sábado, 25 de septiembre de 2010

Este fin de semana los uruguayos celebramos el Día del Patrimonio, recordando a Florencio Sánchez y los grandes del Teatro nacional. Es buena oportunidad para recorrer la biografía de nuestro mayor dramaturgo, y también su pasaje y su estadía por la ciudad de Mercedes.



Crónicas de un tal Florencio

Aldo Roque Difilippo

“Florencio Sánchez, en fin, no cree en la religión y la combate, nunca se ha desayunado con  frailes crudos, ni almuerza arcángeles fritos; y si ataca en sus obras los principios morales y sociales en vigencia, siguiendo los ideales y las tendencias del pensamiento contemporáneo, no ataca personas ni corporaciones determinadas, ni exacerba el concepto, ni extrema el vocablo de vaciar su pensamiento en los moldes del realismo, única forma, a su juicio, de que el teatro lleve su alta misión educadora del sentimiento y la conciencia humanas”. Así se definía Florencio Sánchez en una charla dada en Florida el 23 de julio de 1907.
El bohemio, el noctámbulo, uno de los “inmortales del café con leche”, según su propia expresión, y tan pobre que según se dice escribía al dorso de los formularios de Telégrafos, oficina en la cual trabajó durante algún tiempo.

Ese jovencito de facciones aindiadas, de retinto pelo lacio cayéndole partido al medio sobre la frente, es el mayor de nuestros dramaturgos, y del Río de la Plata.  Al punto que durante mucho tiempo la intelectualidad argentina (como a Horacio Quiroga) lo reclamó como propio. Puso en escena el realismo de "los de abajo", renovando el teatro rioplatense, y fue quien sin duda mejor enseñó a mirar la vida con atención, retratándola con fidelidad, sacando al teatro de la imitación libresca o la trivialidad que imperaba por entonces.
"Esto del teatro nacional, señores míos es una verdadera  sofisticación.  –dijo sin temor en una conferencia dictada en Buenos Aires-. El teatro no tiene bandera. Es Universal, humano... Un rancho de paja y terrón por decorado, por lenguaje característico unos cuantos 'canejos' y 'ahijunas', cuando no expresiones de la jerga lunfarda porteña, con pasiones y sentimientos de importación teatral. Con estos elementos se fabricaba cada obra nacional...".

ESPASMÓDICO Y BRUTAL
Había nacido el 17 de enero de 1875,  en una casa de avenida Agraciada (hoy del Libertador) a la altura del 1700 casi esquina Cuareim, zona del barrio de la Aguada. Hijo de Olegario Sánchez y Josefa Musante. Es el mayor de once hermanos, en una familia criolla de clase media. Desde temprana edad manifestó su disconformidad con el medio social, escribiendo poesías y artículos, hasta que pasa a radicarse a Buenos Aires donde ejerce el periodismo.
Componiendo obras fundamentales de la dramaturgia rioplatense: “M’hijo el dotor” (1903), "La gringa" (1904), "Canillita", "Cédulas de San Juan", "Los muertos" (1905), "En familia", "Mano santa", "Barranca Abajo", "El desalojo" (1906), "El pasado", "La tigra" (1907),   "Las curdas", "Moneda falsa", "Nuestros hijos",  "Los derechos de la salud", "Marta Gruni" (1908), "Un buen negocio" (1909). 
En apenas 35 años de vida y sorteando toda clase de dificultades económicas, Sánchez logró dar forma a su obra en un esfuerzo que visto a la distancia parece imposible de poder lograr.  Joaquín de Vedia recuerda: “Escribió en cualquier parte: en el café, en la sala de un diario, en el cuarto de un camarada, y a veces, también, en su casa; pero siempre así, en un esfuerzo espasmódico y brutal”. Agregando “he sido testigo de algunas de esas horas de producción frenética. En un pequeño cuarto de hotel, lleno de humo, sembrado de cuartillas que se borroneaban las unas sobre las otras, y que él arrojaba sin mirar desde su reducida mesa, sobre la cual se inclinaba, todo encorvado, todo encogido, como procurando una concentración de energía nerviosa, dio término a Los muertos, mientras su hermano Alberto, Doello y yo (...) conversábamos”.
Su viuda, Catalina Reventos  dijo a varios investigadores que cuando su marido escribía lo hacía febrilmente, hasta la extenuación. Su hermano Raúl aseguró que Florencio  “en una noche escribió un acto íntegro” de  Barranca Abajo.

NO HAY QUE SER EGOÍSTA, CHE
Apremios impuestos tanto por la pasión como por las necesidades económicas. Mario Radaelli recuerda: “Los derechos de autor no eran fijos y estaban a merced de los empresarios. Generalmente estos pagaban cinco pesos por acto al terminar la función (...) Cuando una obra se estrenaba con éxito solía representarse seguidamente unas cuantas noches pero, cuando ya estaba demostrando solidez, de pronto, cambiaba de programa y aparecía en el cartel otra obra de otro autor.
(Sánchez) que había visto afirmarse su éxito y se había acostumbrado a cobrar veinte pesos por noche, al encontrarse con esa novedad, sin previo aviso, solía protestar. Pepe Podestá le decía:
-No hay que ser egoísta, che, hay que dejarle lugar también a los otros. Dentro de unos días “reprisaremos” tu obra. Tené un poco de panciencia.
Pero la “reprise” tardaba, (...) Entonces había llegado el momento de insinuarle al autor la venta de sus derechos, mediante una carnada conveniente. De ese modo el autor cedía por escrito todas sus cobranzas futuras por cincuenta, o cien, o doscientos pesos, como Pepe Podestá pagó a Florencio Sánchez según este decía, por M’hijo el dotor (...) Una vez vendida la obra comenzaba su verdadero éxito (...) Y el autor (...) se ponía a escribir otra obra, por la que Florencio Sánchez decía:
-Por esta me van a pagar diez pesos por acto, ¡y si la quieren comprar la van a pagar mil pesos!... ¡Mil o dos mil pesos! ¡Ni un centavo menos!...”
Pero esa lucha por obtener el sustento económico fue una constante en su vida.

MUERO PORQUE HE RESUELTO MORIR
Murió el 7 de noviembre de 1910, en el Hospital de Caridad "Fete bene fratelli" (Haced bien hermanos), de Milán, víctima de la tuberculosis. Sabiéndose enfermo escribió una suerte de testamento que es un claro reflejo de su convicción anarquista: "Si yo muero, cosa difícil, dado mi amor a la vida, muero porque he resuelto morir. La única dificultad que no he sabido vencer en  mi vida, ha sido la de vivir. Por lo demás, si algo puede la voluntad de quien no ha podido tenerla, dispongo: primero, que no haya entierro; segundo, que no haya luto; tercero, que mi cadáver sea llevado sin ruido y con olor a la Asistencia Pública y de allí a la Morgue. Sería para mi un honor único que un estudiante de medicina fundara su saber provechoso para la humanidad en la disección de cualquiera de mis músculos".

EL DIRECTOR REDACTOR
Una omisión casi sin excepción en las biografías de Florencio Sánchez, es su pasaje por Mercedes. Si bien permaneció aproximadamente cuatro meses, su estadía no pasó desapercibida ya que dirigió "El Teléfono".  Este periódico era independiente hasta que el Partido Nacional lo tomó a su cargo, nombrando a ese joven aindiado, apellidado Sánchez que se había instalado en la ciudad con apenas 23 años, y ya con la decepción de haber participado en la revuelta nacionalista.
Aunque lamentablemente no existen testimonios de ello, seguramente para los nacionalistas mercedarios habrá sido todo un tema de conversación el hecho de que Sánchez se hiciera cargo del periódico. Si bien Florencio Sánchez por esa época era un perfecto desconocido, suponemos que el tema se centraría no en el personaje sino que había participado de la revuelta nacionalista encabezada por Aparicio Saravia y que terminó abruptamente con el asesinato del Presidente de la República. Un tema que discutirían no solamente los blancos sino también los los colorados de Mercedes, ya que quien ahora se haría cargo de la dirección de “El Teléfono” participó como alférez en las tropas saravistas, pero casi un año antes, el 25 de agosto de 1897 un atentado terminaba con la vida del único mercedario que ocupó la presidencia de la República: Juan Idiarte Borda.
La víctima del único magnicidio que registra la historia nacional había nacido y desarrollado su carrera política en filas del Partido Colorado en Mercedes, y cuando todavía los ánimos no se habían calmado y todavía sobrevolaban las dudas de quien había sido el autor intelectual del asesinato del Presidente, los nacionalistas pusieron en la Dirección de su periódico a un personaje que había combatido en las filas de Saravia.
Impreso en Mercedes en Tipografía "La Joven Minerva", “El Teléfono” fue dirigido por Florencio Sánchez de junio a setiembre de 1898, dejando de editarse a fines de ese año.
Contando apenas con 22 años él ya había participado del levantamiento armado de 1897, encabezado por Aparicio Saravia, y que terminó con la paz de abril. De su participación en el levantamiento armado surgieron las conocidas "Cartas de un flojo", donde con su visión crítica expresara "No creo en ustedes, patriotas, guapos y politiqueros".
Participó de ese levantamiento armado “por razón de oficio, obligación de bandería de origen, pues los suyos siempre fueron blancos, y, además, porque lo acicatea una imprudente y comprometedora locuacidad que es fruto de su ingénita rebeldía. –expresa E.M.S.Danero-. En el no siempre victorioso ejército de Saravia sirve con el grado de alférez. Primero Tres árboles, después Arbolito, donde la muerte de “Chiquito” Saravia trueca la victoria en retirada, Cerros Blancos, Aceguá... Pelea y redacta una hoja mural, a manera de pasquín. Hasta que se produce la derrota del ídolo”. A lo que acota Alberto Zum Felde “regresa a su casa triste y maltrecho de ánimo –cual Quijotillo de divisa celeste- con una pesada congoja sobre el corazón y un amargo sarcasmo en la boca”.
Meses después se instalaría en Mercedes para ser el “Director Redactor” del periódico nacionalista.
Su figura bohemia se hizo popular en las calles mercedarias, ganándose amigos, y sin duda adversarios, producto de su visión inconformista -característica tanto cuando incursionó en el periodismo, como cuando compone sus obras teatrales-, y que volcaba en crónicas culturales, o comentando la actualidad.
Su primer crónica aparece el 1 de junio de 1898, refiriéndose a las actividades del "Politeama Colón" (actual Teatro Municipal), incluyéndose además un cuento de Tristán Bernard, presumiblemente traducido por él.  A lo largo de esos tres meses frente "El Teléfono" (50 números), Sánchez escribiría sobre política, critica teatral, notas sociales, registrando incluso una de las primeras funciones del cinematógrafo en Mercedes: "Mucha fue la concurrencia que asistió el domingo al Polietama Colón. El cinematógrafo gustó como siempre extraordinariamente, provocando cada visita infernal algarabía entre los angelitos del paraíso. Las obritas que representó el cuadro dramático también gustaron, es decir, si apreciamos el éxito por las carcajadas continuas del auditorio". Impresiones donde también toma partido por los desprotegidos, característica de su vida y producción literaria. Denunciando abusos, o mostrando su visión crítica "¿Han visto ustedes, los uniformes que desde ayer luce flamante, nuestra policía? -Qué les han parecido?- Mamarrachos, no?-".
Una pauta de su actitud observadora y crítica resulta un artículo titulado "Callejeos y divagaciones", donde si bien se desprende cierto tufillo racista, no es más que el reflejo de la sociedad de la época, y que reproducimos textualmente por constituirse una valiosa descripción de la ciudad de Mercedes, y sus habitantes de aquel lejano siglo XIX.

CIUDAD DE MENDIGOS
"Confesaré con toda franqueza que una de las cosas, tal vez la única, que me impresionó desagradablemente a mi llegada a Mercedes, fue la cantidad inmensa de mendigos que vi pululando por las calles. Caramba que es feo eso de toparse a cada vuelta de la esquina, con un bulto informe, montón de harapos tan sucios como las carnes que encubren, que sin darle tiempo a reponerse de la náusea, le dispara un ¡me dá una limosnita, por el amor de Dios! con voz la mayor parte de las veces mas aguardentosa que dolorida: -o que se le presente a la vista, un muñón de miembro amputado, o las asquerosidades de un cáncer, con la estudiada intención de aguijonear los sentimientos humanitarios!
No disculpamos nunca la mendicidad en esas condiciones. Nuestra sociedad, es caritativa por excelencia y en este país nadie se ha  muerto de hambre. Los que piden a nombre de sus mutilaciones repelentes lo hacen por vicio, pues deben tener hermanos, o padres o alguien que los mantenga si están inutilizados para el trabajo; o por negocio, provechoso para esas mismas personas que lo explotan.
Hemos conocido un caso que da la idea mas completa del grado de perversión moral a que han alcanzado ciertas gentes. El de un sujeto que alquilaba su hijo ciego por veinte pesos mensuales, a un vecino que lo sacaba a pedir limosna realizando un negocio de pingües utilidades. Como ese caso hay muchos, aunque más abundan aquellos en que se comercia sin intervención de tercero, por cuenta propia.
Mercedes, se hace insoportable los sábados, mostrando sus miserias y podredumbres, en la forma repugnante de los cientos de pordioseros, que se encuentran en los zaguanes, en los cafés, en los almacenes y donde quiera que vaya uno. Cada casa precisa en esos días un sirviente para atender, pues el desfile es interminable. Pasan ciegos, entonando la eterna cantinela ¡una limosnita para este pobre ciego! mancos, rengos, paralíticos, ancianas encorvadas, bajo el peso de la bolsa llena de pan duro, velas, trapos viejos; mujeres jóvenes, con dos o tres criaturas descarnadas, amarillas, ojerosas, mostrando en sus semblantes las huellas repulsivas heredadas de los vicios de la madre; muchachitas de ocho o diez años, deslavadas e hipócritas, que han aprendido a poner cara de sufrimiento y cuentan toda una historia conmovedora de las desgracias de su familia con la misma facilidad con que le roban el felpudo del zaguán o le lanzan una frase procaz que hará ruborizar al menos pulcro, revelando sus depravadas precocidades, paisanos fornidos, con robusteces que claman por una pala o un azadón, disimulan la mendicidad, ofreciendo por unos cuantos reales, las guascas que han trenzado en una semana o dos de haraganería, mientras chupaban mate sentados en la puerta del rancho, al calor del solcito y al lado de la china mas indolente todavía que él, los atorrantes que no lo son mas que los otros, aunque aquellos no lleven el calificativo; los borrachos de profesión que piden un vintén para la copa... Nuestras llagas sociales, palpitando! Envilecimiento y perversión moral más que verdadero pauperismo!
Tengo entendido que el Jefe Político Sr. Cuñarro se ha preocupado del asunto, ordenando que se le apliquen estrictamente los artículos de la guía policial referentes a la mendicidad. Aplaudiré sin reservas, toda medida que tienda a concluir con esos espectáculos bochornosos, indignos de la cultura social de Mercedes".
La Plaza Independencia de Mercedes a principios del Siglo XX, así lucía cuando Florencio Sánchez caminó por las calles de nuestra ciudad.

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