Que la acción corresponda
a la palabra y la palabra
a la acción
William Shakespeare
-Ser o no ser; he aquí el
problema! ¿Qué es mas levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de
la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y,
haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir…dormir, no más! ¡Y pensar que con
un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales que constituyen
la herencia de la carne! ¡He aquí un término para ser devotamente deseado!
¡Morir….dormir! ¡Dormir…tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Porque es
forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel
sueño de la muerte, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la vida. ¡He
aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! Porque ¿quién
soportaría los ultrajes y desdenes del tiempo, la injuria del opresor, la
contumelia del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la
justicia, las insolencias del Poder, y las vejaciones que el paciente
mérito recibe el hombre indigno, cuando
uno mismo podría procurar reposo con un simple estilete? ¿Quién querría llevar
tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera
por el temor a un algo después de la muerte –esa ignorada región cuyos confines
no vuelve a traspasar viajero alguno- temor que confunde nuestra voluntad y nos
impulsa a soportar aquellos males que nos afligen antes de lanzarnos a otros
que desconocemos? Así, la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes; y
así, el motivo de la resolución se torna enfermizo bajo los pálidos toques del
pensamiento, empresas de grande aliento e importancia, por esta consideración ,
tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción…
Te ruego recites este
pasaje tal como lo he declamado yo, con soltura y naturalidad, pues si lo haces
a voz en grito, como acostumbran muchos de nuestros actores, valdría más que
diera mis versos a que los voceara el pregonero. Guárdate también de aserrar
demasiado el aire con la mano. Moderación en todo, pues hasta en medio del
mismo torrente, tempestad, y aún podría decir torbellino de tu pasión, debes
tener y mostrar aquella templanza que hace suave y galante la expresión. ¡Oh!,
me hiere el alma oír a un robusto jayán con su peluca desgarrar una pasión
hasta convertirla en jirones, en verdaderos guiñapos, hendiendo los oídos de la
gentecilla de la cazuela que –por lo general- es incapaz de apreciar otra cosa
que incomprensibles pantomimas y ruido. De buena gana mandaría azotar a ese
energúmeno por exagerar a Termagante. ¡Esto es ser más herodista que Herodes!...
No seas tampoco tímido;
en esto tu propia discreción debe guiarte. Que la acción corresponda a la
palabra y la palabra a la acción, poniendo un especial cuidado en no traspasar
los límites de la sencillez de la naturaleza, porque todo lo que a ella se aparta
igualmente del propio fin del arte dramático, cuyo objeto, tanto en su origen
como en los tiempos que corren, ha sido, y es, servir de espejo a la
naturaleza: mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera
imagen, y a cada edad y generación su fisonomía y sello característico…
* “Hamlet”. Tragedia escrita entre 1599 y 1601, y aún
vigente en 2012. Acto Tercero Escena
primera. El Rey, la Reina ,
Polonio, Ofelia, Rosencrantz, y Guildenstern.
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