A 19
AÑOS DE LA MUERTE DE RUBEN LENA
Rubén Lena nació el 5 de abril de 1925 en el
Departamento de Treinta y Tres y murió el 28 de octubre de 1995 en Montevideo.
Fue escritor, compositor y
docente uruguayo.
Desde 1949 hasta 1976 ejerció cargos de
maestro, director de escuela y director del Instituto Normal de Treinta y Tres.
En 1961,
escribió un cancionero para sus alumnos del que salieron algunos de los éxitos
de Los Olimareños, como A Don José o
De cojinillo. A partir de entonces se convirtió -junto con Víctor Lima-
en el gran alimentador de canciones del dúo.
Rubén Lena es uno de los iniciadores de la música popular uruguaya en su
estructura actual. No se ató al criollismo sino
que compuso temas carnavaleros, sones y serraneras. De alguna manera se puede
decir que Rubén Lena supo redimensionar la tradición partiendo de los devenires
más simples del hombre de campo y darles valor universal.
"La única medida de una canción: resistir"
Hablaba bajito y pausado, con
dulzura, con paciencia para su interlocutor, desparramando con pudor sus
afectividades. Así, comunicó a los demás, que se encargaron a su vez de
comunicarlo a otros, mucho de lo que ha pasado a ser esencial en nuestra
cultura común en el Uruguay de estos últimos tres decenios.
Coriún Aharonián
Los mediadores de Rubén Lena con la muchedumbre fueron, en la mayor parte de
los casos, Los Olimareños, ese dúo que (parafraseando la definición de Chico
Buarque hecha por Millôr Fernandes) se constituyó, después de Gardel, en la
mayor unanimidad nacional. Y Rubén Lena fue el principal alimentador de materia
prima de ese curioso milagro. Sus canciones tuvieron otros trasmisores también.
Y su palabra contenida, medida, se esparció además a través de la
docencia.
La canción popular, cuando está bien hecha, "nos llama a parar las orejas
del alma para ver de qué se trata", nos decía. (1) "Cada canción debe
sostenerse en sí misma (ahora y siempre)". (2) "En el canto, como en
todas las disciplinas de la creación, hay unos indicadores delgaditos, que nos
dicen dónde está el camino". (3) "Lograr un producto que sea
comprensible a todos, sin perder calidad (...) es un martirio para el
creador", decía. (4) "Es muy difícil, pero se logra." Y ahí
aparecía, entrelíneas, su sonrisa.
Vaya si lo logró. Sorteando con fuerte intuición las trampas que le tendía su
formación colonial y colonizadora de egresado de un Instituto Normal de la
década del 40. (5) Rubén Lena elaboró un sutil mecanismo creativo que le
permitió dialogar con todas las capas socioculturales del país suministrando
varios puntos de apoyo a su memoria colectiva. Y lo elaboró a partir de
vivencias ya al comienzo de su labor de maestro rural, su primer oficio (que
continuaría como director de escuela, director de instituto normal, y
finalmente inspector, primero en Treinta y Tres y luego en Montevideo).
"Aprendí que en pagos de hombres de a caballo, no se puede andar a pie o
en sulkis, si se quiere mantener un diálogo lleno de sentido y establecer una
comunicación confiable, según mi profesión."
Según Lena, las personas que más influyeron sobre sus comienzos como hacedor de
canciones fueron Víctor Lima (el segundo alimentador de canciones de Los
Olimareños) y Santiago "el Indio" Baladán, dos figuras sobre las que
sabemos bastante menos de lo que deberíamos. De Baladán admiró "el estilo
de cantar y de tocar la guitarra". (7) "Los desarrollos musicales que
hacía me daban mucho que pensar. (...) Y en Lima me impresionó muchísimo la
belleza del texto, la poesía que había en sus canciones. (...) Estas dos
personas (...), sin decírmelo, me estaban marcando el rumbo de lo que yo tenía
que hacer.
Yo estaba trabajando con niños, tenía que enseñarles canciones y, como no las
había, tenía que tomarlas de lugares extraños. Generalmente eran hermosas, pero
no eran nuestras, y en la medida que el ambiente era netamente rural, sonaban
menos nuestras . (...) Rubén Lena supo armar canciones que dicen, justamente,
"escuchen qué lindo es esto", sin mostrarse a sí mismas, pasando de
incógnito. Colándose, así, en la gente. Los recursos y las variantes son
innumerables. En "A don José", hecha efectivamente para los alumnos
de la escuela que dirigía en 1961 en la ciudad de Treinta y Tres, consigue el
disparate de que el público adulto, masivamente, acepte y adopte una canción
infantil, sin sentirla como tal. En "De Cojinillo" (quizás el primer
gran éxito de masas de Los Olimareños) demuestra que lo muy local, cuando está
logrado, trasciende cómoda y rápidamente esa condición para, de alguna manera,
universalizarse. En "Adiós amargo al Carao Peralta" demuestra que el
llanto por la muerte de un amigo del pago pequeño puede convertirse en un
llanto compartible con muchos y por muchos. En "Pobre Joaquín"
demuestra, caramba, que el la
Lena utiliza esquemas musicales y letrísticos de la tradición
popular uruguaya, recorriendo cariñosamente el territorio del país.
Pero también acepta y usa con astucia estructuras provenientes de otras partes
de la patria grande (incluidas las zambas lanzadas por y desde Buenos Aires, la
submetrópoli imperial), patria grande que conocía bien y amaba mejor. Es más:
unos y otras le sirven para inventar especies nuevas (la serranera, la
media-serranera), como Aníbal Sampayo lo hiciera desde Paysandú. Todo hace
suponer que Treinta y Tres era hacia 1960 una ciudad con un particular
hormigueo cultural.
La vinculación con Los Olimareños se produce casi por casualidad. Lena era el
director de la escuela del barrio donde vivía Pepe Guerra. "Un día hacían
una fiesta -cuenta Braulio López - y Rubito (Lena) nos invitó a cantar; el que
nos conectó con él fue el Laucha (Oscar) Prieto. Creo que "Lo que siempre
tuve claro fueron los destinatarios de mis cosas: los pobres, los ignorados,
los que nadie jamás nombra", dice Rubén Lena. Los conjuntos excepcionales
de hechos creativos no son producto de la casualidad. El tercer Olimareño supo
muy bien cómo abonar el terreno -y con qué entrega, con qué humildad, con qué
constancia, con qué tenacidad!- para que germinara en él su imponente
cancionero popular criollo. Gracias por el desafío, don Rubén.
Fuente: Semanario “Brecha”
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