POR QUÉ “EXPONER”, ES EXPONERSE…
Ángel Juárez Masares
El
día 5 de abril estaré inaugurando en “ArtEsquina20” una muestra de mis últimas
obras que he titulado “Peripecias”. Se trata de unas veinte pinturas -algunas
de grandes dimensiones- realizadas en un par de años de trabajo, y en las
cuales he procurado mantener y profundizar un estilo que no solo las
identifique por su factura técnica, sino por la preocupación constante de
“contar” una historia. Y es en esa inquietud donde nace el título, pues cuando
hace cuarenta años descubrí la vecindad
de la pintura con la literatura me propuse congelar en el soporte un instante
de la peripecia humana (debo señalar que muchas de mis obras han surgido de
relatos que suelo escribir).
No
seré yo quien juzgue la calidad de mi trabajo, pero tampoco me interesa que lo
hagan los “críticos”, que por otra parte rara vez se dignan llegar al interior
del país. Sí me agrada escuchar las opiniones de la gente, de esa que se
detiene ante una obra y pregunta, del mismo modo que pasa indiferente frente a
otra.
He
aprendido también que exponer es “exponerse”, y que uno debe ser extremadamente
riguroso en todo el proceso, tanto en la soledad del taller como en el montaje
de una muestra pública. El respeto que se debe imprimir al abrazar esta
disciplina partirá del instante mismo en que se da la primera pincelada, e
incluso antes, en el momento que se disparan los resortes ocultos del intelecto
para elaborar mentalmente el trabajo. Respeto que básicamente pasa por uno
mismo por la propia condición individual e intransferible que conlleva el acto
de pintar, y que luego deberá trasladarse al espectador. Sin ese respeto el
riesgo de no avanzar en la búsqueda de una perfección -que uno sabe imposible
de alcanzar- estará presente en cada obra.
A
lo largo de los años he procurado que el rigor y la contracción al trabajo
estuvieran siempre presentes en mi obra, y si la misma no satisface
expectativas será entonces por falta de talento, pero jamás por no haber puesto
la vida en la demanda.
En
definitiva, una vez “colgadas” las obras dejan de pertenecernos. Cuando alguien
se detiene ante una de ellas se apropia de la historia, la hace suya, la
compara con algún momento de su vida, “ingresa” a través del marco hacia el
país de los recuerdos y “vive” ese momento. Cuando eso ocurre, uno siente que
todo lo que hizo está justificado.
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