Vicente Blasco Ibáñez nació en
Valencia el 29 de enero de 1867 y murió en Menton (Francia) el 28 de
enero de 1928. Estudió derecho en Valencia y pronto ingresó en las
filas del Partido Republicano. Durante algún tiempo estuvo ligado al
valencianismo propugnado por Teodoro Llorente, pero poco después se
distanció de él.
El talante polémico de que dio
muestras en esta primera época le valió un breve exilio en París,
ciudad en la cual entró en contacto con el naturalismo francés, que
ejerció una notable influencia en su obra, especialmente en Arroz
y tartana (1894), con la que inauguró su ciclo de novelas
«regionales», ambientadas en la región valenciana.
En 1894 fundó el periódico El pueblo,
que sería su plataforma política, primero como portavoz del
republicanismo federal liderado por Pi i Margall y después, cuando
se separó de éste, para difundir su propio ideario político, que
pasaría a ser denominado blasquismo y que había de alcanzar una
importante repercusión popular, sobre todo a raíz de la dura
campaña contra los gobiernos de la Restauración que llevó a cabo
desde las páginas del periódico.
Procesado, encarcelado y condenado de
nuevo al exilio (1896), Vicente Blasco Ibáñez regresó a España
dos años después y fue elegido diputado a Cortes en seis
legislaturas, hasta que en 1908 decidió abandonar la política.
Buscó fortuna entonces en Argentina, donde intentó llevar a cabo
dos proyectos utópicos de explotación agrícola que acabaron en
sendos fracasos.
Blasco Ibáñez partió hacia París y
en 1914 publicó la novela que le daría fama internacional, Los
cuatro jinetes del Apocalipsis. En 1921 decidió retirarse a su
casa de Niza, donde escribió sus últimas novelas, más pensadas
para gustar al público que las de sus años de más efectiva lucha
política, en las que intentó reflejar las injusticias sociales
desde una óptica anticlerical, dentro del más puro estilo realista,
como sucedía en La barraca (1898).
Fue un autor muy prolífico vinculado
en muchos aspectos al naturalismo francés, aunque sus obras carecen
de la escrupulosa documentación y rigor compositivo de un Zola, por
ejemplo. Por otra parte, la explícita intención político-social de
algunas de las novelas de Blasco Ibáñez, aunada al escaso bagaje
intelectual del autor, lo mantuvo alejado de los representantes de la
Generación del 98.
No obstante, su vigorosa imaginación y
poder descriptivo hicieron de Vicente Blasco Ibáñez el último gran
autor del realismo decimonónico. Su obra tuvo una gran proyección
internacional, ampliada por las versiones cinematográficas de
algunas de sus novelas, las más famosas de las cuales tal vez sean
las dos versiones de Los cuatro jinetes del Apocalipsis,
una interpretada por Rodolfo Valentino, y la segunda dirigida por
Vincente Minnelli. Muy conocida es también su novela Sangre
y arena (1908), dedicada al mundo de la tauromaquia.
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