ANTONIO VIVALDI, BASTANTE
MAS QUE LAS CUATRO ESTACIONES
Antonio Vivaldi nació el
4 de marzo de 1678 en Viena y murió en julio 1741.
Igor Stravinski comentó
en una ocasión que Vivaldi no había escrito nunca quinientos conciertos, sino «quinientas
veces el mismo concierto». No deja de ser cierto en lo que concierne al
original e inconfundible tono que el compositor veneciano supo imprimir a su
música y que la hace rápidamente reconocible.
Autor
prolífico, la producción de Vivaldi abarca no sólo el género concertante, sino
también abundante música de cámara, vocal y operística. Célebre sobre todo por
sus cuatro conciertos para violín y orquesta reunidos bajo el título Las
cuatro estaciones, cuya fama ha eclipsado otras de sus obras igualmente
valiosas, si no más, Vivaldi es por derecho propio uno de los más grandes
compositores del período barroco, impulsor de la llamada Escuela veneciana –a
la que también pertenecieron Tommaso Albinoni y los hermanos Benedetto y
Alessandro Marcello– y equiparable, por la calidad y originalidad de su
aportación, a sus contemporáneos Bach y
Haendel.
Poco se sabe de
su infancia de Vivaldi. Hijo del violinista Giovanni Battista Vivaldi, el
pequeño Antonio se inició en el mundo de la música probablemente de la mano de
su padre. Orientado hacia la carrera eclesiástica, fue ordenado sacerdote en
1703, aunque sólo un año más tarde se vio obligado a renunciar a celebrar misa
a consecuencia de una enfermedad bronquial, posiblemente asma.
También en 1703
ingresó como profesor de violín en el Pio Ospedale della Pietà, una institución
destinada a formar muchachas huérfanas. Ligado durante largos años a ella,
muchas de sus composiciones fueron interpretadas por primera vez por su
orquesta femenina. En este marco vieron la luz sus primeras obras, como
las Suonate da camera Op. 1, publicadas en 1705, y los doce
conciertos que conforman la colección L’estro armonico Op. 3,
publicada en Amsterdam en 1711.
Con ellas,
Antonio Vivaldi alcanzó renombre en poco tiempo en todo el territorio italiano,
desde donde su nombradía se extendió al resto del continente europeo, y no sólo
como compositor, sino también, y no en menor medida, como violinista, uno de los
más grandes de su tiempo. Basta con observar las dificultades de las partes
solistas de sus conciertos o sus sonatas de cámara para advertir el nivel
técnico del músico en este campo.
Conocido y
solicitado, la ópera, el único género que garantizaba grandes beneficios a los
compositores de la época, atrajo también la atención de Vivaldi, a pesar de que
su condición de eclesiástico en principio le impedía abordar un espectáculo
considerado en exceso mundano y poco edificante. De hecho, sus superiores siempre
recriminaron a Vivaldi su escasa dedicación al culto y sus costumbres laxas
Inmerso en el
mundo teatral como compositor y empresario, Ottone in Villa fue
la primera de las óperas de Vivaldi de la que se tiene noticia. A ella
siguieron títulos como Orlando furioso, Armida al campo
d’Egitto,Tito Manlio y L’Olimpiade, hoy día sólo
esporádicamente representados.
La fama del
músico alcanzó la cúspide en el meridiano de su vida con la publicación de sus
más importantes colecciones instrumentales, Il cimento dell’armonia e
dell’inventione Op. 8, en la que se incluyen Las cuatro
estaciones, y La cetra Op. 9. Pero a fines de la década de 1730
el público veneciano empezó a mostrar menor interés por su música, por lo que
Vivaldi decidió probar fortuna en Viena, donde murió en la más absoluta pobreza
un mes después de su llegada. A pesar de este triste final y de un largo
período de olvido, la obra de Vivaldi contribuyó a sentar las bases de lo que
sería la música de los maestros del clasicismo, sobre todo en Francia, y a
consolidar la estructura del concierto solista.
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