LE CORBUSIER, Y LA TRANSFORMACIÓN DE
LA VIVIENDA EN
UNA OBRA DE ARTE
Charles Édouard Jeanneret nació en La Chaux-de -Fonds el 6 de octubre de 1887 y murió en
Cap Martin el 27 de agosto de 1965. Arquitecto francés de origen suizo
fue -junto a Walter Gropius- el principal protagonista del renacimiento
arquitectónico internacional del siglo XX. Además de ser uno de los más grandes
renovadores de la arquitectura moderna, fue un incansable agitador cultural,
labor que ejerció con pasión a lo largo de toda su vida. Con sus escritos se
ganó una merecida fama de polemista y aportó un verdadero caudal de ideas
innovadoras que han hecho que su obra influya decisivamente en la arquitectura
posterior.
Con una formación tan sólo artesanal,
construyó su primera casa a los diecisiete años. Aprendió después con los
mejores arquitectos de su época: Joseff Hoffmann, Auguste Perret y Peter
Behrens. En 1919 fundó con Amadée Ozenfant el purismo, una derivación del
cubismo. También había creado una revista, L'Esprit Nouveau, desde
la que lanzaba sus proclamas contra la Escuela de Bellas Artes y fustigaba los dictados
de una tradición anquilosada y obsoleta.
En 1921 Le Corbusier publicó un artículo
en el que exponía un concepto totalmente nuevo de vivienda. Para guardar
concordancia con su tiempo, la casa debía ser una "máquina para
vivir" y homologarse al resto de bienes que configuran la sociedad
tecnológica. Con ello no defendía la estética ni el espíritu maquinista, sino
que trataba de hacer una casa tan eficaz funcionalmente como lo eran las
máquinas en las tareas para las que habían sido inventadas.
La vida moderna traía consigo una serie
de exigencias cuya satisfacción era imposible encontrar en la pervivencia de la
arquitectura tradicional; había por ello que adecuar la arquitectura a la
civilización industrial. "Nosotros gustamos del aire puro y del sol a
raudales... -afirmó-. La casa es una máquina de vivir, baños, sol, agua
caliente y fría, temperatura regulable a voluntad, conservación de los
alimentos, higiene, belleza a través de proporciones convenientes. Un sillón es
una máquina de sentarse... los lavabos son máquinas para lavar... El mundo de
nuestro quehacer ha creado sus cosas: la ropa, la estilográfica, la cuchilla de
afeitar, la máquina de escribir, el teléfono... la limusina, el barco de vapor
y el avión."
Así, pues, era absolutamente necesario
crear también una nueva arquitectura, y Le Corbusier la fundó en torno a cinco
puntos básicos: utilización depilotis (elementos de sustentación),
jardines en el tejado, libre conformación de las plantas, ventanales continuos
y libre formación de la fachada, todo ello dentro de un estricto orden
geométrico como único generador de "volúmenes puros". Estas
soluciones pasarían a ser las características fundamentales y paradigmáticas
del racionalismo arquitectónico.
La utopía de Le Corbusier fue crear una
nueva realidad urbana, una ciudad que fuera una síntesis entre naturaleza y
desarrollo tecnológico. Para ello, arquitectura y urbanismo debían estar
perfectamente integrados. Le Corbusier concebía el urbanismo como interacción
del espacio de la civilización en el espacio de la naturaleza y su ciudad
ideal, proyectada en 1922, está construida en vertical, dejando libres grandes
zonas de la superficie del suelo, que se convierten en zonas verdes para
discurrir por debajo de los edificios. Éstos se levantan sobre pilotis, dejando
las plantas bajas como espacios de libre comunicación. Los tejados, convertidos
en jardines, dejan de ser espacios inútiles; las calles son de amplias
dimensiones y el tráfico se organiza en grandes vías de circulación rápida,
netamente separadas de las zonas para peatones.
Ante el caos de los grandes centros
urbanos, incapaces de absorber la imparable aglomeración de vehículos y
personas, Le Corbusier soñó una ciudad de rascacielos conectados por jardines y
autopistas, pero sus sueños eran sólo de papel y, aunque proyectó decenas de
rascacielos, nunca construyó ninguno. En los años veinte, aun tenía que
conformarse con la construcción de casas aisladas; una de éstas, que ha pasado
a la historia como magnífico ejemplo del racionalismo corbuseriano, es la Ville Savoye
(1928-1929, Le Possy), una aplicación de la casa sustentada por pilotis, relacionada con el exterior a través de grandes cristaleras y con los espacios interiores conectados.
En el período de reconstrucción
postbélica, Le Corbusier ideó una ciudad estructurada en unités
d'habitation, elementos modulares de un nuevo desarrollo urbanístico. Su
idea era construir grandes edificios de apartamentos dotados de los servicios
necesarios para constituirse en unidades autosuficientes y su sueño encontró
una fragmentaria realización en la Unité d'habitation de
Marsella (1947-1952).
El edificio, concebido como un gran
armazón en el que se encajan las viviendas, contiene trescientos treinta y
siete apartamentos dúplex; las plantas séptima y octava están reservadas a
tiendas comerciales; la terraza alberga diversos equipamientos colectivos: gimnasio,
pista de atletismo, teatro al aire libre, guardería y piscina, y en la fachada
el cromatismo de las hornacinas de las ventanas y balcones, pintadas en azul,
amarillo, rojo y verde, rompe la monotonía del hormigón.
El inmueble pronto fue conocido en
Marsella como "la casa del chiflado" y recibió numerosas críticas. A
pesar de las muchas deficiencias que la realidad del funcionamiento del
edificio puso en evidencia, constituyó el modelo de nueva arquitectura para
toda una generación de arquitectos y muchas de sus ideas pasarían a ser de uso
corriente en la construcción posterior. Le Corbusier siguió mejorando el
proyecto durante toda su vida, aunque sólo se construyó otraUnité
d'habitation en Nantes.
Le Corbusier realizó planes urbanísticos
para muchas ciudades, entre ellas París (1925), Argel (1931), Barcelona (1932),
Estocolmo (1933), o Saint Dié (1945). En la Carta de Atenas (1943),
su escrito más importante junto a Hacia una arquitectura (1923),
Le Corbusier enunció los principios generales que inspirarían las nuevas
tendencias del urbanismo moderno. Entre ellos destaca la apuesta por la
edificación abierta que, al contrario de la planificación basada en manzanas
cerradas, permite la concentración de viviendas en altura para dejar grandes
espacios abiertos ocupados por jardines; además, Le Corbusier propugnaba la
sectorialización de la ciudad, dividiéndola en áreas especializadas
(comerciales, administrativas, lúdicas). Este ideal de ciudad ha sido
construido por otros arquitectos en las periferias de las grandes ciudades,
aunque a menudo estas realizaciones no son sino groseras banalizaciones de la
fantástica utopía de Le Corbusier.
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