2014, el año de Octavio Paz y Julio Cortázar
Es el año de dos rebeldes
exploradores literarios: Octavio Paz,: "No lo que pudo ser: / es lo que
fue. / Y lo que fue está muerto" (de Biografía); y Julio Cortázar:
"En el silencio que lo envolvía trató de repetirse las preguntas no
contestadas..." (de Instrucciones para John Howell).
Son las voces que resuenan en
el centenario del nacimiento de dos de los escritores latinoamericanos más
influyentes de la literatura en español del siglo XX, 31 de marzo,
Paz, y 26 de
agosto, Cortázar. El efecto de sus lecturas en la gente y su semilla en los
escritores es imborrable, de tal manera que buena parte de la creación
literaria en español de la segunda mitad del siglo XX los tiene como padrinos
secretos. Ya sea como motivadores o como autores a seguir por su inconformismo
literario, como oteadores de la creación que buscaron más allá de los
horizontes conocidos. Paz en la poesía y el ensayo, Cortázar en la narración.
Pero ambos unidos, además del ánimo rebelde literario, por haber desandado el
camino de otros grandes escritores a través de la traducción que hicieron de
sus libros y porque el camino emprendido ya por ellos nunca fue uno solo, sino
que tuvieron varias estaciones.
Senderos paralelos en ellos,
pero trenzados de manera determinante en la vida de esritores como Antonio
Colinas. Para el poeta español, las obras de Paz (como El laberinto de la
soledad, Libertad bajo palabra o Árbol adentro) y de Cortázar (como Los premios
y Rayuela) "junto a la de Neruda quizá, fueron esenciales en la
encrucijada formativa y rupturista" de sus veinte años. De Paz, Nobel de
1990, lo hechizaba "el sentido de universalidad de su poesía, el fértil
diálogo entre culturas, la interrelación de conocimientos, que en él se enriquecía
con sus brillantes ensayos". Demostró, según Colinas, que se podía ser
avanzado dialogando con las civilizaciones primitivas y a la vez anunciando
"la muerte de las vanguardias". Y mucho más. Para José Manuel
Caballero Bonald, el poeta mexicano penetró como pocos en los secretos de la
realidad con la sola potencia de su poesía. "Exploró con mano maestra en
esas posibilidades expresivas y supo canalizar una estrategia poética
admirable: aquella en que las palabras significan algo más de lo que significan
en los diccionarios".
Un aliento de la misma
estirpe impulsaba a Cortázar, "uno de los grandes creadores de la lengua
literaria española del siglo XX. Si se exceptúan algunos juegos retóricos
excesivos, alguna innecesaria pirueta del ingenio, su prosa narrativa dispone
de un dinamismo creador ciertamente ejemplar", asegura Caballero Bonald.
Eso hizo que se quedara en el corazón de muchas personas. Como en el de Colinas
que en el otoño de 1968, cuando vivía en París, como el escritor argentino, una
de las primeras cosas que hizo fue ir a visitarlo. Porque otro hechizo de
entonces fue el que sintió tras la lectura de Rayuela, "ese texto que
quiebra el dogmatismo de los géneros y que atmosféricamente se mueve entre la
poesía y la prosa. Paz y Cortázar fueron, sin más, creadores puros que nos
sacaron del simplismo, de lo plano y del realismo pobre en literatura".
Ya empiezan a sonar los
homenajes, lecturas, estudios, exposiciones, coloquios y demás tributos que se prolongarán este año
en rutas bifurcadas. La primera tiene como destino a todos los lectores a
través de libros (el Fondo de Cultura Económica de México prepara ediciones
especiales y nuevas sobre Paz, mientras de Cortázar se presentará una
biografía, editorial Circe, y un libro diccionario sobre su obra y pensamiento,
editorial Alfaguara). La otra ruta de celebraciones está relacionada con
eventos concretos, entre los que destacarán las ferias del Libro de Buenos
Aires, en primavera, y de Guadalajara, en otoño, donde Argentina será el país
invitado, entonces la cita mexicana se convertirá en un puente de dos universos
literarios cuyas voces se entrecruzan:
"Nace de mí, de mi
sombra, / amanece por mi piel, / alba de luz somnolienta. / Paloma brava tu
nombre, / tímida sobre mi hombro" (Paz, en Bajo tu clara sombra).
"Soy yo, soy él. Somos, pero soy yo, primeramente soy yo, defenderé ser yo
hasta que no pueda más" (Cortázar, en Rayuela)
Cortázar, el cronopio más querido
Y aunque el primer centenario
es el de Octavio Paz (31 de marzo), todo empezará con Julio Cortázar, el hombre
de juventud indestronable que trabajó en una distribuidora de libros antes que
ser un autor querido y que escribió una de las novelas más importantes del
español en la segunda mitad del siglo XX. Los homenajes arrancarán el 12 de febrero
cuando se cumplan 30 años de su fallecimiento. Un Cortázar que en el último
año, con motivo del medio siglo de Rayuela en 2013, ha sido recordado
por muchos escritores y lectores con palabras que retornan en puzle
cortazariano para crear su retrato:
Mario Vargas Llosa: “Una de
las personas más inteligentes que he conocido
y con ideas muy originales sobre
la literatura”;
Santiago Gamboa: "La
gran revolución de Cortázar fue proclamar que la vida cotidiana debía
considerarse bajo presupuestos estéticos”;
Javier Cercas: “Una de las
formas de aquilatar la importancia de un libro consiste en preguntarse qué
hubiera ocurrido si no existiese; la respuesta, en este caso (sobre Rayuela),
parece obvia: sencillamente, una parte nada desdeñable de la mejor literatura
escrita desde entonces en español no existiría, o al menos no existiría como la
conocemos”;
Sergio Ramírez: " El
espíritu de Cortázar flotaba sobre esas aguas revueltas de la historia que los
cronopios querían tomar por asalto, porque los seres humanos quedaban
implacablemente divididos en cronopios, esperanzas y famas. Se trataba de un
cuestionamiento a fondo, no de doble fondo”;
O Jordi Gracia: “El secreto
de Rayuela es la fusión de dos hierros: la pulsión absurda e inocente de un
humorismo más blando que ácido y la ternura del amor como montaña rusa con
risas y perplejidad”;
La leyenda y el mito rodearon
pronto a Cortázar, su invitación a la revolución de la vida en general, a
apostar por lo que cada uno creía que era mejor hizo una invitación a la no
conformidad ni resignación. Todo dentro de una modestia también legendaria.
Aurora Bernárdez, su viuda, solo recordó, en El Escorial el año pasado, un
atisbo de vanidad en el autor de Historias de cronopios y de famas, con el
espíritu humorístico propio del narrador: “Recién llegados a París trabajó en
una distribuidora de libros y un día llegó a casa, y muy serio, me dijo: ‘Yo
soy el que hace mejor el paquete de libros’. Y era verdad”.
Vuelven así las palabras que
escribió Juan Cruz hace un par de años: “Como decía un viejo eslogan, ‘Hay que
leer a Cortázar’. Y otro: ‘Queremos tanto a Julio…’. En 2014, el centenario de
Cortázar, el cronopio propiamente dicho”.
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