sábado, 18 de mayo de 2013




Tiraron a volqueta libros de la Biblioteca Nacional



Una inundación producida en abril en un depósito de la Biblioteca Nacional afectó primeras ediciones de libros de escritores uruguayos de la generación del 45. Algunos terminaron en una volqueta y llegaron a manos de libreros de Tristán Narvaja.




En las últimas dos semanas, circularon en páginas de Facebook denuncias acerca de la aparición de libros de la Biblioteca Nacional en una volqueta situada en el pasaje compartido con la Universidad de la República.
Se trataban de primeras ediciones de obras de escritores uruguayos como José Pedro Díaz, Herrera y Reissig, Montiel Ballesteros, Ida Vitale, Sabat Ercasty y Emilio Oribe. Algunos de los volúmenes llegaron a libreros de Tristán Narvaja que han indicado que los ejemplares estaban algo sucios, pero en buen estado.
El director de la Biblioteca Nacional, Carlos Liscano, dijo a El País que "lo que pasó con los famosos libros de la volqueta fue que el sistema de cloacas de la calle Guayabos, cuando llueve en abundancia, tira el agua para adentro. Allí tenemos un anexo, que era la casa del pastor de la iglesia que da al callejón. La Biblioteca Nacional la compró y allí funciona el departamento de investigación. En el garage de esa casa tenemos un depósito de materiales para donar. La inundación de abril nos agarró de sorpresa".
Según declaró Liscano, "algunos de esos libros estaban enfermos, y como no se iba a integrarlos al acervo, se hallaban en el garage".
En el operativo de emergencia que se implementó, trabajó desde la directora de la secretaría general de la Biblioteca Nacional hasta la empresa de limpieza.
"Había que embarrarse hasta los codos con esa mugre asquerosa; hubo que salir a comprar guantes para hombres porque sólo había para mujeres", comentó el director.


"Sin que yo supiera, alguien fue y tiró todo lo que estaba mojado y enmierdado en la volqueta de la esquina, que está contratada por nosotros debido a las obras que estamos haciendo. No sé cuántos libros fueron, pero no tiramos nada que pertenezca al acervo de la biblioteca ni al patrimonio cultural de los uruguayos. No voy a acusar a nadie, me hago cargo porque el responsable de todo lo malo que pase soy yo", afirmó Liscano, quien estuvo en el lugar durante un tiempo mientras se hacía la limpieza, y luego se fue.
Para seguir el protocolo, antes de ser tirados, los libros tendrían que haber sido secados y después enviados a picar.
"Para secar libros contaminados con materia fecal no tenemos un lugar; haberlos llevado al departamento de patologías hubiera derivado en contaminar otros materiales", destacó Liscano.
Los ejemplares de títulos que se arrojaron a la volqueta tenían un sello de la Biblioteca Nacional, pero no el que los acredita como inventariados.
Carlos Liscano aclaró a El País que el sello que pueden llegar a tener los libros que se recogieron de la volqueta es el que dice Donación Biblioteca Nacional. Y en esa calidad, la institución tiene hoy unos 50.000 ejemplares que ha recibido por distintas vías.
Liscano sostuvo que los libros de la colección del profesor y narrador José Pedro Díaz y de su esposa, la poeta Amanda Berenguer, recibidos en donación en 2010, fueron casi 9.000 y se limpiaron página por página. Algunos repetidos, con el conocimiento de quien hizo la donación, el doctor Álvaro Díaz Berenguer, se donarán a bibliotecas municipales y liceales.
Como parte de la colección del matrimonio Díaz-Berenguer también estaban las máquinas de la imprenta Galatea y muchos ejemplares de ediciones de autores de la generación del 45 que nunca se distribuyeron y en parte terminaron contaminados por bacterias.


Donaciones y baja de libros
Según el protocolo, hay distintas formas para la salida de libros de la Biblioteca Nacional.
El director, Carlos Liscano, contó a El País que hay mucho material no registrado, producto de donaciones indiscriminadas, hechas incluso por otros organismos del Estado. Eso se está descartando; por ejemplo, libros de medicina sin valor histórico. La evaluación empero requiere de profesionales de diversas áreas.
Si fuesen libros registrados, hay que darles de baja o se donan a todas las biliotecas municipales del país, que son 237. Y también se colabora con bibliotecas comunitarias, de escuelas y liceos. "Cuando tenemos materiales repetidos, se envían a institutos de formación docente. Desde que yo estoy, en tres años hemos además comprado y entregado aproximadamente 60.000 libros".

Lo descartado debe pasar siempre por una máquina picadora de papel.


Extraído de: http://www.elpais.com.uy

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