sábado, 14 de diciembre de 2013

FILIPPO LIPPI, DE MONJE ESCANDALOSO A GENIO DE LA PINTURA RELIGIOSA





Filippo Lippi nació en Florencia en 1406 y murió en Spoleto el 8 de octubre de 1469. Huérfano de padre y madre, a los ocho años fue puesto bajo la custodia de los monjes del Carmen en su ciudad natal, orden en la que profesó en 1421. Influido por Masaccio, del que fue el discípulo más directo, dio a los temas tradicionales una nueva intensidad, en especial por su concepción del espacio y por su búsqueda de los efectos de color (Coronación de la Virgen, 1441-1447). Su Adoración del Niño posee un lirismo que influiría de forma notable en sus contemporáneos. Fraile carmelita, vivió amancebado con la monja Lucrezia Buti, su modelo, de la que tuvo un hijo, Filippino. Su vida escandalosa le acarreó muchos problemas, pero no le impidió llevar a cabo su obra, de la que destacan los frescos del ábside de la catedral de Prato (1452-1464) y los del coro de la catedral de Spoleto, que empezó en 1466 con su amigo y discípulo Fra Diamante. Filippo Lippi ocupa un destacado lugar entre los pintores del quattrocento italiano, sobresaliendo por la originalidad del paisaje y la elegancia nerviosa en el dibujo, que influyó decisivamente en Botticelli.
Cinco años más joven que Masaccio y probablemente su alumno, Filippo Lippi fue un monje carmelita que inicialmente siguió con absoluta fidelidad las fórmulas del maestro para después, en el período central de su vida artística, acercarse al estilo coloreado de Fra Angelico, aunque buscando siempre en su pintura soluciones originales. De aquella primera época masacciesca son, entre otras obras, los frescos de la iglesia del Carmine de Florencia realizados en torno a 1432 y la Virgen de la Humildad (1430-1432, castillo de los Sforza, Milán).
No obstante, su primera obra fechada en 1437 es la Madonna Tarquinia (Museo del palacio Barberini, Roma), en la que conjuga la influencia de Masaccio con la de Donatello y los artistas flamencos. En el retablo Barbadori (1437-1438, Museo del Louvre, París), inmediatamente posterior, Lippi aborda de nuevo el esquema compositivo de la sacra conversazione, superando la fragmentación en tablas separadas que caracterizaba hasta entonces a los trípticos con el propósito de obtener una composición unificada: las antiguas figuras laterales arrodilladas se integran en un todo de forma piramidal.
Este procedimiento hace que sus pinturas tiendan a presentar un espacio discontinuo, excesivamente lleno de objetos, formas y motivos secundarios. Sin embargo, Lippi acierta a contener esta densidad y transformarla con una gran habilidad por medio de la gran variedad cromática de su paleta y con la sutileza de sus difuminados, como es patente en la célebre Coronación de la Virgen (Galería de los Uffizi, Florencia) obra que realizó entre los años 1441 y 1447.
Fruto de la dulcificación de su inicial plasticismo, debida a la búsqueda de una mayor elegancia de líneas y a la necesidad de profundizar en las delicadas transparencias cromáticas, son dos anunciaciones (Galería Nacional de Roma y Alte Pinakothek, Munich), una Virgen con el Niño (Museo Mediceo, Florencia), la Adoración de los Magos (National Gallery of Art, Washington) y la Visión de San Bernardo (National Gallery, Londres), todas ellas fechadas entre 1441 y 1447.
La influencia de Fra Angelico se acentúa desde 1452 hasta 1464 en la más vasta empresa de la pintura de Lippi: la realización de los frescos para el coro de la catedral de Prato, donde será auxiliado por su discípulo y colaborador, Fra Diamante de Terranova. Allí pinta la Vida de San Esteban y San Juan desplegando una capacidad narrativa viva y eficaz, al mismo tiempo teñida de una vibrante poesía, que por su extraordinario equilibrio compositivo marca la cumbre de su madurez artística.
De entre estas escenas, ambientadas tanto en fantásticos paisajes rupestres como en ornamentados escenarios arquitectónicos que siguen rotundas perspectivas, quizás la más famosa sea la del Festín de Herodes, que anticipa el arte de Boticelli. Del año 1452 es también el tondo Virgen con el Niño y las escenas de la vida de María (Palacio Pitti, Florencia), una de las obras más bellas sobre este tema que el pintor realizará a lo largo de su vida, tratado en esta ocasión con sutiles gamas cromáticas basadas en ocres, verdes y dorados.
Poco amigo de la vida claustral, Lippi era en 1456 capellán del convento de Santa Margarita, en Prato, cuando se fugó con una de las monjas, Lucrezia Buti, unión de la que nacería el también pintor Filippino Lippi. Felizmente fue absuelto por el papa Pío II, pudo casarse con la madre de su hijo y continuar su carrera, lo que nos permite gozar de sus últimos trabajos: tres espléndidas tablas con La Virgen adorando al Niño (dos en la Galería de los Uffizi, Florencia y otra en la Gemäl de galerie, Berlín), realizadas entre 1458 y 1463, y por último la extraordinaria Virgen y el Niño con dos ángeles (Galería de los Uffizi, Florencia), de 1465, que cierra el ciclo de sus delicadas vírgenes con niño en las que supo siempre fundir la seriedad moral del arte de Masaccio con la inspiración religiosa de Fra Angelico, ofreciendo una visión propia de estos personajes sagrados llena de cordial afectividad, íntima ternura y perfección realista.

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