sábado, 11 de enero de 2014


2014, el año de Octavio Paz y Julio Cortázar



Es el año de dos rebeldes exploradores literarios: Octavio Paz,: "No lo que pudo ser: / es lo que fue. / Y lo que fue está muerto" (de Biografía); y Julio Cortázar: "En el silencio que lo envolvía trató de repetirse las preguntas no contestadas..." (de Instrucciones para John Howell).

Son las voces que resuenan en el centenario del nacimiento de dos de los escritores latinoamericanos más influyentes de la literatura en español del siglo XX, 31 de marzo,
Paz, y 26 de agosto, Cortázar. El efecto de sus lecturas en la gente y su semilla en los escritores es imborrable, de tal manera que buena parte de la creación literaria en español de la segunda mitad del siglo XX los tiene como padrinos secretos. Ya sea como motivadores o como autores a seguir por su inconformismo literario, como oteadores de la creación que buscaron más allá de los horizontes conocidos. Paz en la poesía y el ensayo, Cortázar en la narración. Pero ambos unidos, además del ánimo rebelde literario, por haber desandado el camino de otros grandes escritores a través de la traducción que hicieron de sus libros y porque el camino emprendido ya por ellos nunca fue uno solo, sino que tuvieron varias estaciones.

Senderos paralelos en ellos, pero trenzados de manera determinante en la vida de esritores como Antonio Colinas. Para el poeta español, las obras de Paz (como El laberinto de la soledad, Libertad bajo palabra o Árbol adentro) y de Cortázar (como Los premios y Rayuela) "junto a la de Neruda quizá, fueron esenciales en la encrucijada formativa y rupturista" de sus veinte años. De Paz, Nobel de 1990, lo hechizaba "el sentido de universalidad de su poesía, el fértil diálogo entre culturas, la interrelación de conocimientos, que en él se enriquecía con sus brillantes ensayos". Demostró, según Colinas, que se podía ser avanzado dialogando con las civilizaciones primitivas y a la vez anunciando "la muerte de las vanguardias". Y mucho más. Para José Manuel Caballero Bonald, el poeta mexicano penetró como pocos en los secretos de la realidad con la sola potencia de su poesía. "Exploró con mano maestra en esas posibilidades expresivas y supo canalizar una estrategia poética admirable: aquella en que las palabras significan algo más de lo que significan en los diccionarios".

Un aliento de la misma estirpe impulsaba a Cortázar, "uno de los grandes creadores de la lengua literaria española del siglo XX. Si se exceptúan algunos juegos retóricos excesivos, alguna innecesaria pirueta del ingenio, su prosa narrativa dispone de un dinamismo creador ciertamente ejemplar", asegura Caballero Bonald. Eso hizo que se quedara en el corazón de muchas personas. Como en el de Colinas que en el otoño de 1968, cuando vivía en París, como el escritor argentino, una de las primeras cosas que hizo fue ir a visitarlo. Porque otro hechizo de entonces fue el que sintió tras la lectura de Rayuela, "ese texto que quiebra el dogmatismo de los géneros y que atmosféricamente se mueve entre la poesía y la prosa. Paz y Cortázar fueron, sin más, creadores puros que nos sacaron del simplismo, de lo plano y del realismo pobre en literatura".

Ya empiezan a sonar los homenajes, lecturas, estudios, exposiciones, coloquios  y demás tributos que se prolongarán este año en rutas bifurcadas. La primera tiene como destino a todos los lectores a través de libros (el Fondo de Cultura Económica de México prepara ediciones especiales y nuevas sobre Paz, mientras de Cortázar se presentará una biografía, editorial Circe, y un libro diccionario sobre su obra y pensamiento, editorial Alfaguara). La otra ruta de celebraciones está relacionada con eventos concretos, entre los que destacarán las ferias del Libro de Buenos Aires, en primavera, y de Guadalajara, en otoño, donde Argentina será el país invitado, entonces la cita mexicana se convertirá en un puente de dos universos literarios cuyas voces se entrecruzan:

"Nace de mí, de mi sombra, / amanece por mi piel, / alba de luz somnolienta. / Paloma brava tu nombre, / tímida sobre mi hombro" (Paz, en Bajo tu clara sombra). "Soy yo, soy él. Somos, pero soy yo, primeramente soy yo, defenderé ser yo hasta que no pueda más" (Cortázar, en Rayuela)


Cortázar, el cronopio más querido

Y aunque el primer centenario es el de Octavio Paz (31 de marzo), todo empezará con Julio Cortázar, el hombre de juventud indestronable que trabajó en una distribuidora de libros antes que ser un autor querido y que escribió una de las novelas más importantes del español en la segunda mitad del siglo XX. Los homenajes arrancarán el 12 de febrero cuando se cumplan 30 años de su fallecimiento. Un Cortázar que en el último año, con motivo del medio siglo de Rayuela en 2013, ha sido recordado por muchos escritores y lectores con palabras que retornan en puzle cortazariano para crear su retrato:

Mario Vargas Llosa: “Una de las personas más inteligentes que he conocido
y con ideas muy originales sobre la literatura”;

Santiago Gamboa: "La gran revolución de Cortázar fue proclamar que la vida cotidiana debía considerarse bajo presupuestos estéticos”;

Javier Cercas: “Una de las formas de aquilatar la importancia de un libro consiste en preguntarse qué hubiera ocurrido si no existiese; la respuesta, en este caso (sobre Rayuela), parece obvia: sencillamente, una parte nada desdeñable de la mejor literatura escrita desde entonces en español no existiría, o al menos no existiría como la conocemos”;

Sergio Ramírez: " El espíritu de Cortázar flotaba sobre esas aguas revueltas de la historia que los cronopios querían tomar por asalto, porque los seres humanos quedaban implacablemente divididos en cronopios, esperanzas y famas. Se trataba de un cuestionamiento a fondo, no de doble fondo”;

O Jordi Gracia: “El secreto de Rayuela es la fusión de dos hierros: la pulsión absurda e inocente de un humorismo más blando que ácido y la ternura del amor como montaña rusa con risas y perplejidad”;
 
La leyenda y el mito rodearon pronto a Cortázar, su invitación a la revolución de la vida en general, a apostar por lo que cada uno creía que era mejor hizo una invitación a la no conformidad ni resignación. Todo dentro de una modestia también legendaria. Aurora Bernárdez, su viuda, solo recordó, en El Escorial el año pasado, un atisbo de vanidad en el autor de Historias de cronopios y de famas, con el espíritu humorístico propio del narrador: “Recién llegados a París trabajó en una distribuidora de libros y un día llegó a casa, y muy serio, me dijo: ‘Yo soy el que hace mejor el paquete de libros’. Y era verdad”.

Vuelven así las palabras que escribió Juan Cruz hace un par de años: “Como decía un viejo eslogan, ‘Hay que leer a Cortázar’. Y otro: ‘Queremos tanto a Julio…’. En 2014, el centenario de Cortázar, el cronopio propiamente dicho”.





Extraído de: cultura.elpais.com/



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