Apuntes
de pintura
“El pintor de los
sueños”
A 102 años de la muerte de Henri
Rousseau
Ángel Juárez Masares
En 1855 el negocio del padre quebró y la familia se vio
forzada a abandonar la casa, quedando prácticamente en la indigencia. A raíz de
esa situación, Rousseau empezó a alternar trabajo y estudios. Intentó estudiar
Derecho, pero las circunstancias eran precarias y no logró graduarse. Trabajó
como pasante en un bufete de la ciudad de Angers, un trabajo mal pagado del que
fue despedido por hurtar estampillas. Durante esta etapa se despertó en él un
gran interés por la poesía y la música.
Tras la pérdida del puesto de trabajo buscó refugio en el
ejército y, en 1863, se enroló en la infantería durante cuatro años.
En 1868 contrajo matrimonio con Clémence Boitard, con la
que tuvo siete hijos, de los que solo una niña llegó a la edad adulta. Ese
mismo año murió su padre, y Henri decidió ayudar a su madre, para lo cual se
trasladó a París, donde consiguió un puesto de funcionario (agente de aduanas
de segunda clase, douanier) en la
Oficina de Recaudación de Arbitrios de París.
Empezó a pintar en serio con poco más de cuarenta años, y
a la de edad de 49 se retiró de su puesto en la administración para dedicarse
de lleno a la pintura.
En 1888 falleció su esposa Clémence, y el artista,
nuevamente en situación de penuria económica, fue acogido por el escritor
Alfred Jarry.
A pesar de las intenciones "realistas", en la
obra de Rousseau destaca el tono poético, la búsqueda de lo exótico y, sobre
todo, su estilo naíf, reflejo de una aparente sensibilidad infantil propia de
los artistas con poca o nula formación académica; esta ingenuidad otorga con
frecuencia a sus trabajos un aspecto involuntario de caricatura. En el caso del
pintor de Laval, es efectivamente su formación autodidacta junto a una primacía
de la fantasía sobre lo real lo que determina este estilo, de difícil inclusión
en movimientos artísticos de la época. A pesar de desconocer las técnicas
compositivas, logró dotar a sus obras de un sugerente y complejo colorido, muy
elogiado entre sus seguidores.
Aproximadamente desde 1890 se observa una maduración en su
lenguaje pictórico. Si bien durante toda su carrera artística pintó obras de
corte realista, con frecuencia también dejó que su fantasía se potenciara hasta
casi el surrealismo. Por ejemplo, en La gitana dormida (1897) se ve a una mujer
durmiendo plácidamente en medio de un exótico desierto mientras un león la
observa muy de cerca; el paisaje y el león podrían ser una fantasía onírica de
la gitana. En El Sueño (1910), esta potenciación de lo realista es igual de
perceptible.
A menudo se incluye a Rousseau dentro del
post-impresionismo francés. En cualquier caso, se le reconoce un estilo naíf
original y muy intuitivo que le otorga un lugar destacado en la pintura
francesa de finales del XIX y principios del XX, junto a sus coetáneos
impresionistas, fauvistas y cubistas.
Sus cuadros más conocidos representan escenas selváticas,
a pesar de que nunca abandonó Francia ni vio una jungla. Carecen de rigor las
historias difundidas por admiradores suyos sobre un supuesto servicio en el
ejército. Rousseau frecuentemente desconoce u olvida las perspectivas y las
proporciones. En su obra, los claroscuros no sirven para dar profundidad ni una
impresión de contorno, con lo que sus figuras suelen parecer
"planas".
Su técnica habitual era la de capas de óleo, comenzando
por los cielos y el fondo y concluyendo con la figuración de los personajes y
animales. En algunas pinturas repintó ciertas áreas (principalmente los
follajes de primer plano), motivo por el que en la actualidad tales áreas se
encuentran cuarteadas. Cuando pintó "junglas" llegó a usar unas cincuenta
tonalidades de verde.
Generalmente el acabado de la superficie es con un
"glaseado", una especie de satinado y/o barnizado, sabiamente
dispuesto que le aporta un brillo equilibrado a la obra.
Su virtuosismo y rigor en el manejo de los materiales, fueron
sin duda la clave para que hoy esté
entre los grandes de la pintura universal.
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