Tiraron a volqueta libros de la Biblioteca Nacional
Una inundación producida en abril en un depósito de
la Biblioteca
Nacional afectó primeras ediciones de libros de escritores
uruguayos de la generación del 45. Algunos terminaron en una volqueta y llegaron
a manos de libreros de Tristán Narvaja.
En las últimas dos
semanas, circularon en páginas de Facebook denuncias acerca de la aparición de
libros de la
Biblioteca Nacional en una volqueta situada en el pasaje
compartido con la
Universidad de la República.
Se trataban de primeras
ediciones de obras de escritores uruguayos como José Pedro Díaz, Herrera y
Reissig, Montiel Ballesteros, Ida Vitale, Sabat Ercasty y Emilio Oribe. Algunos
de los volúmenes llegaron a libreros de Tristán Narvaja que han indicado que
los ejemplares estaban algo sucios, pero en buen estado.
El director de la Biblioteca Nacional ,
Carlos Liscano, dijo a El País que "lo que pasó con los famosos libros de
la volqueta fue que el sistema de cloacas de la calle Guayabos, cuando llueve
en abundancia, tira el agua para adentro. Allí tenemos un anexo, que era la
casa del pastor de la iglesia que da al callejón. La Biblioteca Nacional
la compró y allí funciona el departamento de investigación. En el garage de esa
casa tenemos un depósito de materiales para donar. La inundación de abril nos
agarró de sorpresa".
Según declaró Liscano,
"algunos de esos libros estaban enfermos, y como no se iba a integrarlos
al acervo, se hallaban en el garage".
En el operativo de
emergencia que se implementó, trabajó desde la directora de la secretaría
general de la
Biblioteca Nacional hasta la empresa de limpieza.
"Había que embarrarse
hasta los codos con esa mugre asquerosa; hubo que salir a comprar guantes para
hombres porque sólo había para mujeres", comentó el director.
"Sin que yo supiera,
alguien fue y tiró todo lo que estaba mojado y enmierdado en la volqueta de la
esquina, que está contratada por nosotros debido a las obras que estamos
haciendo. No sé cuántos libros fueron, pero no tiramos nada que pertenezca al
acervo de la biblioteca ni al patrimonio cultural de los uruguayos. No voy a
acusar a nadie, me hago cargo porque el responsable de todo lo malo que pase
soy yo", afirmó Liscano, quien estuvo en el lugar durante un tiempo
mientras se hacía la limpieza, y luego se fue.
Para seguir el protocolo,
antes de ser tirados, los libros tendrían que haber sido secados y después
enviados a picar.
"Para secar libros
contaminados con materia fecal no tenemos un lugar; haberlos llevado al
departamento de patologías hubiera derivado en contaminar otros
materiales", destacó Liscano.
Los ejemplares de títulos
que se arrojaron a la volqueta tenían un sello de la Biblioteca Nacional ,
pero no el que los acredita como inventariados.
Carlos Liscano aclaró a El
País que el sello que pueden llegar a tener los libros que se recogieron de la
volqueta es el que dice Donación Biblioteca Nacional. Y en esa calidad, la
institución tiene hoy unos 50.000 ejemplares que ha recibido por distintas
vías.
Liscano sostuvo que los
libros de la colección del profesor y narrador José Pedro Díaz y de su esposa,
la poeta Amanda Berenguer, recibidos en donación en 2010, fueron casi 9.000 y
se limpiaron página por página. Algunos repetidos, con el conocimiento de quien
hizo la donación, el doctor Álvaro Díaz Berenguer, se donarán a bibliotecas
municipales y liceales.
Como parte de la colección
del matrimonio Díaz-Berenguer también estaban las máquinas de la imprenta
Galatea y muchos ejemplares de ediciones de autores de la generación del 45 que
nunca se distribuyeron y en parte terminaron contaminados por bacterias.
Donaciones y baja de libros
Según el protocolo, hay
distintas formas para la salida de libros de la Biblioteca Nacional.
El director, Carlos
Liscano, contó a El País que hay mucho material no registrado, producto de
donaciones indiscriminadas, hechas incluso por otros organismos del Estado. Eso
se está descartando; por ejemplo, libros de medicina sin valor histórico. La
evaluación empero requiere de profesionales de diversas áreas.
Si fuesen libros
registrados, hay que darles de baja o se donan a todas las biliotecas
municipales del país, que son 237. Y también se colabora con bibliotecas
comunitarias, de escuelas y liceos. "Cuando tenemos materiales repetidos,
se envían a institutos de formación docente. Desde que yo estoy, en tres años
hemos además comprado y entregado aproximadamente 60.000 libros".
Lo descartado debe pasar
siempre por una máquina picadora de papel.
Extraído de: http://www.elpais.com.uy
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