El maestro del relato moderno
Aldo Roque Difilippo
Edgar Allan Poe (1809-1849) moría el 7 de octubre, hace 162 años dejando los mejores cuentos de suspenso, y una nueva manera de contar historias. Fundó el género policial y de terror moderno, incursionando en la ciencia ficción, además de ser un poeta de gran sentido y ritmo.
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Oscuro, estéril, luminoso, impenetrable, genial, frenético, lógico, lúcido, mediocre, enfermo, mágico, charlatán, profeta, mártir, sonámbulo, cruel, herido, monstruo, basura, ángel; con estos y un sinnúmero de adjetivos más ha sido catalogado Edgar Allan Poe. Un caso atípico dentro de la literatura norteamericana, ya que sufrió el repudio de sus compatriotas, mientras era venerado en el extranjero. Basta con recordar que Charles Baudelaire realiza las primeras traducciones de sus textos en 1848, cuando Poe sufría serias crisis debido al alcohol, y era despreciado por sus contemporáneos norteamericanos, y que nuestro Horacio Quiroga expresa en el primer punto de su "Decálogo del perfecto cuentista" (1927) "Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo".
UNA VIDA CONFLICTIVA
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John Allan, el padrastro
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Edgar Poe nació el 19 de enero de 1809, en Boston, Massachusetts. Hijo de David Poe, comerciante mediocre, que murió poco después, y de Elizabeth Arnold, una hermosa actriz, que muere en 1811. Distintas familias se hacen cargo de los tres hijos del matrimonio. John y Frances Allan, un acomodado comerciante de Virginia adoptan a Edgar, que a la postre adopta el apellido del comerciante como segundo nombre. En 1815 la familia se dirige a Inglaterra y al año siguiente Edgar entra en la escuela Stoke Newingtong (Londres), volviendo a Estados Unidos en 1821 donde sigue sus estudios en un colegio de Richmond. En 1826 ingresa a ![]() |
| La tumba de Poe. |
UN PROPÓSITO BIEN DIGERIDO
"Para mi, la primera entre todas las consideraciones es la de producir un efecto", expresa Poe en su "Filosofía de la composición". Si bien este trabajo Poe lo ejemplifica con su poema más conocido, "El Cuervo", también es válido para la filosofía del cuento y de la obra narrativa del autor. Opinando sobre los elementos que se ponen en juego al escribir un cuento, Poe expresa: "La mayoría de los autores se sientan a escribir sin ningún plan fijo, confiando en la inspiración del momento; en consecuencia no es de asombrarse que la mayoría de los libros no tengan ningún valor. La pluma nunca debiera tocar el papel, hasta que se establezca al menos un propósito general bien digerido". Concepto con el cual coincidía su admirador rioplatense, nuestro Horacio Quiroga que en el 5º punto de su "Decálogo del perfecto cuentista" expresa: "No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas".



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