Jorge
Ariel Madrazo:
“Estoy tentado a pensar que un regreso al
Matriarcado daría frutos muy interesantes”
por Rolando Revagliatti
Jorge
Ariel Madrazo nació el 26 de agosto de 1931 en la
capital de la Argentina, Buenos
Aires, ciudad en la que reside. Ejerció el periodismo desde 1967,
sin interrupciones, y hasta hace pocos meses, en su país y en
Venezuela, ocupando cargos directivos. Su quehacer literario ha sido
traducido al francés, portugués, italiano, inglés, catalán y
macedonio. En 2005, por sus versiones de poemas de autores de habla
portuguesa, obtuvo el Premio “Paulo Ronai” en Pernambuco, Brasil,
y por su traducción de dos libros de Jack London, el Primer Premio
IBBY Internacional. Es Miembro Correspondiente de la Academia de
Letras del Nordeste del Brasil y de la Unión Brasileña de
Escritores. Integra el Consejo Editorial de la revista “Trilce”
(Concepción, Chile) y el Consejo Asesor de la revista-web “Analecta
Literaria”. Ha sido incluido en numerosas publicaciones periódicas
y antologías nacionales y extranjeras. La Biblioteca Nacional de la
República Argentina lo distinguió en 2014 con el Premio “Rosa de
Cobre” a la Trayectoria en Poesía. Publicó
en 2011 a través de Ediciones Desde la Gente, Centro Cultural de la
Cooperación, de su ciudad, el volumen conformado por su novela
“Gardel se fue a la guerra” (Primer Premio “Eduardo
Mallea”, período 2003-2005) y por diversos
textos de su libro anterior, “Quarks-Microficciones”,
de 2006. Sus dos libros de cuentos editados son
“Ventana con Ornella” (1992) y “La mujer equivocada”
(2006).
Jorge Ariel Madrazo con Aitana Alberti, Waldo Leiva y otros |
1 — Imaginando la
satisfacción que le habrá producido al niño que eras en 1940,
cuando se publicaron dos poemas tuyos, nos preguntamos por la
repercusión en tu familia, por la irradiación en ellos y en vos,
por tu continuidad en la escritura de creación en aquella década y
en la siguiente.
JAM — De
hecho, esos dos poemitas vieron la luz en una revista, “Ceres”,
editada por la mutual del Ministerio de Agricultura y Ganadería, en
el que mi padre trabajaba. Como verás, la intervención de mi
familia en tales “inicios” literarios fue directa, pero no porque
sí: aquel chico tenía condiciones. Los poemas estaban consagrados,
como era de prever, a mi madre y a mi padre, y exhibían cierta
habilidad constructiva y bastante “oído”. Aún recuerdo la
estrofa final de uno de ellos: «El niño ya se ha dormido / la
madre cesó su canto. / Ya no se oye de la lluvia el ruido. / Las
horas siguen pasando…». A esa edad, por cierto, ya tenía
muchas lecturas —obvio: desperdigadas, sin ningún orden— gracias
a la biblioteca de una tía, hermana de mi madre y profesora de Arte
Escénico y Declamación: esa biblioteca rebosaba de Rubén Darío,
José Asunción Silva, Santos Chocano, Amado Nervo, Edgar Allan Poe,
Fernández Moreno (Baldomero y César), José Pedroni, Antonio
Machado, García Lorca, León Felipe y un riquísimo etcétera. Los
Nocturnos de Silva y “El Cuervo”, de Poe, me abrieron el
alma, el sentimiento y el oído como nada nunca antes. León Felipe y
Vladímir Maiakovski —este último, no sólo por su euforia
revolucionaria sino también por su forma de escandir el verso—
fueron con César Fernández Moreno, García Lorca y Rafael Alberti y
el Neruda de “Residencia en la tierra”, las influencias
más notables, en la prehistoria adolescente de mi formación
poética.
Toda
la escritura que siguió, en los ’40 y ’50, se convirtió en
humeante pira
cierta
noche de rara autopunición: ocurre que sentí miedo, o rechazo, por
lo que era una entrega psíquica casi absoluta a la experiencia
(mágica, obsesiva) del lado poético del universo. Una precoz
militancia política y un precoz casamiento contribuyeron a que mi
primer libro de poesía se publicara muy tarde, a los 34 años, en
1966 y gracias a la generosidad de José Luis Mangieri con su primer
sello: La Rosa Blindada. Ese opus poético inicial se llamó “Orden
del día”. Pese a tal título, no era para nada panfletario, ni
siquiera de carácter preminentemente político, y aún hoy lo
reivindico.
2
— ¿Qué medios periodísticos en los que te hayas desempeñado
destacarías? ¿Qué secciones cubriste y de cuáles llegaste a ser
el principal responsable, con qué otros escritores compartiste
redacciones?
JAM — Los
principales hitos de mi trabajo periodístico fueron, en el país y
en gráfica, la revista “Siete Días Ilustrados” (fui Secretario
de Redacción de su edición nacional y luego de la Latinoamericana)
y el recordado matutino “La Opinión”, fundado por Jacobo
Timerman. En los años ’60 estuve muy cerca de “La Rosa
Blindada”, publicación que dirigía Mangieri, donde reencontré al
joven Juan Gelman que ya había admirado en sus lecturas públicas y
a través de los discos del Tata Cedrón. Ya en Venezuela transité
por varios medios gráficos hasta desempeñarme como Director del
semanario “Elite” y, luego, Secretario de Redacción de la filial
venezolana de la agencia de noticias italiana ANSA.
Una
vez de regreso en la Argentina, pasé por otros medios como la
revista “El Observador”, el matutino “Clarín” —en
su sección Internacional—, y algunas colaboraciones esporádicas
para la última etapa de la importante revista “Crisis”, que
dirigió el poeta y periodista Jorge Boccanera. Por fin, fui
colaborador permanente de la publicación virtual y gráfica “El
Arca”, órgano de la Caja Nacional de Ahorro y Seguros, hasta su
desaparición, poco tiempo atrás.
Jorge Ariel Madrazo con
Alberto Szpunberg
y Marta Braier en 2014
|
Raúl
González Tuñón (con quien apenas tuve trato, por mi timidez en
aquellos años), Gelman, Francisco Urondo, el gran dibujante
Hermenegildo Sabat, Tabaré Di Paula, Sergio Morero, Alberto
Szpunberg, Ramón Plaza, son algunos de los nombres, imborrables
hasta hoy, surgidos en aquella larga etapa periodística y poética a
la vez. Hubo más, es claro, pero no quiero convertir este diálogo
en una guía telefónica.
3
— Tras exiliarte en Caracas, entre 1976 y 1983,
apenas regresado a nuestro país se difunde tu poemario “Espejos
y destierros”. Seis, siete años en
otra gran ciudad. ¿Cómo fue “volver”?...
JAM — El que
vuelve es ya otro, ¿verdad? Y el país también es muy otro. Ante
todo procuré re-descubrir, conocer el nuevo movimiento poético, en
especial a los autores y autoras jóvenes: era la época de “Poesía
Abierta”, de los cafés y caves donde la
poesía sentaba sus reales. Traté intensamente a magníficos
compañeros de mettier, muchos de ellos hoy fallecidos.
Mención especial, entre estas figuras memorables ya idas, para
Enrique Puccia, Antonio Aliberti, Rubén Chihade, Francisco
Madariaga, Edgar Bayley, Enrique Molina, Joaquín Giannuzzi, Juan
García Gayo, Hugo Caamaño, Jorge Smerling, Carlos Débole, Jorge
García Sabal, Celia Gourinski, Élida Manselli, Susana Thénon,
Olga Orozco y un riquísimo etcétera.
Jorge Ariel Madrazo en Omar Lara |
De
igual modo, debo confesar que tropecé en algunos casos con
sectarismos y afanes por ocupar un paradójico “poder poético”
—que ayer y hoy me pareció un afán tan pobre como risible—,
cuya mayor expresión quizás haya sido la revista “Diario de
Poesía”.
Jorge Ariel Madrazo
en Centro Cultural de la Cooperación
|
4
— ¿Te habrás referido ya en alguna entrevista a ese volumen
titulado “Orgasmo” (Centro Editor de América
Latina, 1989), conformado por poemas de Mario Trejo (1926-2012), con
tu selección y estudio introductorio? Haya sucedido o no, Jorge, te
demandamos que nos hables de Trejo, de tu selección y estudio.
JAM — Trejo —o
Trexus, como él se auto-rebautizó— fue uno de los
personajes más singulares que he tratado, mejor dicho: que tuve el
privilegio de tratar. Fue, en mi opinión, una de las voces mayores
de la poesía en lengua española, desde la irreverencia y la ironía
que no excluían una hondura conmovedora de quien había vivido
“todo”, y en todas partes. Cualquier convencionalismo, cualquier
gesto mediocre o mezquino se disolvían en el aire, avergonzados,
ante su presencia cáustica e intransigente.
5
— Envidiable bagaje el tuyo tras las participaciones en encuentros
de escritores en una docena de países.
JAM — Hay
encuentros poéticos de muy distinta índole, carácter y magnitud.
Pero ya sea en Rosario o Córdoba de Argentina, o bien en Struga
—Macedonia, en la ex Yugoslavia—, en Irlanda, en Oregón (EEUU),
en Granada (Nicaragua), en Concepción y Valdivia (Chile), en
La Habana, en Quito, Lima o Medellín (por citar a algunos a los que
fui invitado), la emoción poética suele ser similar. Tal
experiencia, que es tanto de vida como poética, permite además
enriquecerse con múltiples aportes, seres humanos, culturas y voces.
Y suelen forjarse amistades duraderas y entrañables.
Jorge Ariel Madrazo con Roberto Arizmendi y Jacobo Rauskin (2006) |
6
— Resulta que sos el prologuista de un libro que juzgo
extraordinario: “Lo cierto”, del argentino
Diego Viniarsky, fallecido trágicamente en 2006 a los cuarenta años.
JAM — Amor y
admiración: ésas son las palabras que ya usé para definir mi
relación con Mario Trejo, y muy adecuadas para referirme al vínculo
con Diego e incluso con Noemí, su gran compañera.
Diego
era un ser de excepción, un talento y una voluntad descomunales
encarcelados en un cuerpecito que sufría un creciente deterioro por
una enfermedad paralizante. Lo conocí cuando me puse en contacto con
él tras leer un número de la excelente
revista “El Perseguidor”, que él fundó y dirigía con la ayuda
—no siempre constante— de un pequeño grupo de amigos y
colaboradores. Como bien señalás, “Lo cierto” es un
libro fuori serie. Y quedó inédita una novela suya
que evocaba su niñez y la pasión por el fútbol. Sus dos hijos, una
mujercita y un varón, son también brillantes, y Noemí sigue siendo
una de mis amigas más cercanas.
Por
cierto, al hablar de Diego no puedo dejar de recordar y homenajear a
otro gran poeta y crítico, una de las personalidades más agudas que
he conocido, Juan Antonio Vasco, que sufrió su misma y más que
injusta enfermedad.
7
— ¿Está ya concluido, aunque sin editar, tu ensayo “Grandes
poetas olvidados”? ¿Quiénes son ellos?
JAM — Nunca
llegué a concluirlo, ni creo que me dé el tiempo para hacerlo.
Algunos
de esos nombres (largados así, sin ningún orden): César Tiempo,
Delmira Agustini, Carlos Sabat Ercasty, Martín Adán, César Calvo,
Martín Oquendo de Amat, Porfirio Barba Jacob, Eunice Odio, Humberto
Díaz Casanueva, Rosamel del Valle… En realidad, ¿no están
olvidados la mayor parte de los poetas que merecerían ser
frecuentados a diario?
8
— ¿Cómo se gestó, se produjo tu “Conversaciones
con Elizabeth Azcona Cranwell” (1933-2004),
ese volumen que en 1998 fue editado a través del sello Vinciguerra?
JAM — Ese
trabajo, que me permitió transitar la intimidad (a menudo dolorosa)
y la obra de una gran poeta y amiga, ninguneada hasta por una
trajinada antología que pretendió dar cuenta en 2010 de los “200
años de poesía argentina” (sic),
surgió a pedido de la propia editorial. Y se gestó a lo largo de
muchas horas de entrevistas y de charlas más distendidas, en su
departamento porteño del barrio Norte. Elizabeth irradiaba un
talento y encanto especiales, y era un tesoro de anécdotas y de
sentimientos muy profundos en cuanto al tan particular reino, o
taller, de la creación poética.
9
— En el género ensayo destacan dos títulos de tu autoría: “Breve
historia del bolero” (1980), y cinco lustros después
“El anticristo” (2006).
JAM — El
ensayo sobre el bolero, género que amo, nació por la impronta del
clima musical y sentimental del Caribe, que me llegó con ímpetu
durante mi residencia en Venezuela, donde conocí entre otros
al gran cantante puertorriqueño Daniel Santos y descubrí a su
eximio compatriota Héctor Lavoe (llamado “El cantante” por
antonomasia), al cubano Beni Moré, al panameño Rubén Blades, a la
española-venezolana Soledad Bravo, a los venezolanos Willie Colón y
Oscar D’León. Incluso entrevisté allí al famoso cantante
argentino Leo Marini, quien vivió también en Venezuela. Y al
director de la orquesta “La Sonora Matancera”, el que me abrió
los ojos a una nueva visión de estos ritmos al revelarme: “Chico,
tú sólo comprenderás de verdad toda esta cosa cuando vivas a fondo
el sentimiento Caribe.” Y tenía mucha razón.
“El
anticristo” lo escribí, en difícil parto, por pedido de una
editorial española para públicos masivos: tenía que ser muy bien
documentado y al mismo tiempo ameno. Creo, modestamente, que lo
logré.
10
— ¿Por qué o a instancias de qué motivaciones escribís poesía?
¿Cuál es tu visión del quehacer poético?
JAM
— En mas de una ocasión, con
éstas palabras u otras semejantes, he dicho lo que es mi férrea
convicción: el poema, si merece tal nombre, es un cuerpo vivo, un
jadeo, una respiración, un dolor y un actuar tanto físicos como
subjetivos, que han de nacer desde el adentro hacia el afuera: rara
vez la gracia poética tutele a un texto surgido prioritariamente
desde lo que Edgar Bayley llamó el “estado
de alerta”, o desde el mero
tributo a la herencia literaria, por rica que ésta fuera. Por lo
demás, el poema es lo que es,
quiere decir lo que dice, alude
pero no expresa nada preexistente a sí mismo: es nuevo mundo que se
agrega al mundo.
Jorge Ariel Madrazo con Jotamario Arbeláez y Samuel Jaramillo en 2008 |
En
mi caso (pero dista de ser un patrimonio personal) pesan fuertemente
la obsesión por el Tiempo y sus mutaciones. Uno vive instantes
fugaces, y proyectos más duraderos, deseos y sueños intensos y
poderosos. En igual medida me afectan la injusticia, la hipocresía
de una sociedad que, con un refinamiento mayor o menor, y tantas
otras veces sin ningún ocultamiento, se asienta en la humillación,
la marginación y la muerte —civil o física— de grandes mayorías
condenadas a un destino oscuro.
Jorge Ariel Madrazo con M. Simpson, M. Silber, Patricia Bence, María Adela Adenard, etc. |
Y
también me motiva el ser-con-otros, el sentir que se
es otros, aun con las
gigantescas dificultades de comprensión y la cuasi imposibilidad de
conocerse. La sensación de extrañeza ante uno mismo y lo otro, de
estar en este cuerpo y en este mundo, de lo raro
y aun mágico de que exista lo otro, es uno de los detonantes de mi
escritura. Pueden impulsarla en lo inmediato, es claro, una visión,
un momento que se siente único y por ello epifánico, una irrupción
de algo que se unirá convulsivamente con los yacimientos del
recuerdo, hasta un dato científico que me sorprende y desubica y
suscita nuevas relaciones dentro de mí; cada cosa y cada maravilla
del afuera, uniéndose al sustrato interior y al subconsciente. De
otro modo: el misterio. Y el deseo de ampliar y conocer mejor el
mundo, al renombrarlo. Lo que es otra forma de decir: expandir la
comprensión de uno mismo y del resto, el conocimiento por otras
vías, en especial la emotiva (lo intelectual también ha de estar
encarnado en imágenes sensibles: tiene que haber “carne en el
asador”). Mención especial para el lenguaje: a veces se olvida que
todo poema es lenguaje; otras veces se exagera este rasgo, cayendo en
una verdadera logorrea. En suma, permítaseme una obviedad: no hay
poema, si no está atravesado desde sus entrañas por la poesía.
Pero ¿será una obviedad?
Jorge Ariel Madrazo con
Lasse Sodenberg,
Ángela García, Alicia,
Marcos Silber (2015)
|
11
— Críticos literarios destacaron
tu modo de valerte de
neologismos, arcaísmos y
enclíticos, un uso de los diminutivos, a veces hasta en los verbos,
sustantivación de adjetivos, verbalización de sustantivos, toques
barroquistas en tu poética.
Jorge Ariel Madrazo con Gioconda Belli, 2015 |
JAM
— Así lo ha hecho notar incluso
en fecha reciente, en su prólogo para una antología personal mía,
la destacada poeta argentina Marta Braier. Y tal vez sea así, al
menos en cuanto a gran parte de mi trabajo poético. Quizás esos
rasgos —naturales, como una forma de respirar, nunca rebuscados—
se hayan diluido algo con el tiempo y con los poemas. Quizás
predominen más en unos libros que en otros. Es que el llamado
“estilo” no es sino el resultado de lo que cada uno, al labrar el
poema con la máxima honestidad y necesidad, logre hacer con sus
limitaciones y anhelos personales, en cada etapa de su vida
física-subjetiva y de acuerdo con sus deseos, potencialidades y
déficits. Cierta vez, en Caracas, pregunté al enorme poeta
chileno Humberto Díaz Casanueva, ya fallecido, sobre su
presunto “cambio de estilo” en sus últimos libros: “Usted
antes escribía poemas en forma de versículos casi elegíacos, muy
abarcadores y dilatados; en sus nuevos poemas se lo ve más austero y
tendiendo al verso corto. ¿A qué se debe eso?”.
“Muy sencillo
—me respondió—: ahora estoy
mucho más viejo, y me falta el aliento…”. Una
aparente obviedad, pero toda una “lección de estilo”.
Jorge Ariel Madrazo con G. Tisocco,
Jorge Luis Estrella y R. Benítez
|
12
— Como periodista realizaste un reportaje, por ejemplo, a la
cantautora peruana Chabuca Granda (1920-1983). ¿Qué entrevistas por
vos efectuadas te resultaron más redondas, más logradas? ¿Y qué
te pasaba a vos, en tu fuero íntimo, con los remisos?
JAM
— Sería
muy difícil para mí escoger una de esas entrevistas. Las hubo a
grandes artistas, a mandatarios y Jefes de
Estado,
a dirigentes sindicales, a científicos. Tal vez una en la que hubo
mayor empatía con la persona entrevistada, haya sido el largo y
emotivo diálogo con Alfredo Zitarrosa, en Buenos Aires, para la
revista “Siete Días”. O el que tuve en un hotel venezolano con
Jorge Luis Borges, para la sección cultural de la agencia de
noticias ANSA.
No,
no me tocaron remisos. También es cierto —valga la aparente
inmodestia— que hay que saber entrevistar, hallar el timing
y la forma para que el remiso vaya aflojándose. Lástima grande:
nunca se me dio tener que entrevistar a Juan Rulfo, o a Augusto
Monterroso, cuya parquedad en el diálogo era proverbial.
13
— Hace más de tres lustros se dio a conocer el volumen que
concibieras con el artista plástico Juan López Taetzel. ¿Cómo se
generó esa asociación, cómo la desarrollaron, qué resulto?
JAM
— La
estrecha amistad con ese pintor, que siempre admiré, y
su interés y honda comprensión del quehacer poético, me llevaron a
pedirle ilustraciones originales —en verdad, tintas muy libres—
para los poemas que irían al libro “Mientras
él duerme”. Aclaro:
no fueron, ni quisimos que fueran, “ilustraciones de poemas”. Son
tintas bellísimas, fuertes y libérrimas, que conforman a su modo
otros discursos creativos independientes. Por lo demás, esos poemas
son, creo, los que más espontánea y libremente brotaron de mí.
Fueron una catarsis en una época personal difícil.
Ese
libro no tuvo buena difusión pero es uno de los que prefiero.
14
— A donde te lleven…: ¿Qué
es la gloria literaria? ¿Cuál es el miedo químicamente puro? ¿Te
gusta escribir adentro de lo ya escrito?
JAM — ¿La
gloria? ¡Pero, ésa es una aspiración propia de poetas imperiales
en países imperiales! Entre nosotros, es sustituida por la pequeña
aspiración al “poder” poético individual. Algo muy diferente
del sano y válido prestigio y/o reconocimiento.
El miedo
químicamente puro puede ser: estar echado en la cama mientras los
que van a secuestrarte derriban la puerta, o encontrarte aferrado a
una boya en pleno océano y en plena noche. O abrir una ventana y ver
el rostro de uno mismo, muerto.
Escribir
adentro de lo ya escrito: creo que esto es, meramente: escribir:
un palimpsesto acaso infinito, aunque por suerte el texto alguna vez
te abandona…
15
— ¿Qué proceso medió desde que concebiste la idea para la novela
“Gardel se fue a la guerra”
y el momento en que decidiste escribirla?
JAM — La
novela —paródica, ucrónica—, se fue desarrollando en diversos
momentos. Recordemos: la trama presenta a un Gardel fracasado en sus
pretensiones de Gran Cantor Barrial y a un teniente coronel Perón no
menos frustrado, ambos urdiendo una disparatada odisea redentorista
desde el geriátrico que los dos comparten, y recibiendo
instrucciones nada menos que de un representante de los últimos
Cátaros o Perfectos aún sobrevivientes en la francesa Toulouse,
ciudad natal del auténtico Gardel. Paradójicamente, o no, escribí
esta parodia tragicómica mientras mi esposa luchaba (luchábamos)
contra su durísima enfermedad terminal. Realmente, todo un caso de
esforzado desdoblamiento, como vía para sobrellevar momentos
atroces.
No
hubo tanta preparación previa, aunque sí debí leer mucho sobre los
Cátaros, su filosofía, las represiones por ellos sufridas,
etcétera. Creo recordar que la novela tuvo tres o cuatro versiones,
hasta su forma final. Un día me atreví a llevársela al muy
apreciado y generoso Mario Grabivker, quien
dirigía el Departamento Editorial de las Ediciones “Desde la
Gente”. Pasado el tiempo, y ya jubilado Grabivker, un día me hace
llamar Jorge Testero, en la actualidad al frente de esas ediciones,
quien con idéntica generosidad y espléndida disposición me propone
editar el libro. Así
es que vio la luz.
16
— ¿Has llegado a pagar “cualquier precio” con tal de tener la
primerísima edición de —pongamos— un libro nunca re-editado en
los últimos cien años?
JAM —
¡No! Disto mucho de ser un
bibliófilo o un coleccionista. Es claro que amo los libros, y me
cuesta desprenderme de alguno (si bien he regalado, con placer,
ciertos libros para mí muy valiosos): pero no llego a esos extremos.
Tampoco podría pagar “cualquier precio”…
17
— Ricardo H. Herrera dice que “cuando
el que traduce es un poeta, difícilmente sus elecciones puedan estar
desvinculadas de la imagen ideal de la poesía que persigue”.
¿Acordás? ¿Qué entra en juego en vos al elegir un poema para su
traducción?
JAM
— De
preferencia, un autor admirado por mi. Por otra parte, mis
traducciones fueron siempre una actividad aleatoria, surgieron al
calor de diversas circunstancias. No soy lo que puede llamarse
un traductor.
Jorge Ariel Madrazo con Aurelia Lassaque, Víctor Rodríguez Muñoz y otros |
18
— El varón, ¿es un arma de destrucción masiva?
JAM —
Caramba,
prima facie suscribiría eso. Pero habría que ceder la palabra a los
biólogos, genetistas, sociólogos y filósofos. Suponiendo que ellos
pudieran dar una respuesta. Ciertamente, y al margen de algunas damas
de la historia bastante terribles —Catalina de Rusia, la Thatcher,
por ejemplo—, estoy tentado de pensar que
un regreso al Matriarcado daría frutos muy interesantes.
19
— ¿Poéticas que te entusiasmaron
alguna vez y para las que ya “no estás disponible”? ¿Poéticas
que te entusiasman y para las que con anterioridad “no estabas
disponible”?
JAM
— Para
el primer caso, podría decir: la poesía española (generalizando
demasiado, es claro: Gamoneda me atrae mucho). Para el segundo,
ciertos nombres rectores de la poesía anglo-sajona. Y la oferta
poética que brota en América, con la obvia inclusión del Brasil.
20
— Transcribo de la novela “El
año de la muerte de Ricardo Reis”
de José Saramago: “Ricardo
Reis hace un ademán, tantea el aire ceniciento, después,
distinguiendo apenas las palabras que va trazando en el papel,
escribe, A los dioses pido sólo que me concedan el no pedirles nada,
y habiendo escrito esto ya no supo qué más decir, a veces es así,
creemos en la importancia de lo que dijimos o escribimos hasta cierto
punto, sólo porque no fue posible acallar los sonidos o apagar los
rasgos, pero nos entra por el cuerpo la tentación de la mudez, la
fascinación de la inmovilidad, estar como están los dioses,
callados y quietos, sólo asistiendo.”
¿Tu reflexión?...
JAM
— Amén.
*
Jorge
Ariel Madrazo selecciona poemas de su “Alma que has de vivir”
para acompañar esta entrevista:
TRAJEADOS,
LOS AMIGOS
Anoche
visité amigos muertos:
descansan
(quién diría)
todo
su no-tiempo
en
jardines cuyos ramos cobijan poemas y
citrus
de ignota acidez.
Estaban
trajeados y alegres, tanto que me hallé
confesando:
—No hubiera jamás creído
Edgar,
Francisco, Antonio,
jamás
pensé
Gianni,
Joaquín, Enrique, Alberto,
Horacio,
Celia,
hallarlos
tan contentos
como
si fuese un suspirito vuestro
transcurrir.
Conversamos
sobre bares y dragones, y
amores
frutecidos en remotos hoteles y
parques
con nudillos de niebla. Mateando,
sonreídos,
me despidieron con un fulgor
que
no olvidaré.
Se
escondía en sus miradas el color de una
verdad.
Y había en sus labios
una
revelación.
(A Edgar Bayley,
Francisco Madariaga, Antonio Aliberti,
Gianni Siccardi,
Joaquín Giannuzzi, Enrique Puccia,
Enrique Molina,
Alberto Vanasco, Horacio Castillo, Celia Gourinski)
*
ESPÍA
DE SÍ
Aquella
lumbre por lienzos opacada,
de
un evanescente resplandor rubí
—por
favor, compréndanlo, les hablo
no
de alegre ventana, y sí de otra
enfrentada
a mi espionaje vergonzante,
sin
un átomo de fuerzas, ejecute
la
agonía que ni alcanzó a ensayar—
en
esa roja luminaria o dormitorio
tan
irreal como el apenumbrado
declinar
de alguna turbia frente
¿no
seré yo acaso el desolado huésped
que
allí muere y la agüita se escapa de sus
ojos
en tanto aquí, no lejos, con lógico estupor,
desde
mi balcón yo lo espío y me espío
y
me aferro a mi silla con pálidos nudillos
y
me siento tan sano en esta blanca noche?
*
CÓMO
HAVELOCK ELLIS
CONOCIÓ EL AMOR
Al gran
sexólogo que, según propia confesión,
aprendió a
amar en su alta edad.
Sólo
un niño de Surrey, acunado en el oscuro pánico
de
la reina Victoria, robando huracanes
en
la proa del velero Empress.
Ése
era el Havelock de celestes lagunas,
es
decir: ojos iguanas que alumbraban sus
bífidas
lenguas, sus ominosas
poluciones
nocturnas,
tan
nocturnas como el sol del puerto
delirado
por el velero de su padre y por
raros
fantasmas
sudamericanos.
Pero
cuando Havelock adolesció y se adultó
sin
jamás jamás
adulterar
la lluvia de sus ojos,
danzó
platónicos amoríos llamados
agnes
olive
may
Mirábanse
bellos y desnudos, como aves
incapaces
de volar.
Y
así Havelock se casó sin casi saber del sexo
más
que el niñito del velero Empress
y
conoció a Hilda Doolittle quien era
un
gran pájaro blanco al borde
de
un acantilado.
Y
cuando Havelock fue ya un viejo y
lo
amaban todas las mujeres del mundo
Françoise
Delisle le reveló un mundo jadeante
entre
sus piernas.
Y
Havelock Ellis escribió los más bellos tratados sobre el amor
con
el estremecido júbilo sombrío del
hombre
que, a punto de morir,
desde
su ventana descubre, llorando,
la
última estrella del universo.
Jorge Ariel Madrazo, EN GRANADA, Nicaragua, 2015 |
*
L’AUTRE
Quien
lo observara galantear, y quien
el
merengue danzar (bien recto el torso,
a
su fémina ornando dulce alcurnia),
quien
por forniques lo juzgara un sátiro
—algo
venido a menos, reconócelo—
o
lo acompañe en tragos verdiazules
donde
amistad escarcha sus blasones
no
diría —ese quien— que él está pronto
a
declararse sátiro en derrota,
mal
abrigado en fingidor pellejo,
deshaciéndose
en gajos a ojos vista
alistado
a morir por vez primera.
*
ASÍ
TU PERRO CORAZÓN
Igual
que trote sin
potro, que huerto sin
tierra, así tu
perro corazón desbocado acorazona
su
endemientras (palabra ésta
brava,
palabra
gaucha, lenta)
así
tu alma nunca al
servicio de causa propia, siempre
causa ajena,
así tu ser
anhelando
ser
y
nadiecito, ¿ves?
se
dará cuenta.
Jorge Ariel Madrazo en Poitiers |
*
LO
INVISIBLE
El
espacio entre vos y
yo
está
preñado de diminutos
seres
bulliciosos
parecidos al aire o a algo
que quizás
quiera
existir
seres
que
intentan desunirme
de
vos
y
se
burlan y
seguirán
burlándose
nos
hacen cuernitos
en
vano pretenden
calumniarte
detallarme
crímenes
seriales
triángulos
varios y
otras
minucias
perpetradas
(mi
inexistente y única
mi
amorada sin mácula)
por
vos.
*
AMORES
Como
de acero o turbadora seda
o
imaginario jardín oriental,
así
es nuestro amor. Son testigos
el
Sur, la noche cóncava, aquel bar
de
vino y de miradas que desvisten,
tu
alma abierta a la interrogación.
¿Qué
hizo posible, inquieres, este amor
al
que Tiempo no mella? Te respondo:
vos
y yo amamos, en ambos, además,
a
los diversos que abrazan nuestro abrazo.
Ellas
y ellos, los amados muy antes,
son
los garantes de esta caricia eterna,
de
este amor que créase a sí mismo,
nutrido,
noche a noche, de sus varios.
*
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Jorge Ariel Madrazo y Rolando Revagliatti, diciembre
2015.
*
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