Murió
el actor argentino Alfredo Alcón
Sumó 46 obras de teatro, 50 películas y otras tantas
participaciones en televisión en su país. Fue sin dudas, el gran primer actor
argentino.
Alfredo
Alcón murió esta mañana en su casa, en la ciudad de Buenos Aires, después de
luchar contra un cáncer.
Había
nacido el 3 de marzo de 1930 en Ciudadela, provincia de Buenos Aires, en el
seno de una familia bien española: Alcón es un apellido de ascendencia
andaluza-árabe, su abuela paterna había inmigrado desde Cádiz, y Riesgo, el
apellido de su mamá, era de Castilla. "A mi abuela castellana, yo le daba
un beso y, distante, me decía "Gracias, hijo". "¿Por qué me
dices gracias, abuela?, le preguntaba. "Yo sé por qué lo digo", me
contestaba. Y, en cambio, la abuela andaluza me abrazaba, me besaba y decía:
"Ay, niño, ¡qué guapo eres!" Y yo entonces pensaba "Qué raro:
las dos españolas y tan distintas", contó en una entrevista al diario
Clarín. Cantando nanas aprendió a hablar el español con acento bien ibérico y
eso le permitió desempeñarse en los escenarios de la madre patria con total
soltura, donde fue aclamado en cada una de la decena de obras que lo llevaron a
cruzar el Atlántico a lo largo de su vida.
Su primer
gran protagónico fue en cine, en 1955, junto a Mirtha Legrand, por entonces la
gran heroína de la pantalla grande, en El amor nunca muere, dirigido por Luis
César Amadori. La pareja fue un éxito y lo volvieron a convocar para acompañar
a "Chiquita" al año siguiente en La pícara soñadora, dirigida por
Ernesto Arancibia y un par de años después, en Con gusto a rabia, de la mano de
Fernando Ayala. A continuación vendría otra pareja que marcó historia: Leopoldo
Torre Nilsson. Junto a este director, el trabajo de Alcón alcanzó su máximo
crecimiento. Un guapo del 900, Martín Fierro, en 1968; El santo de la espada,
dos años más tarde y en 1971, Güemes, la tierra en armas, a la que siguió La
Mafia, en 1972 y después, Los siete locos, Boquitas pintadas y El pibe Cabeza.
Aunque le
molestaba el calificativo, Alcón fue ante todo un "maestro" del
teatro. "Yo no oigo cuando me dicen maestro. Contesto, «sí, maestro», y me
río. El que se cree un maestro es un pelotudo. El que encuentra rápido es
porque busca poco: cuando empiezo a trabajar, estoy tan inseguro, que me sobran
los brazos", decía sobre su trabajo aunque al resto de los mortales le
pareciera increíble que justamente él pudiera tener alguna inseguridad.
Intérprete inigualable de los textos de Ibsen, Lorca, Arthur Miller, John
Osborne, Engene O’Neill, Edward Albee, Tennessee Williams, Samuel Beckett,
Marlowe, fue dirigido por nombres históricos como los de Margarita Xirgu,
Carlos Gandolfo y Omar Grasso, aunque también se animó a dirigir con igual éxito:
Los caminos de Federico, Bocca-Alcón, Homenaje Ibsen, ¡Shakespeare todavía! y
Final de partida provienen de esta etapa más propositiva de su carrera.
Dos veces
obtuvo el premio Martin Fierro y otras tantas el Cóndor de Plata y el Estrella
de Mar de Oro; recibió el ACE de Oro, el María Guerrero, el Ollantay, el gran
premio de honor de la Fundación Konex, el García Lorca y distinciones
especiales en festivales realizados en Colombia y en España.
En una de
sus últimas entrevistas, a propósito del estreno de Filosofía de vida,
reflexionaba con total sinceridad: "No me detengo a pensar qué clase de
vida llevo, porque un día quiero una cosa, y al siguiente, otra. Quizás puedo
mirar hacia atrás y ver qué dibujos hice. Otros siguen como si fuese una brújula
a una institución, religiosa o ideológica. Eso no es estar vivo. Es respirar
según un molde y convertir tu alma en una cosa".
Extraído
de: http://www.elpais.com.uy/
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