sábado, 21 de mayo de 2011

Los intelectuales y el compromiso político


Mario Vargas Llosa
La idea de un novelista dirigiéndose a las masas, estrechando manos y besando bebés, puede chocar con el estereotipo del escritor retirado del mundo en una silenciosa biblioteca.
Sin embargo, entre los escritores latinoamericanos de la generación de Vargas Llosa es bastante habitual. Se ha visto a Carlos Fuentes dirigirse a seis mil personas en el Distrito Federal, o a Gabriel García Márquez atraer a un público similar en Cartagena de Indias. Y aunque ninguno de los dos era candidato a un cargo, ambos son considerados en sus países –no sólo como autores- sino como personajes públicos, líderes de opinión sobre cualquier tema de interés para la sociedad.
Gabriela Mistral
Pero si hubo un escritor que inauguró ese estilo –y esa capacidad de convocatoria- fue Pablo Neruda. Hasta los años treinta Neruda declaraba: “yo no entiendo nada de política”, soy un poco anarcoide, quiero hacer lo que me plazca”.
Pero Neruda fue nombrado Cónsul en España precisamente antes del estallido de la guerra civil, y ahí estrechó lazos con Federico García Lorca, asesinado por el bando nacional de Franco.
La experiencia española despertó en él un febril comunismo, que alcanzó su punto álgido cuando abandonó la península ibérica en dirección a Francia, donde llegó en los años treinta, en pleno conflicto entre surrealistas y realistas socialistas. Neruda se anotó de inmediato con los segundos junto al poeta Louis Aragón (que recibía directivas de Moscú); preparó un congreso de escritores antifascistas para expresar su apoyo a la República Española, ayudó a los refugiados republicanos a viajar a Chile, y emprendió un activismo político que duraría toda su vida.
En 1945, el Premio Nóbel había sido otorgado por primera vez a una poeta latinoamericana, la chilena Gabriela Mistral.
Como Neruda. Mistral fue también diplomática chilena en España durante los convulsos años treinta, pero –a diferencia de su colega- carecía de filiación política.
Gabriel García Márquez
El Nobel a Mistral se debió precisamente a la universalidad de sus temas. Con él, la Academia otorgaba carta de ciudadanía a América Latina poniéndola en el mapa de la literatura.
Más cerca en el tiempo, es interesante notar que las explicaciones de la Academia para los premios a Octavio Paz y Vargas Llosa, son las únicas que no hacen referencia al “continente” o a “América Latina”. Dejan de tratar a los galardonados como insignias nacionales, y también dejan de tratar a un conjunto de veinte países como si fueran uno sólo, con los mismos sueños, conflictos y aspiraciones. O quizá asumen que esos sueños, esos conflictos, y esas aspiraciones ya no son exclusivamente de una región: son globales, y deben ser enfrentados con una pluralidad de ideas que la guerra fría no permitía.
Pablo Neruda
Al no haber una ideología predominante en el mundo intelectual, todas son útiles para iluminar el diálogo y la reflexión desde diversos puntos de vista. En ese sentido, es posible ver a Mario Vargas Llosa como el último gran escritor del siglo XX, o como el primer Nóbel del XXI, un siglo en el que las certezas se han vuelto más etéreas e inasibles.



Fuente: “Le Monde Diplomatique”. Artículo de Santiago Roncagliolo

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