El
navegante y hombre de ciencia Américo Vespucio se formó en la época de los
Médicis
Relatos picantes de un florentino, origen del nombre
del continente americano
*
Cuando arribó a las costas de Venezuela y Brasil descubrió un nuevo mundo jamás
imaginado.
*
Un geógrafo alemán usó por primera vez el vocablo América, que luego quiso
cambiar.
Peter Popham
Londres.
Cristóbal Colón no sabía adónde iba cuando partió, y cuando volvió no
sabía dónde había estado. Pero Américo Vespucio, quien murió un 22 de febrero,
hace 500 años, y dio nombre a todo un continente, ¿estaba mejor informado?
Una
persona en cuyo honor se bautizó un continente está propensa a suscitar ciertos
celos. El matemático y navegante florentino, que cruzó el Atlántico unos años
después de Colón, atracó en los actuales Venezuela y Brasil y llegó casi hasta la Patagonia , en el sur, ha
recibido numerosos epítetos en el curso del tiempo: mentiroso, falsario,
farsante mercader de conservas y mucho más.
Sin
embargo, hay poca duda de que fue un gran navegante: un hombre de ciencia
educado en el invernadero intelectual de la Florencia de los
Médicis, que terminó su carrera con el honroso título de piloto mayor,
conferido por el rey de España.
Los
relatos de sus aventuras en lo que él fue la primera persona en llamar el nuevo
mundo se vendieron por miles. Y a diferencia de Colón, sabía dónde no había
estado: en las Indias.
Hijo
de un notario que llegó a contar entre su clientela a la élite gobernante de la
ciudad, Vespucio nació en 1454, y en su juventud fue cercano a los hombres y
mujeres que hicieron de Florencia la flor del Renacimiento. Fue absorbido por
la intensa atmósfera académica de la ciudad, donde evolucionaba con rapidez el
conocimiento de la geometría, las matemáticas, la filosofía, la medicina, la
astronomía y la astrología, y tuvo amistad cercana con un primo de Lorenzo de
Médicis.
Los
estudios no sólo tenían interés teórico. Con la caída de la dinastía Kan en
China y la conversión al islam de los mongoles que gobernaban Persia, la ruta de
Marco Polo al extremo oriente quedó bloqueada. Gracias a Marco Polo toda Europa
supo de las fabulosas riquezas de Oriente, y ahora los renacentistas de
Florencia y otros lugares soñaban con llegar a ellas por mar. El polimatemático
Paolo dal Pozzo Toscanelli, contemporáneo florentino de Vespucio, escribió al
rey de Portugal en junio de 1474, haciendo danzar ante sus ojos visiones de
esas tierras fértiles con toda clase de especias y gemas, de palacios cubiertos
de oro sólido, donde florecían la filosofía y la astrología, las artes y las
invenciones, e insistiendo en que un paso a Oriente por mar era una certeza.
“Envío a vuestra majestad un mapa trazado por mi propia mano (que indica) las
islas desde las cuales debe partir el viaje hacia Oriente…”
Desde
luego, era una baladronada tremenda: aquellos hombres sabían que la Tierra era redonda, pero
apenas si tenían una idea muy remota de lo que yacía al otro lado. Sin embargo,
el reto de lo desconocido era irresistible: en 1491, el año anterior a la
llegada de Colón a las Indias, Vespucio partió de Florencia a Sevilla. Mientras
se mantenía surtiendo víveres a los buques que partían –de ahí el calificativo
de mercader de conservas que varios siglos después le endilgó Ralph Waldo
Emerson–, se sumergió en mapas, cartas de navegación y especulaciones.
Emprendió su primer viaje el 10 de mayo de 1497, contratado como experto en el
naciente arte de la navegación.
No
era un marino natural. En una carta a Lorenzo de Médicis se quejó de “los
riesgos de naufragio, las incontables privaciones físicas, la permanente
angustia que aflige nuestros espíritus… éramos presas de un miedo tan terrible
que abandonamos toda esperanza de sobrevivir”. Pero cuando las cosas llegaron
al límite, en medio de una horrible tempestad, plugo al Todopoderoso mostrarnos
el continente, una tierra nueva y un mundo desconocido.
Fueros
ésas las palabras que, puestas en letras de molde, galvanizaron a Europa.
Vespucio conocía las obras geográficas de Tolomeo y había pasado años inmerso
en mapas y especulaciones geográficas. Para él la costa de las modernas
Venezuela y Brasil, donde su expedición atracó, nada tenía que ver con las
zonas descritas por los exploradores de Oriente. Eran algo mucho más
fascinante: un mundo jamás imaginado.
“Sin
duda –escribió–, si el paraíso terrenal está en alguna parte de este mundo,
calculo que no estará lejos de estas partes.” En su descripción, ese nuevo
mundo está hecho de extremos. Por un lado, los pobladores que encuentran viven
en un estado de dicha y ensueño: sin más metales que el oro, sin ropa ni signos
de envejecimiento; pocas enfermedades, ningún gobierno, religión ni comercio.
En una tierra rica en animales y plantas, colores y fragancias, libre de los
rigores de la civilización, viven 150 años y rara vez enferman.
Pero
al dar vuelta a la moneda es un mundo de demonios. Se devoran unos a otros; el
vencedor (se come) al vencido, escribió. “Conozco a un hombre… que tiene la
fama de haber devorado más de 300 cadáveres…” Las mujeres son intensamente
deseables: “ninguna… entre ellas tiene el pecho caído”, pero también son
monstruos y brujas: “…Como son muy lujuriosas, hacen que las partes privadas de
sus maridos se hinchen a tal tamaño que aparecen deformes y repulsivos… en
consecuencia, muchos pierden sus órganos, que se rompen por descuido, y quedan
como eunucos… Cuando (las mujeres) tenían oportunidad de copular con
cristianos, impulsadas por su lujuria excesiva, se pervertían”.
La
sensacional descripción de Vespucio inspiró un aguafuerte de su primer
encuentro con una americana: el explorador y la voluptuosa y muy pálida mujer
desnuda se miran con fijeza; ella está en el acto de bajar de una hamaca y
caminar en dirección a él. Entre tanto, en un montecillo próximo, otra mujer
asa en una hoguera la parte inferior de un cuerpo humano.
La
naturaleza salvaje y fantástica de las descripciones de Vespucio plantea la
pregunta de hasta dónde son confiables sus observaciones, pero en general todo
lo referente a sus aventuras está envuelto en dudas. No sabemos cuántos viajes
emprendió; su autoría de algunos de estos relatos es cuestionable, y ni
siquiera hay aceptación universal de que haya identificado a Sudamérica como lo
que era, un nuevo continente.
Ese
honor podría corresponder al hombre que inmortalizó su nombre: un geógrafo
alemán llamado Martin Waldseemüller, miembro de una sociedad de científicos
aficionados. En la revisión de la geografía mundial publicada por esa sociedad
en 1505 se incluyeron algunos de los relatos de Vespucio y un mapamundi que
contenía el nuevo continente situado al sur, con el nombre de América, usando
por primera vez esa palabra, acuñada en honor de su descubridor, hombre de gran
destreza.
Más
tarde el geógrafo cambió de opinión sobre los méritos de Vespucio y quiso poner
otro nombre al continente, pero para entonces los relatos de sexo y canibalismo
del florentino le ha-bían dado fama mundial. Y el nombre se quedó.
©
The Independent
Traducción:
Jorge Anaya
Extraído
de: http://www.jornada.unam.mx
1 comentario:
Américo Vespuccio en misión secreta llegó en 1502 a Punta del Este, rumbo a las Malvinas, para que su gente descansase de la ya larga travesía desde Europa.Les gustó tanto la Brava y La Mansa que debió emplear don Américo la persuasión de aquellos tiempos para proseguir con el itinerario.Pero antes viajaron hacia el interior costero y llegaron al Cerro de Montevideo donde dejaron el registro pétreo
de su presencia.
Ya es hora de sacar todos los Solis de la nomenclatura del primer europeo llegado por aquí.Fue Vespuccio y su marinería.Hay libros de investigadores que ofrecen los testimonios que sintéticamente les registré.
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