viernes, 29 de marzo de 2013


POR QUÉ “EXPONER”, ES EXPONERSE…
 
   




Ángel Juárez Masares




El día 5 de abril estaré inaugurando en “ArtEsquina20” una muestra de mis últimas obras que he titulado “Peripecias”. Se trata de unas veinte pinturas -algunas de grandes dimensiones- realizadas en un par de años de trabajo, y en las cuales he procurado mantener y profundizar un estilo que no solo las identifique por su factura técnica, sino por la preocupación constante de “contar” una historia. Y es en esa inquietud donde nace el título, pues cuando hace cuarenta años descubrí  la vecindad de la pintura con la literatura me propuse congelar en el soporte un instante de la peripecia humana (debo señalar que muchas de mis obras han surgido de relatos que suelo escribir).
No seré yo quien juzgue la calidad de mi trabajo, pero tampoco me interesa que lo hagan los “críticos”, que por otra parte rara vez se dignan llegar al interior del país. Sí me agrada escuchar las opiniones de la gente, de esa que se detiene ante una obra y pregunta, del mismo modo que pasa indiferente frente a otra.
He aprendido también que exponer es “exponerse”, y que uno debe ser extremadamente riguroso en todo el proceso, tanto en la soledad del taller como en el montaje de una muestra pública. El respeto que se debe imprimir al abrazar esta disciplina partirá del instante mismo en que se da la primera pincelada, e incluso antes, en el momento que se disparan los resortes ocultos del intelecto para elaborar mentalmente el trabajo. Respeto que básicamente pasa por uno mismo por la propia condición individual e intransferible que conlleva el acto de pintar, y que luego deberá trasladarse al espectador. Sin ese respeto el riesgo de no avanzar en la búsqueda de una perfección -que uno sabe imposible de alcanzar- estará presente en cada obra.
A lo largo de los años he procurado que el rigor y la contracción al trabajo estuvieran siempre presentes en mi obra, y si la misma no satisface expectativas será entonces por falta de talento, pero jamás por no haber puesto la vida en la demanda.
En definitiva, una vez “colgadas” las obras dejan de pertenecernos. Cuando alguien se detiene ante una de ellas se apropia de la historia, la hace suya, la compara con algún momento de su vida, “ingresa” a través del marco hacia el país de los recuerdos y “vive” ese momento. Cuando eso ocurre, uno siente que todo lo que hizo está justificado.

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