiración religiosa de Fra Angelico, ofreciendo una visión
propia de estos personajes sagrados llena de cordial afectividad, íntima
ternura y perfección realista.
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