El 2 de febrero pasado se
cumplieron 12 años de la muerte de Bernardo
Kordon. Había nacido en el barrio de Almagro en Buenos Aires, en
1915. Opinaba que "Un escritor
tiene que ser como un arquitecto y un ingeniero a la vez, digo, su obra tiene
que cumplir una función estética y sensible muy especial". Repasamos su
trayectoria mediante un artículo aparecido en El País Cultural en 2002.
Bernardo Kordon
(1915-2002)
El escritor vagabundo
Osvaldo Aguirre
Kordon nació el 11 de
noviembre de 1915, en el barrio de Almagro, en Buenos Aires. En el mismo año el
padre había instalado una imprenta. En ese ambiente dio sus primeros pasos y se
formó el futuro escritor. "Nacido al lado de la imprenta paterna y criado
dentro de ella" recordó en A punto de reventar, "mi vida transcurrió
en el enervante olor de la tinta de imprenta. Solamente puedo compararlo con el
que expele el suelo reseco recién mojado por la lluvia, y esto lo digo de pura
condescendencia hacia la madre tierra. Pues nada es comparable a la tinta de
imprenta". Otra circunstancia de la infancia tendría fuerte proyección en
su visión del mundo: el espectáculo de los trenes cargueros, que veía pasar en
la estación Ramos Mejía y que se convirtieron en emblema de un afán por salir
en busca de la aventura.
REALISMO CRITICO. En 1936
apareció su primer volumen de cuentos, La vuelta de Rocha. Brochazos y relatos
porteños, pagado con dinero de la madre. "Apenas aparecido el libro"
recordó en un reportaje, "tomé un ejemplar y lo abandoné en un tranvía a
Lacroze, al azar del lector desconocido, que imaginé proletario y rebelde, lo
que me induce a pensar que ya no escribía para mí sino para el otro." Allí
se insinuaban al menos dos características sostenidas en el resto de la
producción: la atención hacia el ambiente de los marginados (en el relato
"Los crotos") y la exploración de zonas fronterizas de Buenos Aires
(el Riachuelo, el puerto, el límite con la ciudad de Avellaneda). A instancias
del chileno Emilio Kartulovick, periodista y automovilista, comenzó a trabajar
más tarde en la revista Sintonía. Allí escribió una historia de los inicios del
tango, lo que significaba para él otra puerta de entrada a los suburbios de la
ciudad. El periodismo, continuado luego en la revista Leoplán, le sirvió además
para concretar por primera vez sus deseos de
conocer mundo: fue a Brasil con el
propósito de hacer notas sobre la samba y el candomblé y experimentó una
especie de revelación con el descubrimiento de la cultura negra. Y de la
literatura, en particular del novelista Graciliano Ramos, a quien luego tradujo
al castellano, y de Mario de Andrade, el gran poeta de Macunaíma, con el que
hizo amistad. En 1939 viajó por primera vez a Chile y se sintió impactado, en
Santiago, por la efervescencia social del momento: "llegaban grupos de
sobrevivientes del terremoto de Chillán", contó, "y desfilaban las
cotidianas manifestaciones que mantenían al gobierno del Frente Popular".
Estas experiencias se convirtieron en material de varias de sus ficciones y de
evocaciones autobiográficas. Además, conoció en ese país a quien sería su
esposa, Marina López Elgueta.
La aparición de la novela
corta Un horizonte de cemento, en 1940, estableció su punto de ruptura. El
relato narra en primera persona la historia de un linyera, Juan Tolosa. El
procedimiento marca en sí mismo una diferencia clave con el realismo al uso: ya
no se trata de mirar a los pobres y bandidos desde afuera, como un espectáculo
exótico, sino de asumir la subjetividad de esos personajes de manera tal que "es
el propio miserable que nos habla desde el fondo de su noche". Descubría
así un mundo virtualmente inexplorado, con conflictos también desconocidos, ya
que el personaje de Tolosa aparece como emergente de la crisis económica de los
años 30, la llamada Década Infame.
El protagonista de Un
horizonte de cemento realiza el ideal de los personajes de Kordon: rompe con el
mundo circundante para dedicarse a vagabundear en libertad. Esa es la medida de
su valor. "Un linyera es mejor que todos: no usa nada para diferenciarse",
se lee. "Es el camino quien lo distingue como el más sufrido y el más
hombre." Juan Tolosa deambula sin rumbo y sin establecer lazos, en un
recorrido que perfila otro gran personaje de la obra: la ciudad de Buenos
Aires.
El libro apareció publicado
por la Asociación
de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), nucleamiento con
inquietudes políticas surgido en los albores de los años 40 y del que Kordon
fue impulsor. Otras vertientes de su febril actividad eran el interés por cuestiones
sociales y la reflexión sobre las relaciones entre arte y política, que más
tarde lo llevarían a acercarse al Partido Comunista. Estas preocupaciones
aparecieron formuladas en la novela Muerte en el valle, escrita y publicada en
Chile, donde Kordon residió por primera vez entre 1942 y 1943. La historia, al
reelaborar los últimos días del periodista Raúl Dell Sendero, plantea los
problemas de inserción de los intelectuales en los partidos de izquierda y
supone una crítica temprana a la burocracia y las miserias de la actividad
política.
El mismo año, de regreso
en Buenos Aires, Kordon publicó otra novela ambientada en Chile, Tormenta en
otoño. El volumen apareció con el sello de Ediciones Siglo Veinte, que luego
tendría un papel importante en la difusión de la obra. El dueño de la empresa,
Gregorio Schvartz, era a su vez propietario de Fausto, conocida librería de la
calle Corrientes donde el escritor solía pasar las tardes.
UNA VENTANA DONDE
RESPIRAR. La novela Reina del Plata significó una nueva investigación de formas
narrativas. La historia transcurre en dos partes situadas en 1930 y 1943,
fechas marcadas por golpes militares y convulsiones sociales en la historia
argentina. La narración pone el foco sucesivamente en cuatro jóvenes que integran
una barra de amigos de clase media baja. Entre los protagonistas sobresale la
figura de Alberto Fiacini, personaje que había aparecido en un relato anterior,
La isla, y que retornar
ía en "Toribio Torres, alias Gardelito", en un movimiento que Kordon imprimió a otros de sus personajes. Con cualidades de actor, Fiacini sueña con triunfar en Hollywood. Sin embargo, en el final de su recorrido accede a una revelación: "El hombre no busca lo triste, lo alegre, lo bueno ni malo" dice: "busca una ventana para respirar, y a veces la encuentra".
A fines de los años 40
Kordon emprendió un nuevo viaje, esta vez a Europa. Permaneció en Francia entre
1949 y 1950, experiencia que maduraría en una de sus mejores novelas, De ahora
en adelante. La historia tiene como protagonista a un pintor de vanguardia que
cumple el rito de viajar a París y, después de una crisis, decide regresar a
Buenos Aires para reencontrar a un amigo de la adolescencia que es su
contracara: ha renunciado a sus deseos juveniles para seguir el mandato
familiar y convertirse en un viajante de comercio. Al igual que el personaje de
su novela, Kordon sintió "el llamado de la ciudad" y volvió a Buenos
Aires. En los años 50 nucleó a jóvenes escritores en dos revistas, Todo y
Capricornio, que lo tuvieron como director. A mitad de la década se produjeron
dos acontecimientos gravitantes en su vida: publicó la nouvelle "Toribio
Torres, alias Gardelito", para muchos el texto más logrado de la obra, y
realizó su primer viaje a China.
"Toribio Torres,
alias Gardelito" apareció en el volumen de relatos Vagabundo en Tombuctú.
El protagonista es aquí un joven que imita a los cantantes de tango y aspira a
triunfar de esa manera. Enfrentado a la exigencia de trabajar para sostener a
una familia sumida en la miseria, elige la salvación individual: escapa con la
fantasía de concretar sus sueños. En el aprendizaje de las tretas y los
recursos para pelear por la subsistencia, Toribio utiliza su pretendida
condición de artista sólo para engañar a los demás: es un cuentero que explota
las ambiciones y las necesidades ajenas. Esta actitud, reprobable para una
mirada convencional, resulta en cambio positiva para el personaje porque define
un ámbito donde puede valorarse: "Frente a él se extendía la calle"
se dice, "y en las calles estaban marcados todos los caminos y allí donde
regía el azar, él imponía su clase de cuentero". Gardelito es un artista
que puede convencer a los otros de lo que se le ocurra; el mundo aparece así
como un teatro habitado por artistas malos, que repiten un papel aburrido,
mientras él representa la ficción más verosímil. Así, no vacila en traicionar a
quienes lo rodean en función de su propio interés; por una cruel paradoja, su
final se precipita cuando, por primera vez, se confiesa ante un amigo y dice la
verdad.
El volumen incluía otros
dos relatos memorables que marcaban una nueva línea dentro de la obra,
inesperada para un autor que se proclamaba realista: la exploración del género
fantástico. "Un poderoso camión de guerra" --incluido por Rodolfo Walsh
en la Antología
universal del cuento extraño-- presenta una historia de viaje donde lo
maravilloso surge no ya del mundo revelado, como en textos anteriores, sino de
un suceso ambiguo e inquietante. En "Hotel Comercio" lo extraño se
desata a partir del encuentro de dos personas que por azar deben compartir una
pieza en un alojamiento. La sordidez de ambientes y circunstancias, en la
"cochina y tediosa lucha por la vida", resulta un espacio donde se
instala lo siniestro. Por su complejidad, la extraordinaria intensidad de la
escritura y el hecho de precisar las cuestiones que preocupaban al autor desde
sus inicios, "Alias Gardelito" se convirtió en el texto más conocido
del autor. Su repercusión estuvo dada, en buena parte, por la posterior adaptación
al cine que hizo Lautaro Murúa y por el respaldo que le dio Pablo Neruda. La
amistad entre Kordon y Neruda sobrevivió a las contingencias de la época, como
por ejemplo a la ruptura que se produjo en 1968 en el Partido Comunista
argentino y que hizo que Kordon adhiriera, sin desarrollar una militancia
activa, al régimen maoísta.
LUCES Y SOMBRAS DE LA GRAN CIUDAD. Toribio
Torres tiene además otra impronta: es un provinciano incorporado a Buenos
Aires. Esta circunstancia ha sido explotada bajo distintas luces en la obra. El
viaje a la capital supone todavía hoy la utopía y la frustración de las clases
pobres en la Argentina.
En ese sentido, los protagonistas de las historias de Kordon
siguen un camino con pocas salidas: la mendicidad, el crimen, la prostitución.
Domingo en el río es tal
vez la mejor colección original de cuentos de Kordon. El relato que da título a
la serie cuenta una excursión de pobres al balneario de Quilmes. La historia
reúne una serie de personajes entre los cuales se destaca un chico huérfano,
torturado por el abandono de su madre. El narrador retransmite sin comentarios
su percepción de las cosas, determinada por la lectura de Emilio Salgari y la
dolorosa soledad que padece. En "Expedición al oeste", el viaje tiene
lugar en el tiempo: se trata de una recuperación de la propia infancia y del
barrio natal. "Desde entonces", se dice, "fuimos espectadores
interesados y absolutamente parciales de todo lo que ocurriese en la calle,
territorio densamente poblado de amigos y enemigos (...) Criados en Babilonia,
supimos escoger lo mejor: el espectáculo cambiante de la esquina, los pregones
y las broncas callejeras. Sólo deseábamos crecer para hacer nuestras todas las
calles de la ciudad". El valor de la calle consiste en constituir la
primera manifestación de lo desconocido, el lugar donde alienta el llamado de
la aventura.
En "Nuestra señora de
los gatos", la ciudad aparece observada desde el punto de vista de una
vieja empleada doméstica. La mujer alimenta a los gatos de un baldío y
encuentra en ese lugar un espacio confortable y protector en comparación con
"la selva de cemento donde reinaban y se mataban los hombres"; tanto
que en definitiva, después de una retorcida relación con una burguesa, prefiere
"exiliarse de los hombres para vivir con los gatos" y se hace
mendiga. "La desconocida", en cambio, centra su atención en un
matrimonio. La narración avanza a partir de un hecho insignificante: un hombre
repara en un tic de su esposa. La conclusión es desoladora: el ámbito más íntimo
ha contenido siempre un misterio, y ya no existe revelación posible.
Un mecanismo similar se
advierte en un texto posterior, "La última huelga de basureros",
donde un percance mínimo, narrado con los estereotipos de la crónica
periodística, conduce a una realización del apocalipsis. El absurdo de la vida
cotidiana ha sido el tema de otros relatos. Contra la convención, que lo define
como aquello que carece de lógica a la luz de lo habitual, Kordon descubre el
absurdo en la rutina, en la repetición de gestos y actitudes impuestos, en el
sin sentido de las pequeñas cosas. "Los ojos de Celina", ejemplo
magistral de cuento breve, lleva a un plano de horror la situación en principio
trivial de la madre que resiste a la mujer de su hijo.
Si en sus inicios el
realismo de Kordon se desmarcó del pintoresquismo al proponerse como mezcla de
experiencia e imaginación, a partir de mediados de los 60 marcó sus diferencias
con el realismo mágico. "Sólo conozco cincuenta años de soledad",
decía, al comentar que no le había interesado el famoso libro de Gabriel García
Márquez. Con menos ánimo de burla, señalaba imposiciones de mercado: "Los
europeos han hecho una especie de reparto de trabajo, mediante el cual el
racionalismo es propio de las metrópolis (o sea de Occidente) y nosotros nos
caracterizamos por el barroquismo y la fantasía". Por lo demás, continuaba
abierto a nuevas lecturas. "Allá por la década del 60 fui a recorrer el
norte chileno", contó, "vale decir el desierto más riguroso del
mundo, por cierto con particulares singularidades humanas. Para sobrevivir ese
largo viaje en increíbles ferrocarriles, llevé varios libros, entre ellos
L'homme foudroyé (El hombre fulminado), de Blaise Cendrars, que simplemente me
deslumbró. Desde entonces he leído creo que toda, o casi toda, la obra de
Cendrars". El escritor suizo era una especie de alma gemela: también se
interesó por la cultura negra y por los viajes, en particular al Lejano
Oriente.
La influencia de Cendrars
puede seguirse en A punto de reventar, donde Kordon hace memoria y reconstruye
alguno de sus viajes, en un cuidado desorden cronológico y con intercalación de
textos de autores ajenos. Pero el aporte decisivo de este libro fue la nouvelle
"Kid Ñandubay", una demostración contundente de su maestría
literaria. Aquí Kordon toma a un inmigrante ruso que trata de salir de la
pobreza haciéndose boxeador, y compone con él un personaje inolvidable. El
relato se inicia con una recreación de personajes y lugares de los años 30, en
particular del ambiente de los bajos fondos porteños, con una evocación
virtualmente inédita del mundo de los proxenetas y pequeños ladrones, o fiocas
y gratarolas, según las voces del lunfardo, que según dice el narrador "son
palabras exactas y medidas como los golpes de los buenos boxeadores".
Su último libro, Historias
de sobrevivientes, recibió varios premios. Sin embargo, Kordon ya comenzaba a
apartarse de los ambientes literarios. En 1998 resolvió abandonar Buenos Aires
y radicarse en Santiago de Chile. "Intento escapar de la mishiadura, igual
que mis personajes", declaró entonces. A poco de llegar falleció su esposa
y fue internado en un geriátrico. "Lo fuimos a visitar con Volodia
Teitelboim", relató el escritor chileno Enrique Lafourcade. "Estaba
delicadamente presente, con ausencias nada tristes. La edad de la infancia. Una
enfermera-mamá-novia y la imaginación que jamás lo abandonó". El pintor
que protagoniza De ahora en adelante pensaba que a su muerte "el mundo de
su arte continuaría viviendo una aventura más intensa que su vida". Esa
afirmación puede extenderse ahora al propio escritor, cuya obra guarda intacta
una experiencia de riqueza extraordinaria.
Publicado en El País
Cultural, 13/09/02
No hay comentarios:
Publicar un comentario