sábado, 19 de noviembre de 2011

OPINION

Morir como un perro


“Si perdemos la capacidad de indignarnos por el asesinato de un perro, vamos de cabeza a la deshumanización”.



Ángel Juárez Masares


Cada día ocurren cosas en el mundo –no importa la cercanía que tengan- que logran hacernos pensar para qué estamos encima de este pedazo de materia que rueda en un universo tan desconocido y misterioso como el que se mueve dentro de cada uno de nosotros.
Kilómetros de literatura se han escrito al respecto, y no seremos nosotros quienes –desde nuestra pequeñez-  encontremos respuesta a tales interrogantes.
Es evidente que ante la imposibilidad de “bajarnos de él” -como el genial Joaquín le hizo decir a Mafalda-  solo nos queda remitirnos a nuestra ignorancia y hurgar en ella en busca de un camino para transitar.
Así leemos las noticias temprano a la mañana, y vemos los cambios estructurales que ya están en marcha en el planeta. El aumento de los conflictos bélicos que –históricamente- no tuvieron ni tienen otro motivo que el económico; el deterioro imparable del ambiente a través de la destrucción de los bosques, la pesca descontrolada, la matanza de especies o la extinción de ellas ante el avance del hombre que ya no cabe en la tierra. El derretimiento de los casquetes polares a causa del calentamiento atmosférico, la crisis de la unión Europea, y podríamos seguir enumerando una larga lista de situaciones que todos conocemos.
Sin embargo cada tanto nos enteramos de un hecho que nos impele a mirar dentro nuestro, y que por lo general es un episodio relativamente cercano, física o geográficamente al lugar donde nos toca vivir, porque los horrores lejanos tiene la particularidad de afectarnos durante el tiempo que insume leer una noticia.
Para quienes nos siguen en lejanas regiones del mundo, les cuento que en la Ciudad de Nueva Palmira, ubicada al norte del departamento de Colonia y a sólo cinco kilómetros del límite con el departamento de Soriano, cuatro adolescentes asesinaron a garrotazos a una perra (supuestamente callejera) aduciendo que días antes había mordido a uno de ellos.
El episodio hubiera pasado desapercibido si los individuos no hubieran tenido la ocurrencia de “subir” a la Red Facebook un video de tal aberración. En el mismo se ve claramente como dos de ellos capturan al animal –en un lugar que parece ser el interior de un galpón- y pese a las manifestaciones amistosas de la víctima que mueve alegremente su cola, los adolescentes la meten dentro de una bolsa y –munidos de un par de maderas- comienzan a golpearla. En un momento el animal logra salir de la bolsa, pero ya no puede tenerse en pié. Se notan sus últimos momentos de vida con el agitar compulsivo de sus patas hasta que se detiene, pero los sujetos continúan golpeándola en la cabeza durante varios minutos. Finalmente uno de ellos levanta el palo por sobre su cabeza y grita: ¡soy el mejor!
¿Que relatar este episodio con lujo de detalles es caer en la práctica morbosa que tantas veces criticamos?…hoy no nos importa.
¿Qué esta reflexión puede terminar siendo calificada como “apología de la violencia”?...
Tampoco nos importa. No sabemos si el derecho a la indignación está establecido en alguna normativa legal, pero en realidad, si no está…tampoco nos importa.
Mucho se habló del tema en estos días, y algunas organizaciones vinculadas a la protección de los animales manifestaron públicamente su repudio.
Se ha especulado con el tema a través de las redes sociales, y las posturas de la gente han sido tan disímiles que entrar en ellas sería sumergirnos en un caos del cual no sabríamos como salir.
No obstante muchas personas relativizaron el episodio señalando: “tanto lío por un perro”, posición que debemos respetar más allá de no compartirla.
Si embargo quienes tenemos perros y salimos a golpear la puerta del veterinario a las dos de la mañana si es necesario, no podremos olvidar fácilmente semejante asesinato. ¿Que hay caballos que mueren atados a los carros?... si, ¿que hay niños que mueren de hambre en el mundo?...también...pero si no tenemos la capacidad de separar las situaciones e indignarnos por este episodio, vamos de cabeza a la deshumanización a través de la masificación del pensamiento. No olvidemos además  que la cantidad, la lejanía, y la generalización lleva a eso...leemos: “en Japón mueren 5.000 por un tsunami”...y no se nos mueve un pelo, o a lo sumo decimos; ¡que horrible!...y de ahí pasamos a ver quien quedó eliminado en un certamen en el que –dicen- bailan por un sueño.
¿Que esta actitud forma parte del ancestral y humano instinto de sobrevivencia?
Es posible.
El caso de Nueva Palmira tiene además otras lecturas que deben ser abordadas con responsabilidad, y que es bueno dejarlas en claro.
Es necesario insistir en que este episodio es un hecho aislado, y nada más injusto que llegar al facilismo de la generalización –muy nuestro por otra parte- estigmatizando la juventud palmirense. Nada de eso. Tenemos la fortuna de conocer bien esa pequeña ciudad, donde la mayoría de sus habitantes llevan una vida de trabajo y con un fuerte arraigo en la familia como institución social.
Claro que a veces los muchachos se toman alguna de más y amanecen de cantarola a la orilla del río. Seguro que un domingo a la mañana se pegan alguna piña a la salida de un baile.
Pero no todos los días cuatro enfermos asesinan un perro.
Creo que tampoco debemos “caerle” a las familias de estos adolescentes. Seguramente sus padres han hecho por su educación “lo que supieron hacer y creyeron lo más acertado”, más allá que remitiéndose a las pruebas no lo hayan conseguido.
La Justicia ha tomado posición al respecto disponiendo el traslado al INAU y seguimiento de los tres menores que mataron a la perra, pasar el caso al juzgado de Familia, y ordenar pericia psicológica a Nahuel, autor de los golpes mortales.
La larga instancia en el Juzgado Letrado de Carmelo, al que fueron citados los tres varones y una chica. En función de la decisión judicial, los tres varones fueron trasladados a dependencias del INAU en el departamento de Colonia, donde se llevará a cabo su proceso de rehabilitación. La menor quedó bajo responsabilidad de sus abuelos, con la finalidad de cumplir todo lo que disponga la Justicia. La jueza resolvió que "la conducta desarrollada por los adolescentes no configura infracción a la ley penal", ya que no hay ninguna figura que considere su actuación -a la que la Justicia calificó como deplorable- como delito.
Se estableció que la Comisión de Bienestar Animal analice las acciones a los efectos de "aplicar las sanciones que considere pertinentes", que podrían ser multas económicas de hasta 500 UR.
Además de derivar el asunto al juzgado de Familia, la jueza Ruibal pidió que se le realizara una pericia psicológica al joven identificado como Nahuel, para determinar si su personalidad tiene "elementos de agresividad aumentados".
Cada lector tomará posición. Le parecerá que este es un asunto menor, que no es tema para una publicación de esta naturaleza, o que nos quedamos “cortos” con la reflexión.
Para nosotros es muy grave, porque además, ¿quien asegura que el que mata por placer mañana no lo hará sin escrúpulos con un ser humano?
Finalmente confieso que cuando mi vieja perrita no pueda tenerse en pié; cuando ya no se alimente y sus ojos se cierren de dolor, haré que la ayuden a morir. Quiero que –si no me adelanto en la partida- se vaya sintiendo mis esfuerzos para devolverle algo –casi ínfimo- de ese amor que me da solo con estar acá, echada a mis pies mientras escribo.

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