El milagro alemán
La obra del escritor alemán Hermann Hesse sigue
vigente en su país cincuenta años después de su muerte.
El interés por la obra de Hermann Hesse sigue vigente en
Alemania cincuenta años después de su muerte, que se cumplen mañana, con nuevas
publicaciones sobre uno de los escritores más amados y a la vez más
despreciados de la literatura.
Sus enemigos ven al
autor de "El lobo estapario" y "Siddhartha", en el mejor de
los casos, como un escritor sensiblero y, en el peor, como un predicador de la
destrucción de la civilización.
El crítico Marcel
Reich-Ranicki sostiene por ejemplo que Hesse, al escribir "Demian",
escribió "un libro nazi sin darse cuenta". Curiosamente, décadas después,
una de las apasionadas lectoras de ese libro sería Ulrike Meinhoff, una de las
figuras emblemáticas de la banda terrorista de izquierdas "Fracción del
Ejército Rojo".
Los defensores de
Hesse, en cambio, suelen ver en sus obras parte de su propia autobiografía y
una invitación a oír la voz interior de cada uno, lejos de dogmatismos e
ideologías.
Más que proteger la
memoria de Hesse de sus críticos, algunos de sus recientes defensores parecen
querer protegerlo de sus admiradores que lo convirtieron en una especie de
líder espiritual.
Dos biografías -una
de Heimo Schwilk y otra de Gunnar Decker- se acercan a la figura de Hesse y
coinciden en su esfuerzo por cuestionar la imagen del autor de "El lobo
estepario" como un icono de la generación contestataria de los sesenta.
Las dos biografías
resaltan ante todo la última novela de Hesse, "El juego de
abalorios", en la que se plantea una utopía en la que la realización
personal es posible en la subordinación a un orden, lo que parece alejarse del
tono rebelde de las otras obras de Hesse.
Hesse fue, desde el
comienzo, un poeta y un escritor de la rebelión y la crisis pero también un
escritor que aspiraba a la reconciliación.
"Para nacer -escribió Hesse en 'Demian', acuñando una
de las frases más conocidas de su obra- hay que destruir un mundo".
El comienzo de la
historia de la rebelión de Hesse contra su familia, contra la tradición
protestante y contra las exigencias burguesas puede fijarse en su fuga del
seminario de Maulbronn -ocurrida en marzo de 1892- con lo que abandona el
camino que le habían trazado sus padres como pastor protestante.
Decker sostiene que la fuga no fue un acto planificado, ya
que Hesse partió llevando solo bajo el brazo los libros que necesitaba para la
siguiente clase.
La fuga fue más
bien, según Decker, "la decisión espontánea de no hacer lo que se esperaba
de él sino seguir adelante sin saber a dónde iba a llegar".
Schwilk, al final de su libro sobre Hesse, sugiere que al
término de su vida retorno al espíritu de Maulbronn de donde se había fugado y
alude a "El juego de abalorios".
En 1898 Hesse logra publicar su primer libro de poesía
-"Romantische Lieder" (Canciones románticas)- que envía a su madre,
la cual reacciona con disgusto y subraya que algunos de los versos despiertan
la sospecha de que "el amor no siempre es casto y puro".
Para la madre, el arte debía estar al servicio de la
religión. Parte de la rebelión de Hesse será en contra de esa concepción del
arte y por la misma época escribe a sus padres que desde hace tiempo tiene la
convicción de que para el artista la estética debe ocupar el lugar de la moral.
Otro aspecto de la rebelión era el reconocimiento de los
derechos del cuerpo y la materia. Todo ello sigue viéndose en sus libros
posteriores como "Bajo la rueda" (1906), donde se hace un juicio
sumario de la pedagogía tradicional alemana, y, sobre todo, en
"Demian" (1919) y "El lobo estepario" (1927)
Sin embargo, en medio de la rebelión Hesse está anhelando
permanentemente también una forma de orden y de disciplina.
La novela de la reconciliación con un orden -un orden
utópico, claro está- es "El juego de abalorios" (1947), concebida
inicialmente como una respuesta al nacionalsocialismo y a lo que Hesse llamaba
la "era folletinesca". Un año antes de su publicación había recibido
el Premio Nobel.
Hesse vivió 15 años más después de publicar ese libro,
refugiado en su casa de Montagnola, su villa en Suiza donde pasó la segunda
mitad de su vida y en la que colgó un cartel que prohibía las visitas.Rodrigo
Zuleta.*
Fuente: EFE
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