ALEXANDRE GUSTAVE EIFFEL,
CONSTRUCTOR DE GIGANTES
Alexandre Gustave Eiffel
nació en Dijon el 15 de diciembre de 1832 y murió en París el 27 de diciembre
de 1923. Ingeniero y arquitecto, tras graduarse en la Escuela de Artes y
Oficios de París 1855, se especializó en la construcción de puentes metálicos.
Su primera obra de este tipo la realizó en Burdeos en 1858; en 1877 diseñó el
impresionante arco de metal de 160 metros del puente sobre el Duero, cerca de
Oporto. Poco más tarde superó su propia marca con el viaducto de Garabit,
durante muchos años el tendido artificial más alto del mundo (120 metros). Pionero a la
hora de considerar el factor aerodinámico en sus construcciones, hasta el punto
de construir en Auteuil el primer laboratorio de aerodinámica, se incluyen en
su haber obras tan diversas como el domo móvil del observatorio de Niza o la
estructura metálica de la célebre estatua de la Libertad, en Nueva York.
Sin embargo, su
mayor logro fue la impresionante torre de acero situada en París y que fue
bautizada con su nombre. La torre Eiffel se edificó en el Campo de Marte de
París para la Exposición Universal de 1889. Actualmente es uno de los edificios
más conocidos del mundo y se ha convertido en el símbolo de la capital
francesa.
La organización
de la Exposición Universal, conmemorativa del centenario de la Revolución
Francesa (1789), fue aprovechada por Eiffel para demostrar al mundo los avances
tecnológicos de la arquitectura de su país mediante la erección de una torre de
300 metros de altura y estructura de hierro. Tras la aprobación del proyecto
(concebido por su colaborador Maurice Koechlin) por el organismo competente, se
erigió en la orilla izquierda del Sena, en pleno centro de París. Las obras se
iniciaron en 1887 y en su construcción se invirtieron dos años y 6.900
toneladas de hierro.
La torre se
levanta sobre una base cuadrada de 125 metros, que tiene incrustados en sus
ángulos los cuatro soportes de arranque en los que se inscriben los elegantes
arcos que sostienen los diferentes pisos. Las curvas de los cuatro laterales
proporcionan una impresión de fuerza y de belleza y los huecos favorecen el
paso del aire, garantizando la estabilidad del edificio. Su sistema de ascensores
de gran cabida fue el primero que se instaló en el mundo. Sus 300 metros la
convirtieron en el edificio más alto del mundo hasta la inauguración del Empire
State Building de Nueva York en 1922.
Su construcción
despertó una encendida polémica, pues muchos la consideraban una tosca
estructura carente de sensibilidad artística. En los inicios de su
construcción, un grupo de intelectuales -entre los que destacaban Garnier y
Zola- firmaron una carta de protesta dirigida al comisario de la Exposición, en
la que se quejaban de esa "torre vertiginosa y ridícula que domina París,
como una gigantesca y oscura chimenea de fábrica". El compositor Charles
Gounod y el escritor Alexandre Dumas, hijo, redactaron una carta de protesta
por la construcción de la torre; el escritor Guy de Maupassant abandonó París
para demostrar su disgusto. Pero una vez acabada, muchos de los detractores
iniciales se sintieron seducidos "por lo fantástico que deleita nuestra
pequeñez. Bien plantada sobre sus piernas arqueadas, sólida, enorme,
monstruosa, brutal, se diría que, despreciando silbidos y aplausos, trata de
buscar y desafiar al cielo, sin importarle lo que se mueva a sus pies".
Concebida
inicialmente como atracción temporal, en 1909 fue comprada por el estado
francés. Más tarde se pensó en su demolición debido a los elevados costos de
mantenimiento y al peligro de un futuro debilitamiento de la estructura por
oxidación. Sin embargo la fuerte reacción popular ante la idea de que la torre,
considerada como un símbolo nacional, desapareciera, hizo que se desistiera de
tal propósito. En la actualidad, además de constituir una atracción turística,
la torre alberga las instalaciones de la Radiotelevisión Francesa y funciona
como baliza para los aviones que se dirigen al aeropuerto parisiense de Orly.
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