HENRIK IBSEN, Y EL TEATRO
COMO INSTRUMENTO PARA EXAMINAR EL ALMA
Henrik Ibsen nació en
Cristianía el 20 de marzo de 1906 y murió en Skien el 23 de mayo de 1828. Dramaturgo
noruego, fue uno de los renovadores del teatro universal. Nació en una ciudad
costera donde su padre poseía una destilería de aguardientes que quebró cuando
él tenía seis años. Su madre era muy religiosa. A los quince años se fue a
vivir a Grimstad, no lejos de su pueblo natal, donde su padre le había
conseguido un puesto como ayudante de un farmacéutico. Sus contactos con la
familia fueron, por el resto de s
u vida, esporádicos.
A los veinte
años era ya un librepensador, entusiasmado con las insurrecciones populares que
estallaban en toda Europa. En 1850 fue a estudiar a Cristianía (hoy Oslo).
Noruega era por esa época un país regido políticamente por Suecia y
culturalmente por Dinamarca. En 1853 aceptó el puesto de director y dramaturgo
de un nuevo teatro en la ciudad de Bergen y cuatro años más tarde volvió a
Cristianía para dirigir otro teatro que en 1862 cerró por problemas económicos.
Este fracaso
marcó el comienzo de una nueva época en su vida. Cansado de lo que consideraba
estrechez de miras de su país natal, partió a un exilio de veintisiete años por
Italia y Alemania, período durante el cual escribió el grueso de su obra. Ya en
el pináculo de su fama volvió a Noruega y en 1900 sufrió el primero de una
serie de ataques de apoplejía, que afectaron su salud física y mental. Falleció
en 1906 y fue enterrado con honores de jefe de Estado.
Como director
del teatro de Bergen, Ibsen intentó crear un drama nacional, tarea difícil ya
que si bien podía utilizarse como base el rico acervo de las sagas islandesas
medievales, la escena de su país estaba dominada por la dramaturgia francesa de
Scribe (que daba prioridad a lo ingenioso de la intriga sobre la profundidad de
los personajes), y por el idioma y la tradición histriónica danesas.
La experiencia
que ganó en Bergen tuvo para él un valor incalculable. Como director del teatro
de Cristianía, ya casado con Suzannah Thoresen, exhibió una autoridad y
confianza en sus propias ideas que antes no había mostrado. Esto se advierte en
su drama Los pretendientes de la corona (1863), que forma parte de
una serie de tema histórico y en el que, con reminiscencias shakespearianas y
gran precisión psicológica, trata el tema de la dificultad del ser humano de
encontrar su misión en la vida.
Con Brand (1866)
y Peer Gynt (1867), dos dramas en verso, Ibsen hace su entrada
en la literatura universal. Si Brand representa la toma de
posición apasionada, los temas centrales de Peer Gynt son la
duda, la ambigüedad, la huida al mundo de la fantasía. El predicador Brand es
el idealista que lo sacrifica todo en aras de su misión. Sus exigencias tienen
un carácter absoluto, no sabe de matices. El mensaje de la obra es, en cambio,
más contradictorio. ¿Es Brand un mártir de la verdad o una víctima de sus
propias exigencias inhumanas? Peer Gynt es en cambio una
leyenda romántica, con rasgos realistas modernos, más audaz que Brand desde
el punto de vista teatral. Su protagonista es una figura fáustica, a la vez un
soñador romántico y un monstruo de egoísmo.
En el decenio
de 1870 Ibsen abandona el teatro de ideas por el drama social realista. La
primera obra de este período (y la primera que escribió en prosa) fue Las
columnas de la sociedad (1877), que trata de los conflictos sociales y
del choque de lo antiguo con lo nuevo. Pero el verdadero éxito le llegó
con Casa de muñecas (1879), en la que por primera vez aparece
la voz auténtica del autor.
La obra provocó
escándalo, con su osada descripción de una mujer que deja su aparentemente
idílico matrimonio a causa de su disconformidad con el rol subordinado que le
toca desempeñar en él. Es una heroína fuerte e independiente en contraste con
un marido débil y aferrado a su rol patriarcal. Pero su tema es también el
efecto anquilosante de las convenciones sociales y la necesidad de rebelarse
contra ellas a fin de alcanzar la realización personal. Esta obra no tiene un
desarrollo cronológico como las anteriores, sino que trabaja con una técnica
retrospectiva en la que el pasado va siendo revelando a medida que avanza la
acción.
Un enemigo del
pueblo (1882) describe la lucha de un individuo decidido a revelar la verdad
aun cuando ésta amenaza la supervivencia de toda una ciudad y a pesar de que su
porvenir y el de su familia están en juego. El tema de la honestidad reaparece
en El pato salvaje (1884), pero se trata esta vez de una verdad
despiadada, que destruye la vida de una familia. La verdad, parece decir ahora
Ibsen, es una droga que, mal administrada, tiene efectos letales. De los
destinos de sus personajes, que son gente común y corriente, desprendió
conclusiones de una sinceridad brutal, pero también de gran sutileza y, por momentos,
de belleza poética, obligando a su público a cuestionar las bases morales de su
existencia.
Durante la
segunda parte del siglo XIX, su obra cambió el carácter del teatro europeo y lo
convirtió, del divertimento a que había sido reducido, en lo que fuera para los
griegos: un instrumento para examinar el alma. Otras obras suyas son Catilina (1850), La
comedia del amor (1862), Emperador y Galileo (1873), La
unión de la juventud (1869), Espectros (1881), La
casa de Rosmer (1886), La dama del mar (1888), Hedda
Gabler (1890), Juan Gabriel Borkman (1896), y Despertaremos
de nuestra muerte (1899).
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