La niña de Yuri
Ayer se cumplieron 50 años de vuelo de Yuri Gagarin. Pero también se cumplieron 50 años de su aterrizaje y de todo lo que pasó cuando llego a al piso.
Ernesto Bimbo Depauli
Hace 50 años a comienzos de los años 1960, cerca de la ciudad de Smelovica, sobre la margen izquierda del Volga, en lo que entonces era la URSS , vivía una niña que aseguraba que había hombres en el cielo.
Su familia, que durante generaciones se había dedicado al cultivar papas, no le creía, como nadie le creía como nadie lee creía actualmente a una niña que dijera lo mismo o cualquier otra cosa, porque nadie cree lo que dicen los niños y mucho menos lo que las niñas dicen, así sea que hay hombres en el espacio o que las muñecas hablado que la casa se quema.
Le gustaba recorrer el campo y alejarse de su familia cuando salían a recoger pasas, para acostarse sobre las flores, pero más le interesaban los hombres del cielo que las flores del prado. Es que había visto muchísimas veces las flores del prado, pero no se cansaba de hurgar entre las nubes buscando a los hombres del cielo.
A veces, cuando ayudaba a la familia, su abuela tenía que sacudirla para que dejara de mirar hacia arriba y prestar atencional lo que tenia que hacer, que era sacar papas del piso y no hombres de las nubes.
De noche soñaba con los hombres del cielo y contaba el sueño durante el desayuno, provocando la risa incrédula del los adultos.
El 12 de abril de 1961 tuvo razón.
Mientras sostenía la bolsa para que su abuela depositara las papas recién desenterradas, miro al cielo. Y vio un puntito oscuro que caía rápidamente atravesando las nubes, e iba tomando forma humana medida que se acercaba a la Tierra.
Tras un largo descenso, finalmente cayó como caen los hombres: pasadamente y sin elegancia alguna.
Casi dos horas después de gritar ¡poyekhail! Y ver la Tierra como solo Dios la había visto antes, Yuri Gagarin volvía a ser un hombre como cualquier otro, luchando torpemente con su paracaídas que insistía con seguir volando.
Cuando termino de recogerlo, se quito el casco y beso el suelo que era enorme habiendo sido tan pequeño. La niña, que lo contemplaba con unos ojos grandes y curiosos como los de las ardillas, le pregunto si venia del cielo. Gagarin dijo que si, pero que era soviético como ella. La niña pensó que lo último resultaba obvio ya que todas las personas eran soviéticas, porque los niños, al igual que los presidentes, creen que las únicas personas que existen en el mundo y fuera de este, son las nacidas en su país.
La niña abrazó a Yuri Gagarin y pudo comprobar que los hombres del cielo olían tan mal como los de la Tierra. Luego tomo el casco redondo y pesado y se lo puso, tan emocionada como un rato antes se lo había puesto el primer cosmonauta, alguien tan importante que hubo que inventar esa palabra para referirse a su persona. Ella sintió el sudor impregnado dentro del casco, y aprendió que los hombres del cielo tienen el mismo gusto que los de la Tierra , aunque con menos sabor a papa.
El cosmonauta le contó que había dado la vuelta al mundo en un ratito, casi en menos tiempo del que llevaba caminar hasta la cercana de la ciudad en Eagles. La abuela no le creyó del todo, paro la niña supo que era cierto, porque los hombres del cielo pueden moverse a gran velocidad sin que nadie los vea, excepto las niñas cuando sueñan. La niña con ojos de ardilla lo escucho decir que la Tierra era azul y hermosa y que había que impedir que cualquier cosa destruyera tanta belleza.
Cuando a los dos se les estaba por caer una lágrima, apareció un automóvil lleno de militares, que se pararon muy derechitos frente al hombre del cielo, que un rato antes era teniente segundo y ahora se había vuelto mayor. Los soldados le hicieron la venia, lo abrazaron con fuerza tomaron su casco grande y redondo y su paracaídas enorme, y subieron todo al auto.
También Yuri Gagarin.
Y se lo llevaron sin dejarlo despedirse.
Entonces la niña con ojos de ardilla entendió que era que había hombres en el cielo, pero que los militares no querían que se juntaran con los campesinos
Cincuenta años después, precisamente ayer, la niña recolectaba papas junto a su nieta, que una y mil veces había escuchado esta historia. A las diez y veinte la señora levanto la vista y volvió a mirar al cielo con esos ojos que, aunque cansados, seguían pareciendo los de una ardilla.
Ese mismo día de ayer, la foto de Yuri Gagarin con su casco de astronauta volvió a estar en la primera plana de todos los diarios del mundo. Pero nunca se publico una foto de ella, la primera niña con ojos de ardilla que uso un casco de astronauta.
Fuente: diario El Observador 13/4/2011
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