De como con inteligencia,
lady Lourdes Steve tranformó la casa destinada a los pobres en el
“ministerio de desprecio social”
Ángel Juárez Masares
Había una vez en una pequeña y lejana comarca, una hermosa aldea cuyos habitantes gozaban de las bondades de sus gobernantes, quienes –aseguran antiguos documentos- eran capaces de renunciar a cualquier apetencia personal con tal de velar por el pueblo (prometo hacer una lectura más detallada de dichos pergaminos porque …la verdad…ni yo me lo creo).
Pero atengámonos a los datos que hemos logrado recopilar, para contaros que durante un duro invierno, el Rey Joseph “El feo” tomó los recaudos correspondientes para que las gentes que no tenían hogar y que solían pasar las noches en los portales de abadías y monasterios (ante la indiferencia de los clérigos, que estaban más preocupados por lo que pasaba en “el otro mundo”, obvio) ordenó se habilitaran refugios para los abandonados por la mano del Señor. Si bien esta casa tenía un nombre altisonante -como una forma de adecuarla a su real cometido- con el tiempo fue conocida como “Ministerio de Desprecio Social”, aunque en otros folios encontrados figura como: “MIDES” (que traducido de antiguos dialectos resultó ser: Minga de Solidaridad).
De todas maneras algunos habitantes solían decir que la culpa no era del dragón, sino de quien le pone combustible, en clara alusión a que –una vez más- se había elegido a la gente equivocada para una función tan sensible.

Fue así entonces que en la pequeña y lejana comarca del Gran Lago Negro se nombró a Lady Lourdes Steve, dama proveniente de la aldea Nuestra Señora de los Suplicios para que atendiera –en honor a su virtud y dedicación solidaria- las necesidades de los pobres.
Sin embargo, como el frío también afectaba a la Dama aludida, ésta no salía de su residencia, y la casa destinada a brindar protección a los desvalidos permanecía cerrada casi de manera permanente (además, Lady Lourdes estaba convencida que: “pobre es la vaca, porque se caga la cola”).
Cuentan que una vez algunos integrantes de la Junta de Notables quisieron saber por qué ocurría eso, ante lo cual respondió: “antes la gente también se moría de frío y a nadie le importaba”.
Así las cosas, y evidenciada la vocación de servicio de Lady Lourdes, los pobres continuaron habitando portales y aleros de la residencia de los Nobles, quienes al día siguiente debían ordenar a sus siervos una limpieza a fondo de los lugares donde habían pernoctado los abandonados, porque dejaban un olor a pobre que daba asco.
Otros documentos hablan del trabajo desinteresado y honesto de aldeanos que se reunían para ayudar a sus semejantes, como la llamada “Cruz Púrpura”, o las gentes que compartían la leche de sus cabras con quienes carecían de ella. Pero de estos nadie hablaba. Los escribas comarcanos y las grotescas marionetas que solían vociferar al mediodía en las plazas públicas, sólo lamían las sandalias de los poderosos a cambio de cuatro maravedíes, pero estos asuntos serán motivo de otra historia.
Ahora este escriba debe ir a la calle a procurar que un alma bondadosa le ofrezca un plato de sopa de lentejas, porque esto de escribir contra la corriente, no paga (además -pese a algunas ofertas- aún no le han dado con el precio.)
Moraleja:
Asunto peligroso si los hay es el alarde de soberbia y desparpajo, porque ocasión puede llegar al que esta arriba, que mañana le toque estar abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario