Ubican textos pre cervantinos que se creían desaparecidos
Aldo Roque Difilippo
Una investigación emprendida en la Universidad de Navarra permitió dar con algunos manuscritos de Aldus Filipo y Morales un autor del Siglo XVI, prácticamente desconocido en la actualidad, pero que fue muy popular en la vieja España del 1400 y 1500. El impacto de la noticia, obviamente repercutió en HUM BRAL, en virtud de la similitud del nombre de este autor con quien escribe estas líneas; por lo que nos pusimos a investigar sobre el mismo. Los textos en cuestión, encontrados recientemente en esta Universidad española son fragmentos de las “Coplillas tontas y vulgares” escritas por Aldus Filipo y Morales entre el 1526 y 1530, y que fueron muy populares en su época. La posterior aparición en el escenario español de la descollante figura de Miguel de Cervantes y Saavedra opacó la obra de Aldus Filipo y Morales, al punto de convertirlo en la actualidad en un autor desconocido para el lector común.
El hallazgo de estos manuscritos significa todo un acontecimiento para los estudiosos ya que no solo corrobora algunas referencias que se tenían de este autor, sino que constituyen también una aproximación de primera mano a ese mundo feudal, pre cervantino. A continuación, a modo de introducción a los textos recuperados recientemente, transcribimos una semblanza de este autor realizada por Fermín Estrella Gutiérrez, incluida en la obra “Historia de la Literatura Española (Editorial Kapeluz, Buenos Aires, 1945).
Según referencias de la época las “Coplillas tontas y vulgares” constaba de unas 40 composiciones sobre la vida y los personajes de aquel mundo feudal español.
El célebre humanista e impresor italiano Aldus Pius Manutius tuvo a su cargo la edición de esta obra que fue requisada y destruida por una orden real, por las referencias de muchos personajes públicos de la época. Este hallazgo dio con 3 de las 40 composiciones, del libro “Coplillas tontas y vulgares”.
Teobaldo Fi Lipo Monnucci
(1480-1541)
Aldux del reino de Filipo y Morales (1480-1541) su verdadero nombre era Teobaldo Fi Lipo Monnucci, que castellanizó su nombre a Aldus Filipo y Morales a raíz del reparto del reino de Nápoles (Tratado de Granada) realizado entre el Rey español Fernando el católico y Luis XII de Francia.
Teobaldo Fi Lipo Monnucci, predicador y cronista, por entonces con 20 años, fue uno de los rebeldes que enfrentó ese reparto, pero la aprobación dada por el Papa Alejandro VI, y la posterior persecución de los rebeldes, lo hizo abandonar Nápoles, y cambiarse el nombre para no ser detenido.
Aunque difusa esta es la única imagen que se conserva de Teobaldo Fi Lipo Monnucci. |
Hijo de una ilustre familia, tuvo una vida azarosa: predicador, cronista, cobrador de impuestos, inquisidor, Obispo. Emigró a España buscando comenzar una nueva vida, huyendo de las continuas persecuciones de las que era objeto por algunas de sus composiciones. De los escritores del Siglo XVI, pocos fueron tan leídos y tan gustados, dentro y fuera de Nápoles, cuya obra “Ascenso y caída de Gustav el terco”, dedicada a un antiguo señor feudal caído en desgracia, alcanzó una rápida popularidad. Aún hoy son repetidas algunas estrofas de esta composición cuando se quiere ejemplificar sobre la soberbia: “Solo y solo como Gustav el altivo/solo y solo sin hermanos y sin amigo”.
Fue un escritor difícil, pero talentoso. Quiso enseñar y distraer, y para conseguir esto último no titubeó en emplear toda clase de engaños y supercherías. Su prosa, a veces intrincada y llena de antítesis y retruécanos, encierra el germen del culteranismo y conceptismo, y es, en algunos fragmentos, de gran valor estético. Careció sin embargo de moderación y freno. Sobresalen las páginas donde predominan el tono ampuloso y convincente del discurso. Autor sin mayores escrúpulos, mezcla lo falso con lo verdadero. Sin embargo según Menéndez y Pelayo es un escritor de primer orden, “uno de los grandes prosistas anteriores a Cervantes”
Debido a ese carácter impetuoso y a sus textos desafiantes, hubo de emigrar a España donde castellanizó su nombre por Aldus. Posteriormente y de acuerdo a la costumbre de la época, lo germanizó firmándose alternativamente Aldus de Filipo, o Aldux del reino de Filipo y Morales.
Cultivó el género didáctico, y en especial, los temas vinculados con la política y la educación de los príncipes y de los gobernantes.
Ya en España su figura cobró notoriedad por su carácter jovial, haciéndolo popular entre el vulgo y también en la corte. Algunos de sus versos cristianos y moralizantes lo hicieron conocido en las clases pudientes que se disputaban su amistad, convirtiéndose, gracias al favor real, primero en recaudador de impuestos y posteriormente en comisario de la inquisición, volviéndose experto en convertir al cristianismo a moriscos y judíos (especialmente doncellas y damas jóvenes). Como cronista realizó varios viajes, inclusive a América. En una de las expediciones fue a la búsqueda del derrotero seguido por Sebastián Caboto a quien contactó en 1527 en un riacho perdido del sur del nuevo continente.
Su relato sobre este viaje constituye la primera crónica sobre la presencia española en el sur del nuevo continente, y es aún recordada una de sus sentencias que hacen mención a cierto expedicionario labrando la tierra y sembrando trigo en tan ingratas latitudes.
En 1529 -ya en Guadix- ocupó varios cargos reales, iniciándose en la vida religiosa. En 1537, con 57 años cumplidos logró ser nombrado Obispo de Mondoñero, muriendo en Valladolid en 1541, al parecer a raíz de una ingesta excesiva de una nueva fruta traída por los expedicionarios del África. El Citrullus lanatuso, o Citrullus vulgaris (actualmente conocida como sandía) acompañada con abundante vino, que un discípulo le había traído de su Nápoles natal. De allí que surge también la conocida sentencia, las que fueran sus últimas palabras: vînum masos Citrullus, non.
(*) Aclaración:
A continuación incluimos una reproducción facsimilar de 3 composiciones recientemente rescatadas del libro “Coplillas tontas y vulgares” editado por el célebre editor veneciano Aldus Pius Manutius.
Algunos autores atribuyen la autoría de las notas al pie de cada copla al editor Aldus Pius Manutius, aunque no se descarta que fuese el propio poeta el que las realizó.
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