viernes, 24 de febrero de 2012


Una degeneración

Por más que al Carnaval se le haya extendido la partida de defunción hace mucho tiempo, el se presenta haciendo piruetas y lanzando carcajadas. Le acompañan mujeres livianas con el rostro cubierto y senos desnudos y es bastante para que lo reciban con alegría los “viejos verdes” y los jóvenes que creen que al mundo se ha venido nada más que a divertirse. Es una caricatura y una degeneración, pero como nunca faltan mamarrachos y decadentes, siempre tendrá partidarios. El carnaval es una locura en que suenan los cascabeles de la pecadora y el haragán que se disfraza de estudiante. En Roma decayó, en Venecia es un recuerdo, en Niza una exploración y en Barcelona y París se le quiere galvanizar el cadáver. No hay por lo tanto, motivo para tolerarle. Afortunadamente no dura más de tres días”.

*Periódico “El Nacional”, Mercedes, 1915

Desde sus orígenes más remotos en el medioevo europeo, la sociedad subvertía el orden preestablecido durante los días de fiesta carnavalesca. En los últimos años del siglo XIX el viejo sueño de ser "otro" durante la fiesta se convirtió en mercancía. Prueba de ello era el amplio abanico de productos ofrecido durante el mes de febrero por las tiendas del rubro. En esta misma época, mientras los adultos comenzaban a quitarse sus antifaces para mostrar sus verdaderos rostros y ropajes cuidadosamente confeccionados, los niños se hacían presentes en la fiesta, disfrazándose como "adorables condecitos o diminutas damitas en traje aristocrático"*. Año 1918.

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