En la tarde de ayer se supo que había muerto Washington Benavides, sin que hubiera ya tiempo para incluir en esta edición más que una breve noticia de su trayectoria y valía. Fue varios poetas, todos ellos memorables, desde una vasta apreciación del arte que abarcó lo popular y lo erudito (correspondida por la apreciación crítica y popular, esta última facilitada por grandes cantores que musicalizaron textos suyos), y también, en el tiempo, lo arcaico y lo contemporáneo. Supo enseñar esa mirada a varias generaciones, en aulas del liceo de Tacuarembó y de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en su casa, siempre abierta, en programas de radio, en artículos de periódico, en redes sociales y, por supuesto, en sus obras. Entre sus galardones estuvieron el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual, en 2012, y la quema pública de su primer libro por un grupo ultraderechista en 1955.

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