Cuando el soporte
en blanco
es el problema
Ángel Juárez Masares
Hace muchos años al
inaugurar una exposición en la
Casa de la
Cultura de Mercedes, coloqué a la entrada de la sala un
caballete con una tela en blanco. Recuerdo que esa “instalación” como le
llamaríamos ahora, se completaba con una paleta con varios colores ya secos, un
pequeño banco, y un recipiente cilíndrico con varios pinceles. En la parte
superior del soporte escribí: “he aquí el problema”.
Desde aquel apresurado e
inoportuno intento de mostrar pintura han pasado más de 25 años, y quizá 50
exposiciones, pero esas cuatro palabras siguen para mi tan vigentes como aquel
día.
Naturalmente cada
individuo que cultiva alguna disciplina del arte actúa de acuerdo a su
individualidad, y lo complejo de ella sumado a las experiencias de vida; al
estudio que haga sobre la rama que haya elegido, y su propia capacidad
intelectual, hará que su obra sea o no considerada públicamente. Cada uno
adjudicará a esa “consideración” la importancia que su “yo” le asigne, asunto
al que –personalmente- estimo que no debe temer ni ocultar, sino que debe
manejar en beneficio propio. Si cada tarea de carácter individual que se
emprende no está “tocada” con una buena
dosis de estima personal, la evolución se pierde, o por lo menos se diluye. Eso
no obsta –sino todo lo contrario- para que la duda esté presente a cada
instante. Quizá algunos artistas sean más seguros que otros a la hora de
intelectualizar una idea y plasmarla tal como fue concebida, pero en algún
momento del proceso ésta aparecerá en mayor o menor medida, ya sea a través de la
forma o del color.
Durante milenios, la
pintura se movió entre dos caminos o problemas básicos: el seguimiento de los
estilos tradicionales, y la protesta contra ellos. En el primero de los casos,
estas actitudes se adoptaron en el marco de diferentes contextos históricos que
no permitían otra elección. Solo a partir del Renacimiento se convirtió en tema
de discusión si se debía seguir esa tradición artística, y hasta qué punto.
Si “Arte” se define como:
“Método. Conjunto de reglas para hacer bien una cosa”, romper con los métodos
tradicionales implica aceptar esas reglas, so pena de que el resultado de esa
ruptura no sea “arte”.
Salteándonos algunos
capítulos de la historia del arte, podríamos convenir entonces que la
rigurosidad que pongamos en la empresa irá en su beneficio. Recordemos –quizá
como caso extremo- que el genio de Da Vinci llegó hasta los huesos
(literalmente) para poder pintar la figura humana. Mucho camino se ha recorrido
desde “El Hombre de Vitrubio” hasta el “Action Painting” de Jackson Pollock y
su expresionismo abstracto. En resumen; retornando al soporte en blanco y las
dudas, nos aferramos a la teoría de la rigurosidad como elemento de búsqueda de
la perfección, aún a sabiendas de la dificultad de alcanzarla. Sin embargo, la
idea de lo supremo como meta nos acercará a la utopía, y la aproximación que
podamos conseguir tendrá como “techo” la
capacidad de cada uno.
Por otra parte, la
búsqueda de caminos no tradicionales puede llegar a poner en tela de juicio, no
solo los métodos, sino los fines del arte. Recordemos que el anticlacismo del
arte manierista significó renunciar a los principios de la objetividad y
racionalidad, y el orden que de ellos emana. Pero lo mas característico del
arte anticlásico es el abandono de la idea que una obra es un todo, indivisible
e inamovible. A partir de ahí la obra se compone de elementos diversos, muchas
veces heterogéneos, y casi siempre independientes entre sí, contrariamente a la
estética tradicional, donde el principio de “cohesión” está en función del
resultado final. Una obra no clásica aparece en cambio, como un sistema abierto
y sin terminar, como si esa falta de “perfección” fuera atribuible a una
diversidad de experiencias o vivencias no dominadas.
Finalmente nos permitimos
volver sobre un concepto repetido casi obsesivamente en estas páginas por quien suscribe, y que
consideramos uno de los mayores problemas actuales –por lo menos- en esta parte
del mundo: la ausencia de rigor. Suelen verse por estas latitudes muestras de
pintores jóvenes –y no tanto- generalmente provenientes de talleres dirigidos
por un “maestro”, donde la ansiedad por “mostrar” no supera la mínima
autocrítica. Quienes dirigen, enseñan, u orientan este tipo de “talleres”,
deberían tener la capacidad de encontrar en cada alumno “esa veta” individual a
trabajar. La ausencia de esa exigencia elemental da como resultado exposiciones
– de al menos escaso nivel- que son aplaudidas por familiares y amigos en un
entorno social que nada tiene que ver con el arte. Mas de una vez hemos
asistido a este tipo de eventos, donde –justo es decirlo-muchas veces aparece
ahí… en ese extremo del cuadro, un atisbo de talento que debería tomarse como
inicio de un camino en la búsqueda de un pintor. Atisbo que la mayoría de las
veces se esfuma por la falta de visión de quienes los orientan, pero sobre todo
por el halago gratuito y el entorno social a que hacíamos referencia.
Nadie pretende hoy que un
pintor llegue hasta los huesos como el gran Leonardo, pero la modernidad nos ha
dado elementos técnicos para trabajar con responsabilidad en procura de ser un
obrero del arte. Quien frente al caballete o al muro piense que ser pintor es
otra cosa, está equivocado.
1 comentario:
Saludos!!!Estimadisimo Angel no te puedo negar que estaba esperando esta edicion de Hum-bral dado los avances tematicos presentados en facebook.
Comparto contigo en lo general, pero como tu mismo lo dices, estimo que te has obsesionado con las "talleres", los "maestros", el "rigor", y la "perfeccion".
Yo creo que la segunda parte de tu nota actual es una repeticion de aquella "El arte no se prostituye".
Respeto profundamente tu posicion, tu optica y tu vision del problema.
No quisera redundar en los mismos cometarios que aporte en ocacion de "El arte no se prostituye" pero abusando de tu paciencia permiteme volber sobre algunos topicos que a mi entender tu sobredimensionas.
Un determinado porcentaje de los asistentes a "talleres" no esta interesado en ser un consumado"artista" ni siquiera se anima a considerarse "pintor" solo asiste buscando experimentar con el tema del arte.
No olbidemos que NINGUN, absolutamente NINGUN taller, puede crear artistas, solo fomentar la creatividad.
Muchos talleres son solo eso, experiencias creativas, su objetivo es reunirse sin un animo de crear "escuela".
Ahora algunas preguntas: Cual es el problema de asistir a un "taller" de pintura sin pretender ser artista?
Tienen todos y cada uno de los tallerista la obligacion de ser talentosos con el pincel y egrear siendo consumados "artistas?
En definitiva, si alguien quiere, tiene, o pretende llegar mas lejos en la pintura, debera oportunamente ver a que "taller" asiste, que pintor segun esa persona, le puede ofrecer un metodo, una tecnica y una oportunidad para dar un paso mas en su carrera, pero ese aspirante a artista, o a pintor en este caso, debe de tener muy claro que nadie puede "ensenar" a nadie a ser artista. Esa condicion se adquiere por la aceptacion de nuestro trabajo por la gente, por nuestra dedicacion y nuestra creatividad, cosa que nadie nos puede prestar ni ensenar.
Por ultimo, quien se puede arrogar la potestad de juzgar, de poner techos y etiquetas?
No nos olbidemos que muchos de los considerados "maestros" hoy dia, fueron repetidamente rechazados de los "salones" y sus obras tildades de mamarrachos....
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