Viaje al centro de la Tierra y sueños de libertad
Por Маттиас Rotulovic (desde la década de
1890)*
“Miré encogiéndome de hombros, resuelto a
llevar
la incredulidad hasta sus últimos límites.
Pero tuve que rendirme ante la evidencia”.
(Viaje al centro de la Tierra, cap. XXXIX)
Hemos tenido noticias sobre el interior de
nuestro globo. Julio Verne (Nantes, Francia, 8 de febrero de 1828) nos ha dado
informaciones justas y concretas. En su Voyage au centre de la Terre (Viaje al
centro de la Tierra) se muestra un paisaje interno y desconocido, soñado por
momentos, temido por otros. Es a veces desolador y asfixiante. Nunca el hombre
podrá llegar tan lejos, ni al centro de la Tierra ni a la poética Luna (¿O
sí?). Pero Verne nos transporta en su viaje científico, en el viaje imposible
de lo posible; la imaginación no tiene piedras ni espacio que le corten el
paso. Es un geólogo exacto y un investigador exquisito. La ciencia positiva,
que por momentos peca de pesimista, debería leerlo y emprender la búsqueda de
los mundos de Verne, que son a su vez nuestros mundos.
Su novela atrae el misterio y la
concentración del lector. Me dan ganas de leer su obra las Veinte mil leguas de
viaje submarino publicado hace algunos años. ¿Cómo será un viaje por debajo de
la aplastante agua? ¿Será más aplastante el poder de la Tierra interior que la
gran masa de agua sin espacios para la respiración humana?
Verne imagina o vivió lo que cuenta. Eso lo
sabrá el propio autor. Pero el francés nos tiene acostumbrados a hacer realidad
el mundo desconocido desde lo conocido por el hombre: la escritura. Afronta con
responsabilidad de su tiempo y su mundo las cuestiones que podrían pensarse
para un futuro no muy lejano. ¿Podrá el hombre volar por su cuenta, viajar a
Marte, cubrir el mundo en globo? En mis preguntas hago posible también el sueño
de la libertad, porque preguntarse es soñar con signos de interrogación.
Verne sabe de lo que escribe. Por estos
días se menciona como anécdota en París, que fue polizón de un barco cuando
apenas rondaba la década de vida. Solo un temerario futuro gran hombre puede
embarcarse en una aventura de reconocimiento de su mundo, de trabajo difícil y
de peligros para reconocer la libertad exterior, su propia libertad. Y su
propia libertad es plasmada en el papel.
En su obra, la Libertad es reivindicada
desde las ideas asumidas por toda una humanidad que se pregunta qué es aquellos
que nos hace y que nos hizo, pero que no ha podido encontrar respuestas
creíbles en la religión o en la filosofía tradicional. La Libertad para el
hombre lector, es la de la visión de
Verne que retoma la tradición de Homero y su Odisea, o de Virgilio y su Eneida,
también la de Jonathan Swift y los Viajes de Gulliver, Voltaire con Micromegas,
y ni hablar de Daniel Defoe en Robinson Crusoe. Estas son historias que nos
hicieron libres porque su tema fue la libertad. Son narraciones de aventuras
deseadas por todos, inclusive por sus protagonistas, pero que siempre tuvo la
añoranza de la vuelta a casa tras experimentar la vida en esa enorme prisión
que es el mundo exterior, donde el hombre se siente una hormiga aterrada,
temblorosa y acurrucada en el rincón del olvido.
Un día Verne y sus escritos serán
reproducidos en otros formatos más modernos, esos que él sueña con tanta
imaginación o con tanta comprobación. ¿Qué habrá visto Verne en sus viajes? ¿Lo
visto fue lo que nos contó? De ser así el mundo es fascinante y a descubrir a
pesar de que el hombre lo ha dominado casi en su totalidad.
En estos días, nuestro autor predilecto
viaja por Inglaterra y Noruega según noticias llegadas desde Francia. Deseamos
que esta nueva libertad sea una excusa para que nos siga haciendo libres con lo
que escribe, porque a veces la libertad que gozamos hoy, nos encierra en
nuestra propiedad privada.
Voy a darme una vuelta por el centro de la
Tierra, releeré su libro, y sepan que me sentiré libre desde mi sillón,
encerrado en mi sala. Esa es una buena forma de sentir la libertad.
(*) Por Matías Rótulo
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